Besos

Cuento

BESOS



Había sido la obsesión de su vida, desde que se conocía. El destino se los había negado. Había enterrado a padres, hermanos, abuelos. Demasiado luto. ¡Pasado el tiempo deseó, ambicionó un gran amor! La urgente necesidad de afecto,— sin duda—, la hacia fracasar una vez más. A su anhelo de besos, la vida respondía burlona. Un día, meses, años…
Ahora ya no importaba. ¡Para qué, por qué, tontería! ¡Que más daba! ¡Cada cual tiene un destino!
No obstante una sensación a flor de labio, recorría su piel. Desde la piel llegaba al corazón. O… a esa parte sensible de la mente que llamamos corazón porque inicia o controla el latido. Y brotaban entonces de los ojos dos lágrimas sin sollozo, que se estancaban abrillantando la pupila.
¡Besos! —Pensaba en pasado—, ¡Para seguir viviendo! ¡Para andar el camino!. ¡Para calmar la sed!. ¡Para alimentar el alma! ¡Besos! ¿De quien? ¿De madre? ¡Se gastaron! ¡La tierra los agusanó! ¿De amor? ¡Se enzarzaba el amor en las cercas del destino! La juventud estira si la salud no falla. La juventud estira si sueña el alma. Pero… ¿De un hijo? ¡Labios rojos ahumados y ansiosos, que piden más y siempre más! Labios nacidos de risas… ¿Y como? ¿Sin pasar por el amor?. El atrevido pensamiento sin las fronteras de una voluntad cobarde, llega lejos. Va más allá de la moral, la conveniencia y el que dirán. ¿Hacerse el hijo para el hijo, por el hijo, con toda pureza de intención? ¿Con la señal de la Cruz y los ojos muy cerrados? Mirarse al espejo en una tarde templada, pintarse más, ajustarse el talle, poner al caminar cara de imbécil y… ¡Después vendría el hijo! ¡A quererle! ¡Oh… Se tapaba los ojos, los oídos…!
¿Y luego besaría el hijo? ¿Escupiría amor con dolorosa (…)

“Y si la vida es corta y no llega la mar a tu galera, aguarda sin partir y siempre espera”,— dijo el poeta.
Llaman con urgencia, Flora abre la puerta.
— ¡Por Dios…! ¡Soy el vecino del bajo C.!
— ¡Si, ya se!
— Mi madre se muere. No sabia donde acudir… Acaba de perder el sentido. No entiendo, no se nada. Tengo… Miedo de la muerte. No soy capaz de enfrentarme con ella.
— La muerte no es cosa. La muerte no es persona. La muerte no lleva guadaña. ¡La muerte es un soplo de Dios! ¡Todos la llevamos en nosotros! ¡Es muy fácil morir! ¡Voy, ven!
Ambos entran al tiempo en la habitación.
— Ha vuelto en sí. ¡Madre, madre! ¡Tienes visita, es… Es… La vecina del cuarto.
—. ¿La que toca el piano? ¡Mucho gusto niña! ¡Mil gracias por bajar a verme! Estamos solos, no tenemos amigos. ¡Ah… La melodía que usted toca se identifica con estados viejos, de mi alma!
— ¡No se fatigue por favor señora!
— ¿No tocará usted el piano para mi? ¡Acaso sin saberlo…!
— ¡No se! ¡Descanse! ¡Yo la arreglo la cama! ¡No hable!
— ¡Si… Sí, su piano ríe. Conmigo! ¡Por antiguas ilusiones y esperanzas!. Si su piano llora, llora conmigo! ¡Si sueña calan sus notas en lo más profundo del recuerdo…!
— No se que decirla. ¿La vio un médico?
— Gracias por venir. ¡Estoy muy enferma! De vez en cuando se me borran los contornos y los colores. Me voy lejos… No se donde, donde ya no me encuentro. Un día no regresaré.
— ¿Pero que dice el médico?
— ¿Un médico en esta casa? ¡Aquí somos fuertes! ¡Nos curamos siempre solos!. ¡Fuertes y enteros los dos! ¿Verdad Gonzalo? ¡Anda hijo vete ¡Vuelve a tus libros!. ¡No te violentes por nada! ¡Tú tranquilo y a lo tuyo! ¡Esta jovencita me hará compañía un rato!
Gonzalo y su cobarde mirada salen de la habitación. Flora un tanto impresionada no sabe que hacer.
— ¿Me permitirá que tome iniciativas? ¡Esto está horrible! ¡Los hombres.., ya se sabe! ¡No valen para nada! ¡Usted necesita un médico, atenciones, alimentos sanos, vitaminas…! ¡Pero ya se que es usted fuerte! ¡Tampoco vendría mal un confesor!, No por nada… En fin por eso de buscar la ayuda de quien todo lo puede…!
— ¡No sé… No se nada! ¡Señor, que soledad! ¡Que frío! ¿Sabe usted que yo he perdido la partida de la vida?
— ¡No crea que los demás la ganamos!.— Dice Flora mientras arregla la habitación.
— Y digo yo… ¿Ahora me ocurrirá lo mismo con la gloria eterna?
— ¡Dios es misericordia!, ¡Cuénteme si esto la desahoga!
— ¡Me aterra la soledad y paso sola días y noches!.
— ¡Pues a mi me encanta! ¡De no estar muy bien acompañada, que mejor! ¡Hay que acostumbrarse por si acaso, a la propia!
— Días, meses, años, noches interminables.., Frío…
— Tiene usted un hijo, bueno, estudioso. ¿Ganó oposiciones verdad?
— ¡Quiere más! ¡No se conforma con nada! ¡Para lo que le sirve…! ¡Ya no sabe vivir sin los libros! ¿Que hallará en ellos?
— ¡Acaso todo! ¡Acaso nada! ¡Tal vez espera encontrar lo que no tiene!
— No me quiere. No me necesita ni le importo. Él página tras página y yo triste, sola, enferma…
— ¡Hay quien ama y no sabe demostrarlo! ¡Seres torpes. Reconcentrados, inexpresivos; ¡No se desarrope!
— ¡Que fea ha sido mi vida niña!

— ¿Fea?
— Me casé con un amigo de mi padre que le había prometido protegerme a su muerte. Yo me reía tanto de él… Pero murió efectivamente mi padre quedé sola y me asusté de la vida. ¿Por qué acobardamos de repente los valientes?. Y…Nos casamos. Esa era la protección que quería él. ¡Me dio una guerra…! Justamente en esa edad en que una se enamora de cualquier tipo bien plantado que pasa y que nos mira! No sé… Debí rejuvenecerle; con tanto cuidado, lo cierto es que llegó el niño. Ya no me importaba nada de nada. El hijo lo llenaba todo! Él murió pronto… ¡Las cosas! Me dejó una pequeña viudedad que se hizo cada día más pequeña!
— Olvide.
— Ya tengo que seguir. ¡Me empeñé en que mi hijo fuera alguien a costa de sacrificios! ¡Que ganara dinero, que viviera bien…! ¡Lo pasamos tan mal…!
— ¡Como no trabaja para ayudarse?
— ¡Solamente valgo para la casa y eso de administrarme!
— ¡Calma! ¡No recuerde! ¡No se aprenden de nuevo las páginas de libro que no gusta!
— Si queda amarga huella en el alma, claro que se vuelve. Solo se olvida la risa. Conseguí que estudiara, sin dinero, sin ayuda, sin padrino, a costa de renuncia y sacrificio.Ambos necesitamos voluntad de hierro, Soy porfiona, dura, fuerte.
— iPobre chico! ¿Y no tuvo niñez ni adolescencia? ¡Que estudie! ¡Como si no le quisiera!
— ¡Le adoraba! ¡Por eso le quería fuerte y grande! ¡Capaz de vencer y hacerse un mundo nuevo para él!
— ¡No hay más mundo ni mejor, que el que vemos de niños! ¿Por que nos lo ha de arrebatar la vida a latigazos?
— ¡No podía mimarle! ¡Le hubiera hecho blando y tenia que ser entero y valiente!
— ¡Los sufridos y dominados siempre son cobardes!
— ¡Que caricias.., si alguien lo besaba se limpiaba con asco. ¡Mejor! ¡Así tenía que ser!
— ¿Y ahora la pesa?
— ¿Pero y yo? ¡Yo que nunca había tenido nada, con el tiempo empecé a necesitarlo todo!. Entonces me hubiera gustada tener un hijo cariñoso, afectivo, alegre, expansivo, y…nuera, y… nietos. ¡Ya no podía ser! ¡Era antipático, reconcentrado, ausente, inseguro…!
— Es que todos tenemos derechos, deberes y necesidades. ¡Hay que hacer combinaciones para que nunca prevalezca un grupo sobre los demás.
— Se nos hizo algo así como un respeto entre los dos… un parapeto, un dique, un valladar…que se yo. Se interponía cruelmente entre nosotros quitando confianza y evitaba que pudiera surgir la demostración efectiva. ¡Y que no tenía remedio!
— Sin embargo… Entre hija y madre…
— ¡Nada, imposible!.— Flora se sienta muy interesada..—El sentimiento generalmente se disfraza de orgullo, pudor, amor propio, residuos de viejas fortalezas… Yo creo que no nos conocemos. ¿Que piensa? ¿Como es? ¿Que ilusiones tiene? ¿Que mujer o mujeres hay o no hay en su vida? ¡Nada dice, nada cuenta. Y a él de mí, ¿le importa algo?
— (Se levanta) Vaya, no sufra. Todas las vidas tienen algo. ¡Deje las cosas estar y marchar por sí mismas!
— ¡No…No! ¡Me voy a morir y moriré sola! ¡Sin sus ojos, su voz, sin un beso, una caricia…! ¡Sola! ¡Como si no le tuviera! ¿Le dí libros? ¿No se los impuse? ¡Ahora le bastan! ¿No me escondí para no estorbarle? ¡Ahora no me necesita!
— Tal vez la ama como usted le enseñó, como los héroes, en silencio y considera absurda y ridícula la menor manifestación.
Y llora la mujer.
— ¡No me gusta, no me basta!
— Me voy Gonzalo.
— Gracias. ¡Muchas gracias!.
— ¡Ha quedado dormida!
— ¿No te sientas un rato? ¿Cómo la encuentras?
— Físicamente agotada. Pero es peor el mal de su espíritu.
— ¿Qué dices? ¿Su espíritu?
— ¿No intuyes que muere con una gran necesidad de afecto?
— ¡Me tiene a mí!
Ríe Flora.
— El amor hay que demostrarlo, si no… -no vale.
— ¡Madre nunca necesitó tonterías!.
— Las mujeres no somos claras, llanas, nobles y brutas como vosotros Nosotras pedimos a cambio de sensibilidad e intuición, un mucho de adivinación y atención por parte del hombre. Y cariño.
Un silencio difícil cortado como siempre por la mujer con una frase se trivial.
— ¿Hace calor, verdad? ¿Abrimos la ventana?. Estos pisos bajos son muy tristes. ¡Cuánto más lejos del cielo peor!
Persiana vieja y sucia. Piezas recosidas con alambres. Un tiesto sin planta y la tierra seca. Otro vacío. Polvo. Vejez. Mucha vejez. Pena. Vacío de ilusiones.
Suspira. Frente a ella, en el segundo, hay cortinas con flores que juegan con el aire caliente del día. Y enredaderas que bordean las ventanas. Entra un delicioso olor a repostería casera. La jaula del pajarito que siempre canta se balancea. Y un alegre ñoñeo infantíl.
— ¡Bien de mi vida, lucero, sol, tesoro encanto! ¿Que pide mi niño? ¿La luna?
Florita y Gonzalo se miran tristes.
— ¡Que expresiva es Amelia! ¡Que alegría! ¡Que riqueza! —La llama: ¡Amelia! ¡Buenos días!
— ¡Hola Florita! ¿Como? ¿Tu voz desde el bajo? ¿Está peor Doña Gertrudis?
—Sigue igual… A ratos. ¡Hablábamos de usted! ¿No le mima demasiado?
—¿Y quien lo va a mimar el día en que yo me muera?
— Es verdad.— Flora cavila—. ¿No sería terrible tener que echarla de menos?
— ¡No, al contrario. Esto le ayudará siempre. Queda dentro. ¡Es como el buen cimienta!
— ¡Es pasible…! (Ríe y se vuelve a Gonzalo) ¡Que afluencia! ¡Amelia es un verdadero torrente!
— ¡A mi nunca me trataron de esa forma! ¡Y conste que me encanta oírla! ¡Que envidia!
— ¡A mi tampoco,— dice la voz del hombre—. ¡Por principios claro, la educación, la terrible educación!
— ¡Que seguridad debe dar empezar la vida así!
— ¡Y que fe en todo! ¡Sí, y en uno misma sobre todo!
— ¡Saberse, sentirse con más categoría, con más derechos, creerse algo, alguien…Solo porque alguien nos adora y nos lo dice. Nos dice que somos, que la vida es nuestra! ¡A mi que no me hablen de eso de pisar fuerte, por los caminos del mundo! ¡Pisar fuerte…!
— Los mimados por la suerte, los ricos, los privilegiados, no son como vulgarmente se dice y parece que se cree… Los dueños del dinero no sino los del amor. Son sencillamente los que paseen una cierta clase de riqueza que cuenta desde la cuna. ¡Y como cuenta!.
Un largo silencio los comunica.
— Sin embargo por trastoque da valores, hay madres que adoran ídolos falsos, en pro de unos resultados imaginarios, para un mañana que tampoco existe.
— ¡Son complejos que produce la equivocada interpretación del valor del dinero!
Suspiran ambos.
— Bueno me voy. Si me necesitas, me llamas. Venid con gusto. Ella… Me inspira. ¡Siento pena por su vida equivocada!. ¡Es una mujer muy fuerte que se siente tan débil…Tan débil… (Sonríe) ¡Imagínate, si nosotros que somas jóvenes hemos notado tanto una falta de afecto y atención, ¿que será en la vejez? ¿Cuando nos volvemos niños e indefensos?
—Gonzalo la mira intensamente turbado— ¿Sabes que… la pupa de los niña se cura con besos?
— Entonces.., Quieres decir.., Debo temer… ¿Un desenlace?
— ¡Besos…!
Flora sale rápidamente. Y escrito en las paredes, flotante en el ambiente, prendida en aire, cristales, persiana, tiesto, visillos. la palabra ¡besos! ¡Besos! ¡Besos!
Ha pasado un tiempo. Flora regresa a la casa después de circunstancial ausencia. Se asoma al balcón del patio. En la ventana del bajo, el tiesto aquel, tiene una verde planta. Y está regado. ¡Pronto tal vez brotará la flor!. ¿Por qué?. Amelia sigue gritando ternuras a su criatura. Una alegre canción sale del ático. Parece reír el presente ¿Como?—Recuerda—, ¡Como si ayer no llorasen por luto, los arbolillos del patio!
— Lo siento Gonzalo. ¡Me enteré a mi regreso! ¡Tenía que ser!
— ¡La esperaba Florita!
— ¿Para?
— ¡Para contárselo!
— ¿Hiciste el milagro?
— ¡Lo… Lo intenté, ¡Si… Si en la muerte cabe sentir felicidad… ¿Tu…Qué crees?
— ¡Al espíritu sí!. ¡El milagro de amor!
Huyen los ojos de los dos,de los dos.
— ¿Vives solo?
—Tu tía, quiere que vaya con ellos. Son tantos, tan locos. Sí parecen felices. Siempre me dieron envidia- No s si seré capaz.
— Hay que ser humano Gonzalo. Aguantar a los demás, convivir con ellos, desearlos… Debes irte.
— ¡Así.., De repente?
— ¡Puedes esperar… Irte haciendo a la idea! ¿Qué vas a hacer solo en esa casa tan triste, tan triste?
— ¡Si no es tan triste! ¿Quieres pasar? ¡Tuve que hacer arreglos, modificaciones!
Flora entra, mira y remira… ¡Imposible! ¡Hay un poso de amargura, de soledad, de vida falsa!
— . .No… No es esto Gonzalo! ¡No es esto! ¡Aquí no podría ser feliz un niño corno el de Amelia. Falta sol lo primero. Falta confianza para gritar. Aquí no se puede cantar ni bailar. Ni abandonarse a la vagancia. Ni oír música tumbado en una cama. ¡Parecería un sacrilegio vivir! ¡Y los vivos tenemos que vivir!
— Pues… Dime… ¿Tu que harías en ella? ¿Cómo la transformarías?
— Ven, sube a ver la mía. Te darás una idea!.¡La mía es otra cosa!
— ¡Vamos, vamos!


“Todo el que espera sabe que la victoria es suya” Dijo el poeta. –
FIN

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Categorizado como Relato.

Por Taifasa

Arturo Martín Neira está construyendo ésta página web para dar a conocer la obra literaria de su Madre. María Elena Neira, ya fallecida en el año 1989. Sin ánimo de lucro pero sí de resultados. Ya de momento ha sido suficiente para espolear mi afición de escribir y presentarles a ustedes los relatos de mi juventud. En esa sintonía esperamos agrupar por el interés literario a otras aventureras de la palabra.

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