Desde su mente.—La carta.

Humor amargo.—Cuento

Desde su mente.—La carta.

Escolástica, portera del Bloque C, ha recibido una carta. ¡Su carta ¡Una carta de su hija del alma que un día se fue a Alemania… ¿Para regresar con pasta? ¡Que cosa!. Claro está que la buena de Escolástica no sabe leer ni escribir. Bueno ella dice que si porque aprendió a garrapatear blanco papel con lápiz blando, allá en su pueblo, un sitio de tantos del tiempo ya gastado, por aquel entonces, cuando volvía de la siega canta que te canta. Esta disciplina duró poco tiempo, más Escolástica quedó tan tranquila. Sí que Escolástica tiene muy fosforeada y despierta imaginación. Ve —según dice-, crecer la hierba antes de nacer, conoce bien a su niña bonita y es muy capaz, ¡muy capaz! De adivinar cuanto dice la carta. ¡C, por B! Sale de su cuartucho del ático, coge la escoba más larga y baja suspirosilla los primeros escalones. ¡Barre que te barre! ¡Sacude que te sacude! ¡Limpia que te limpia!. Y canta, alegre o triste siempre canta. Que nació en el tiempo del tango y tiene alma de tango,— a opinión de si misma— Nosotros no sabemos nada. ¿Los cantantes actuales? ¡Que va! ¡No consiguen hacer impacto en ella por culpa del inciso Carlitos Gardel! —“Se me fue una mañana temprano, me dijo hasta luego, un beso me dio…” — ¡Ay! ¡Que lástima! Dice, saca la carta del pecho, pone un sonoro besito en el blanco sobre, la vuelve a colocar bien escondida entre el sostén, suspira… ¡Ay! ¡Que penita penal – ¡Si la niña está bien, que tontona soy! ¡Demonio! Siempre ha gozado de buena salud. ¡Pues que va a decir la carta! ¡Que está buena! ¿No es lo natural?. ¡Es tan maja, tan resaladilla, tiene tanto “aquél”. Es lógico que haya encontrado cariño y simpatía por aquellas tierras de Dios.., Normal, que se encuentre rodeada de amigos ¡Tiene un carácter tan dulce, amable, agradable.—Si mi niña es única, guapota porque sí señor… ¡Vamos que no tiene igual! — ¡Ay Señor! ¡Cuantas cositas buenas la trae aquella carta!. La oprime junto al corazón, la saca de nuevo, la pone otra sarta de besos seguidos… — ¡Lo que pude sufrir yo cuando se fue! ¡Son tan tristorras las estaciones del ferrocarril! ¡Y eso que ahora, las hacen muy guapas! ¡pero son tan grises…! Y grita aquello de su niñez: “Nunca me digas adiós que es una palabra triste, corazones que se aman… Nunca deben ¡ay! Despedirse”. ¡Barre que te barre, limpia que te limpia! ¿Y si fuera a que se la leyera Doña Laurita, la del cuarto B, del cuarto piso? ¡Es una mujer tan campechana y tan cariñosota…!. ¡Que tontería! ¡Si ella sabe de sobra lo que dice la niña! ¡De sobra!. Mejor esperar a que venga Rigoberto del trabajo. Total las doce y pico… ¡Se hacen enseguida Úrsula! ¡ten paciencia! — Empeñada… Demonio de criaturita… Empeñada en irse a ganar dinero para comprar un pisito nuevo a sus padres. De esos tan alegres en las afueras! ¡Con jardines a la puerta y todo! ¡Que buena chica!.— Se enternece y seca sus ojos. Quita una telaraña. —Mira que… ¿Mira que si la hubiera ocurrido algo a mi niña? ¿Y que la puede pasar?. Ella es formalota, lista, instruida, ¡que tonta eras Escolástica! ¡Se sabe defender estupendamente, ya lo creo! Sí pero…. Hay que tener en cuenta qué es muy guapa. ¡A su edad… Los hombres… El amor… El peligro del amor! ¡Barre que te barre! Cantemos Escolástica. Un tango.—”Percance que me aplomaste, en lo mejor de mi vida, dejándome el alma herida y espina en el corazón.” — Es un percance. ¡Mi niña ha podido tener un percance! ¿Y eso que es? Bueno… Lo supongo! Quiere decirse que a la niña, a mi niña… ¿Lo dirá la carta? ¡Señor… Lo que es la vida!. ¿Y estará sufriendo mucho? ¿Y… No podrá trabajar? ¿Y, tendrá que ir a parar a un hospital?. Y, después… Como suele suceder, habrá sido abandonada, tirada a la calle como un perro. ¡Como un perro! Su hija. Su niña. Con aquella carita de princesa. La pobre Escolástica solloza. No, si ya se lo decía yo a Rigoberto! ¡No la dejes ir! ¡Debes imponerte! ¡Para eso eres un hombre! ¡Tienes que ser fuerte y duro! ¡Dale una buena paliza! ¡Mira que la vida tiene muchos peligros, muchas circunstancias atravesadas. . . ¡Cruzadas! Sí, eso mismo. Y muchas contingencias. ¡Con.Tin.Gen.Cias! ¿Qué querrá decir, me digo yo, la palabreja esa?. ¡Esta si que es buena más enredosa que lo de percance! ¡Vaya se supone y listo! ¡Hay que ser finos, intuitivos, adivinos…! Vamos a ver, esta quiere decir sabérsela toda o entrar en el juego de las adivinanzas. La otra no se, parece un arreglo de las circunstancias, lo de percance… Pues eso, sí, algo que no tiene vuelta de hoja. ¡Que yo para discurrir me pinto sola! —¡Vamos Escolástica tu a barrer! Suspira y canta. “Se me fue una mañana temprano, me dijo hasta luego y un beso me dio” – ¡Ay Señor! ¡Para eso te fuiste de las faldas de tu mamá, vida mía! ¡Mi chiquilla! ¡Mi amorcito! ¡Mi niña del alma! Y ahora sola, sin tu madre, tirada en cualquier calle de este mundo tan grande. ¡Y yo sin poder tender los brazos hacia ti y estrecharte en ellos! ¡Son tan cortos!. Abandonada con tu… Percance. De pronto se la ilumina el semblante y da con la escoba en la pared.— ¡Un nietecito…! ¿Frustrado, muerto? ¿Seco por culpa del hambre y el abandono? ¡Frus…tra…do…! Atiza otra ¡se me dan como hongos!. Debe ser algo que equivale a roto, ¡No! A una cosa que iba a ser y ya no es, que iba ha lograrse y no se logra. ¡Yo no se por que demonio me salen a mí palabrejas tan raras! ¡Nada que las oigo y se me quedan! ¡Vaya vicio latoso! ¡Y que siempre me pasa igual! — ¡Destino! ¡Cruel destino! Sacude. —Una mañana de puro invierno, entre mis brazos se me murió y desde entonces voy por el mundo… ¿se me murió? ¡Vaya tangolio malo y tristón!. Las vecinas me estarán oyendo refunfuñar, dirán que es porque no tengo luces. ¡Que sabrán ellas! Yo opino que tengo tantas que hasta se escapan! ¿Que se me va la fuerza por la boca? ¡Paciencia. ¿Y si se muere mi niña? ¡Vaya un desliz! A su vez patina la portera. — El tonto del lechero ese que rompió una botella. ¡Vaya! ¡Subo por un cubo y el badil grande! ¡Vaya, vaya por Dios! Grita nerviosa.— “Si arrastraré por esta vida, la alegría de haber sido y el dolor de ya no ser” ¡Loca! ¡Dirán que estoy de atar! Bueno ¡y a mí que! ¡Como si los demás no pensaran idioteces y barbaridades! ¡Si no existiera esa fuerte y educada voluntad, que detiene el pensamiento para camuflarle o disimularle a la hora de la conversación, todos pareceríamos locos! ¡Por eso lo espontáneo resulta absurdo!. ¡Pues mi niña dice que soy la persona más lista que conoce! ¡Y cuando ella lo dice…! ¡Mira que si se muere mi niña! Y Escolástica patina y se cae. — ¡Vaya mamporro! ¡Recontra! ¡Me dejé abierta una puerta del ascensor! ¡Como sudo! ¡Pues no me he visto estrellada y sangrante! ¡Pues no me he sentido, dando volteretas por el hueco del ascensor…! ¡La verdad es que si no me agarro bien…! ¡Y 9 todo por culpa de la dichosa cartita! ¡Claro estoy sufriendo…! — ¡Si ella no quería! ¡Hay que ver como se defendía! ¡Pero el tío ese que tenía espolones, la seguía, la seguía! ¡Había organizado bien su plan y así hasta que la engañó! — ¡Ya lo se, ya! ¡He dicho siempre que a ninguna mujer se la engaña, que la que cae es porque ella se lo busca! ¡Si, lo he dicho! ¿Y que pasa?. Pero ahora se trata de mi niña, un ser puro, inocente, decente a carta cabal. ¡Que culpa tiene la pobre! — A cantar, a olvidar, a cantar. “Muñequito alocado, muñequito travieso, muñequito forjado…” ¡Que ilusión! ¡Mira que si fuera así! ¡Un nietecín! ¡Oírle llorar, verle reír, tenerlo en mis brazos, dormirlo, gritar a la chica: ¡Que te he dicho que no tienes que consentir el llanto de la criaturita! ¿No ves que se nos puede herniar? ¡No, si tu no tienes bien puesta la cabeza sobre los hombros! ¡Si te falta medio centímetro para que esté en su lugar! ¡Ay, mujer! ¿No notas que tiene frío? ¿Lo ves? ¿No te lo decía yo, pedazo de alcornoque? ¡Que sería de ti sin tu madre! Escolástica sorbe sus lágrimas con hipo ya. —“Yo no puedo vivir sin tu amor, no me digas que voy a perderte, no me quieras matar corazón” — ¿Por que tengo tanta gana de llorar cuando canto y tanta gana de cantar cuando lloro? Es que todas las canciones se ponen en contra mía. Y la vida entera, eso. Ahora. Ahora se me quemarán las judías para remate. ¡Siempre se me tienen que quemar! ¡Que rabia! ¡Es que no hay una vez que no se me peguen! Rigoberto que me cree la mejor y más económica ama de casa y siempre se me quema la comida. ¡Tengo una cabeza! Las judías se parecen a los tangos, se ponen a hacer gorgoritos y nada, que se hacen cisco y te hacen cisco. – “Canto por no llorar…— Ya va llegando a la portería— y ocultar su dolor” ¿Y quien es ahora la guapa que se va a Alemania? ¡Pues no cuesta eso! ¡Y no to lo da nadie! ¡Si estuviera eso a la puerta de la esquina…! ¡La hemos hecho buena!¡Tantas libertades tienen las jovencitas de ahora…! ¡Nosotras si que estábamos guardaditas! Si queríamos ganar cuartos a coser o bordar en la cocina. Ahora ¡a correrla! ¡Si señor, a correrla! ¡Como no hay respeto ni temor, al padre, a la madre, a los hombres, al percance, al infierno de los condenados, tiene que pasar lo que tiene que pasar! Y como efectivamente huele a judías quemadas, abre la puerta del chiscón y da un furioso portazo. La que se temía, claro. A las doce y diez minutos llega el bueno de Rigoberto y se la encuentra bañada en un mar de lágrimas. — ¿Que te pasa mujer? — ¡No me preguntes nada! Es mejor. — ¡Pero como tienes esa murria! ¿Se te ha muerto la borriquilla? — No me tomes el pelo ahora. Es casi un sacrilegio. — Bueno pues no me lo digas. Seguro que te has peleado con alguien de la vecindad. ¡Pero dame la comida ¿no? Yo no tengo la culpa! — ¡Burro, insensible, eres una piedra berroqueña! — Entonces, la borriquilla, claro. — Animal se trata de la niña. — ¡La niña! ¿Que? — ¡Mi niña! — ¿Tu niña, que? — Que al fin escribió la carta. ¡La carta, la carta! — ¡Toma que suerte! ¿Con que esas tenemos? ¡Venga dámela, se puede saber que esperas? — ¡Es que… — Llora y llora— mi niña, la pobrecita niña mía. (Explosión de gemidos.) — ¡La carta! — la agarra por los hombros- ¡La carta de mi hija! — Si es mejor que no te enteres. — ¡Me la das o no se lo que te hago! — Encima —hipa— canalla. La dejaste marchar para que sucediera esto. ¡Lo sabías! ¿No te dije y remaché bien el clavo? ¡Lo sabias!. ¡Pero lo deseabas así, de esta triste manera. —hipa. — ¡Dame la carta bruja!. — ¡El piso, el maldito piso, el interés cochino! — O me das la carta o te doy de tortas. — Eso quisieras. Bien guardadita la tengo. La carta es mía. — Verás tu ahora.— Va hacia ella, la tira al suelo y rebusca la carta hasta encontrarla—. — Burro. ¡Cafre, animalote, me haces daño! ¿A que pido socorro? ¿A que grito y te dejo en ridículo! ¡Animalote! Rigoberto fatigoso la abre, se coloca junto a la ventana por donde apenas entra luz y se pone a temblar. — Estoy sudando. Temo. Me acobardo mucho. ¡Mira como tiemblo, si parezco un cocorito…! — ¡Por piedad, por piedad: la carta! ¡Léeme la carta! ¿Dónde está ella? ¿Murió el niño? ¿Está aún en el hospital? — Espera, hace que se fue, la friolera de ¡un año! ¡Si para San Pedro… Eso mismo ¡Es que me mareo! — ¿Te hago tila? — Se me nubla la vista. ¡Una silla, una silla! Parece que me voy a morir. Desde el portal se oye una voz. ¡Escolástica! ¡Portera! —¡ Pase usted Doña Pura! .— Escolástica se levanta y arregla las ropas rápidamente. — ¡Buenos días! Aquí la dejo el carrito de la compra que voy a la peluquería. Tengo pedida la vez. — Si señora. Como usted guste. Pero pase y siéntese un ratito. ¡Si supiera Doña Pura! ¡Tenemos un disgusto! — ¿Pues que ocurre? La hija —dice Rigoberto— que parece que la pasa —eso me temo— algo grave allí en Alemania. — ¿Pero como, cuando, que fue? —Y pasa la señora vecina. — ¡Ya sabe usted que puede ser a su edad! ¡Los hombres! ¡Malvados! La inocencia, los desengaños ¡mi niña! — ¿Cómo es eso? Bueno haremos algo por ella, lo que sea preciso. Yo estoy a su completa disposición. — ¡Esta tan lejísimos! — ¿Pero que dice la carta? — Señora — dice Rigoberto— ¡Si yo… No la veo al leerla. Cuando estoy disgustado se me ponen neblinas en los ojos! — Vamos a ver, calma, calma los dos. Toma en sus manos la carta, enciende la luz, se pone bajo la lámpara y lee: “Queridos padrecitos: Me alegraré de que a la presente estéis bien de salud. Yo bien a Dios gracias. Ya tengo mis ahorrillos que os mandaré a primeros de mes. Me iréis eligiendo piso y con lo que recibáis mío, pagaréis la entrada y luego ya os iré mandando cada mes lo suficiente. Ya me diréis. Que sea bonito y alegre. Madre ¿sabes que me salió novio español? ¿de los nuestros? Ahora está destinado en un pueblo donde gana más que yo aquí. Me salió de flechazo y por eso queremos casarnos enseguida. Ya os contaré pues el carteo no se me da nada bien. Tengo que pedir el favor de que me la redacten y todo. Pero tengo buenos amigos y esto es muy bonito. No escribo porque bastante tengo con las cartas al novio y lo remal que se me da. ¡Que me tengo que acostar a las tantas por culpa de tener que escribir al chico! Dime algo de tus cosas madre. Sin ellas me aburro mucho. Que te las escriba Doña Pura o Doña Aurora. Pero que copien todo lo que te salga del meollo sin perder chispa, que quiero hacerme a la idea de que estoy a tu ladito mamá. Un besín a mi padre, muy fuerte ¿eh? — Demonio! ¡Que imaginación tienen ustedes! ¿Se puede saber donde encontraron materia para semejante tragedia? — Esta loca— dice el hombre más tranquilo. — ¡Ya, menuda sinvergonzona! ¡Con que se iba a ganar para comprarnos un pisito y ahora lo quiere para ella sola! ¡Fíese de los hijos Doña Pura! ¡Para ellos si que hacen! ¡Lo que es para nosotros! — ¡Ja..ja…ja! ¡Pero si usted no puede vivir ya fuera de este chamizo Escolástica! ¡Deje a la chica que sea feliz! ¡El casado casa quiere! ¿Tranquilos? — No señora. Ahora tengo que ajustar las cuentas a la parienta para que no se la ocurra volver a jugar con mis sentimientos. — ¡Yo no tuve la culpa! ¡Fue mi amor de madre que me engañó! ¡Fue todo mi celo! ¡Mi miedo a que un día pudiera ocurrirle una desgracia! — ¡Ni mucho menos! Es que eres una loca, una enredadora, una liosa — Se va acercando a ella con furibunda mirada. — ¡No se vaya Doña Pura, que este es muy bestia! . ¡No se vaya que para remate se me han quemado las judías! ¡No se vaya! — Que he pedido hora mujer ¡ya me contará después! ¡Yo lo celebraría Rigoberto! — ¡Ya! ¡Pero a mamporros!. ¡Si así la gozo mujer! Doña Pura da un portazo mientras Escolástica grita aterrada ¡No…No…! Con la mano Rigo, con un palo no mi vida, con la mano cielito… Yo…Te prometo otro día enterarme mejor. ¡Con la mano cariño! — ¡Con lo que quiera! ¿No eres mi mujer? ¡Yo con lo mío hago lo que me da la gana! ¿Acaso no tengo derecho? — Si mi vida, si, pero…. Con la manita cielo, ¡Con eso no, ¡Doña Pura, vecinas, socorro! Doña Pura se detiene un momento en el portal. El corazón la hace tic,.. tac,…tic.. tac.., Se oye un ruido de platos y vasos rotos. Un vibrar de latigazos. Unos gritos ahogados… — Este tío la mata por culpa de su imaginación y sensibilidad.., Cierto que andan siempre a cíen leguas de distancia. ¿ Y a mí eso, que? ¡Si las cosas de la vida se armonizan tan mal! ¿Yo que culpa tengo? Escolástica sin duda ha podido levantarse y se persiguen entre los muebles. — ¡Que animal! ¡Esta la dura tres meses de enfermedad! Bueno. Bueno… ¿A mi qué?. ¡A la peluquería! ¡Me figuro que no llegará la sangre al río! ¿Y si llega? ¡Yo no tengo la culpa!

FIN

Escolástica. (Álbum de fotos)
Escolástica. (Álbum de fotos)
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Por Taifasa

Arturo Martín Neira está construyendo ésta página web para dar a conocer la obra literaria de su Madre. María Elena Neira, ya fallecida en el año 1989. Sin ánimo de lucro pero sí de resultados. Ya de momento ha sido suficiente para espolear mi afición de escribir y presentarles a ustedes los relatos de mi juventud. En esa sintonía esperamos agrupar por el interés literario a otras aventureras de la palabra.