
Continuamos la obra de María Elena Neira: «Contradestino». Nos apresuramos a ponerla a su disposición. No queremos dejar nada pendiente ante un futuro impredecible que cuenta con nuestra intrepidez para salvarse. Anteriormente hemos llegado al tercer cuadro cuando Marta se decide por fin a tomar por asalto sus sueños e irse a la gran ciudad en busca de las oportunidades literarias.
CUARTO CUADRO
Marta cose sentada en una silla junto a una mesita. Manolo discute con ella tumbado en un sofá. A veces se incorpora para dar más fuerza a la expresión. Marta también está un tanto exaltada.
Manolo.-
¡Y ya lo sabes! Tu puesto está aquí. Tu obligación aquí. Tus deberes aquí. ¡Y que no vuelva a oír, ni en comentarios, lejana posibilidad, de un desequilibrio semejante! Piensa que no eres mas que una mujer. Solamente una mujer.
Marta.
¡No seas viejo! ¡No digas, una mujer, de esa forma! Así ya no sirve. Ni tiene sentido. Mujer con posibilidades, camino, libertad de acción, derecho a opinar…
Manolo.- (Grita)
Mujer simplemente. Hija de familia. Bajo la potestad materna. Con deberes morales y domésticos. Mujer con una madre atada a su
sillón de ruedas!
Marta.-
Josefita, dejó a su madre moribunda por Dios. Se metió monja. Cuando alguien la reprochaba recordaba la frase evangélica. “Deja a tu padre y a tu madre y sígueme”
Manolo.-
¡Muy cómodo! ¡Dejó su Cruz por otra más leve. ¿Eso es la religión o son interpretaciones?
Marta.—
¡Lo dejó todo porque su vocación era más fuerte
Manolo.-
Bueno… al fin se trataba de Dios, no de boberias!
Marta.—
Yo no abandono a mi madre. Tiene más hijos, Pura, nietos, puede costearse quien la sirva. No está en las últimas.
Manolo.—
Mira niña, ya está bien. Una mujer depende de los suyos. Es hija de familia hasta que se casa. Luego pasa a depender de marido. ¿Esta claro?
Marta.—
Muy claro, Y Luego ya depende de sus hijos. Ella no tiene derechos. Tiene que cercenar su personalidad. No puede tener vocaciones, aficiones, preferencias, ideas. Es una cosa siempre de alguien. Y si a su prisión acuden malos pensamientos… que se pudra por dentro, mientras tenga buenas costumbres y cara de santa. ¿Debe ser así?
Manolo.—
No tal… Hasta que se casa. ¡En cuanto tiene hijos ya esta salvada!
Marta.—
¿Salvada de que? Ligada a las grandes renuncias… ¡Sujeta a las fuertes ligaduras…! ¡Que bien!
Manolo.—
¿Y que dice Enrique a esta locura?
Marta.-
¡No le he visto pero me da lo mismo!
Manolo.-
¡Enrique y tus hijos serán tu destino!
Marta.— (Recordando a sus amigas)
Mi Contradestino. (Ríe)
Manolo.—
¿Qué diablos pretendes? Grítalo de una vez para que veamos hasta que punto has perdido la razón.
Marta.—
Muy claro y muy simple. (Se levanta y tira el cesto de coser) Salir de este ambiente que anula y asfixia. Hacerme una vida propia y vivirla.
¡Dispondré de tiempo y me podré entregar a lo mío, la mejor parte, con cierta libertad e independencia!
Manolo.—
Tu lo que eres es una novelera. ¡Por algo quemaba yo tus papelotes! ¡La niña cursi del diario y los versos a la luz de la luna. ¡Si me dejaba en ridículo ante toda la ciudad. Se reían mis amigos de mi hermana… ¿Y todo por que? Yo te lo diré, (se encrespa) Endiosamiento. Creerte sabia grande, por cuatro bobaditas que caían bien en el colegio. Orgullo, endiablado orgullo!.
Marta.—
¡Tenias que haberme quemado el alma, hombre! Pero la dejaste escapar por los agujeros de tu insidiosa vigilancia. ¡No obstante me hice unos conocimientos que me aislaron de tus juicios y prejuicios!
Manolo.—
¡Infeliz! ¿Qué títulos te acreditan?
Marta.-
No seas injusto. Tu sabes que no pude llegar a nada porque lo viejos conceptos de mis padres hicieron mella en mí. La niña tiene cualidades para la música,— El piano del fregadero la esta esperando.— Sr, la niña tiene cualidades para el estudio.— La carrera del matrimonio quiero para mi hija.-. Señores, la niña puede presentarse a tales oposiciones. (…) … intelectuales ni oficinistas, sino amas de casa.
Manolo.-
¡Lógico! Naciste en una pequeña ciudad, medio ambiente, gentes de buenas costumbres. Y los padres obran con los hijos como les parece más conveniente!
Marta.-
¿Y cuando, quién, contó alguna vez conmigo? Yo sabia lo que quería, lo que prefería!.
Manolo.—
Hay que seguir líneas normales. Formar. Encajar en una disciplina, ser útil a los demás…
Marta.—
¡Eso va contra el libre albedrío que Dios nos da!
Manolo.—
Bueno al grano. ¿Qué tienes para la lucha? Ni una especializaci6n, ni un certificado acreditativo…!
Marta.-
Soy yo ¿entiendes? Lo que llevo dentro. Y no se trata de la fama, el aplauso, el dinero… yo.. yo… lo que llevo dentro. Volcarme hacia fuera. Desahogarme. Dar lo que pueda y quiera a quien quiera recibirlo. O comunicarme hacia la
posteridad después de muerta ¿Qué mas da? ¡El caso es realizarme, realizarme!
Manolo.-
¿El que? ¿A quien? No lo entiendo. Infeliz. Desgraciada… Vive la vida que quieras, pero no la escribas por favor. Eso es una cobardía. Solo escriben los derrotados o los desesperados.
Marta.-
Falso. Escriben los que pueden escribir, pintar, hacer música, una estatua, una muñeca una flor… Es abrirse, darse, ser. Lo demás es vegetar, matar el tiempo y morir.
Manolo-
Loca de atar, loca, loca… tendrás que ganarte la vida al mismo tiempo…
Marta.—
Tendré horas blancas, azules o rosas, todas mías…
Manolo.—
¡Yo la mato! ¿Y quien ocuparía aquí tu lugar?
Marta.—
Tú, ya que no encontrarás nunca trabajo adecuado!
Pura.-. (Entrando)
No. Otra vez discutiendo no, Manolo, que poco tacto… Déjala. ¿Se quiere ir? Mamá la ha dado permiso. Es muy quien… Si la mata o
no, su marcha, es ya, otra cuestión que vendrá después. ¡No la entiendo…! Pero esto se acabó. Yo me encargo de mamá. la casa, tu los niños… la compra la costura… Vengan las llaves y vete de una vez! (…)
La misma situación sin Marta.
Manolo.-
¡Que nos planta! ¡Que está decidida! ¿Has visto?
Pura.—
Es que parecéis tontos. Mamá lo esta llevando por lo indirecto y tu por la tremenda. Nada de eso. Hay que hacerlo por lo hipócrita.
Manolo.—
¿Qué estás pensando?
Pura.—
¡Que esto se quede en agua de borrajas!
Manolo.-
No se manera. ¡Como no la de de guantazos… no se!
Pura.-
¡Tienes que hablar con Enrique enseguida!
Manolo.—
¡Eso está muy frio!
Pura.-
Quique la quiere. Es costumbrista. No concibe un nuevo amor. Lleva muy consolidada la idea del matrimonio con una buena chica, habilidosa, amita de su casa, administradora de huchas pobres… Nada de violencias ni de guantazos. Le dice que se va y por que se va. Quiere escribir y aquí no puede. Eso es todo. Que la ayude… Que la cerque, que la mime…
Manolo.—
¡Ese no sabe hacer eso y ella calza muchos puntos!
Pura.-
Ella le aprecia. Ha vivido también la idea del matrimonio con él. Enrique representa en ella la idea del hijo.
Manolo.-
Entonces se trata de…
Pura.-
De hacerla compatible, eso y lo otro. Escribir y el hijo.
Manolo.-
Caracoles, tu si que eres la lista de la familia.
Pura.-
¡Tenemos que impedir su rotundo fracaso. Tanta novelería. Mas vale que pise la tierra firme. Enrique no se la deja escapar si tocas su
amor propio de hombre y sus intereses. Es un pobrete y aquí hay algo. Para ellos sería la casita de la carretera. No está mal. Allí puede ella escribir y tener el hijo.
Manolo.—
¡Muy bueno! ¿Cuántos días quedan?
Pura.—
Estamos a viernes y se van el domingo… Anda no pierdas tiempo… Y que seas listo y lo hagas todo bien… Indirectamente, con maña, con vista… Anda… Anda…
(Manolo sale y cae el telón)
QUINTO CUADRO
Marta sale de misa como cualquier chica de buenas costumbres de viejas capitales de provincia castellana. Enrique sale a su encuentro, como cualquier novio de su tiempo. Se sientan un rato en la terraza del bar y hablan.
Enrique es un hombre atildado, cuidadoso en detalles, pagado de sí mismo, pendiente del que dirán, formal, o sea, corriente.
Enrique.—
¡Buenos días preciosa! ¡Casi no llego!
Marta.—
¡Hola Quique! Buen tiempo, ¿verdad?
Enrique.—
Espléndida mañana ¿Nos sentamos? ¿Tienes que hacer?
Marta.-
Puri lleva ahora la dirección de la casa ¿sabes? Bueno todo lo enreda, hasta que se acostumbre…
Enrique.—
¿Cómo es eso? ¿Y no se le caen los anillos?
Marta.-
Ya ves, casualmente de algo relacionado con… Con eso tenía que hablarte.
Enrique.—
Yo también tenia que hablarte. Telepatía ¿no?
Marta.—
¡Pues empieza tu!
Enrique.—
¡No tu, estaría bueno!
Marta.-
Pues a ello. Mira, estoy viviendo un momento de grandes decisiones.
Enrique.—
Decidiremos los dos ¿no es así?
Marta.—
(silencio)
Nuestro amor, lo nuestro, nuestras relaciones… ¿No crees tu en serio que a nuestro amor le pasó el momento? Anda, se valiente
como yo. Reconócelo.
Enrique.—
Absurdo niña, Al amor de verdad, nunca se le pasa el momento, es eterno. El amor si es de verdad es de siempre y para siempre.
Marta.—
Pero…
Enrique.—
¡No, no, déjame acabar! El amor no es estático, sino que evoluciona como la persona, pero por eso mismo si es auténtico no se pierde, se va transformando a la vez que creciendo o madurando.
Marta.—
¿Hasta dejar de ser amor?
Enrique.—
¡Que disparate criatura! ¿Entonces los casados no se quieren?
Marta.—
¡Se quieren!
Enrique.—
¡Y se aman! ¡Hombre, siempre hay excepciones…!
Marta.—
Yo creo que nosotros vivimos hace años de la vieja y fuerte ilusión que hubo, una vez… ¡Si todo en la vida es un momento, cuanto más un sentimiento tan impresionable como el amor!
Enrique.—
Como has amanecido niña. Menos mal que no te hago caso (Silencio) o sea que para ti fue flechazo, amor de amor, leyenda y nada más. ¿Me muero del susto?
Marta.—
Espera. Sincero, pero muy sincero. ¿Para ti que fue? ¿Qué es hoy?
Enrique.—
Pera mi no fue, es, ¿Así es que para ti ya no vale? ¡Que caso! ¡Si no hubieras tropezado con un hombre firme, sensato y normal esto nuestro hubiera terminado ahora mismo, con el consiguiente aldabonazo!
Marta.—
¡Firme, sensato, aldabonazo..! ¿No ves que son frases que no caben dentro de le palabra amor?
Enrique.-
¡Oye, nena… (con sorna) tu estás novelando! No pretenderás que te tome en serio, porque si te tomara tendría que ir inmediatamente a tirarme de la torre de la catedral.
Marta.— (carcajada)
¡No te creo capaz de hacer eso por mi! Yo hablaba en serio, solo que…
Enrique.-
¿Acaso puede haber otra para mi? No. Mi
sentimiento no fue impresionable, sino autentico, madurado… ¡fue primer amor, segundo amor, tercero y último amor! Sabes que has sido mi sostén e ilusión en mi lucha por la vida, sabes…
Marta.—
No quiero herirte, pero… (Pensando) ¡hay que ver que cosas se vuelven a oír en los momentos culminantes!
Enrique.- (Tomando postura)
¡Te hice un libro de versos…!
Marta.—
¡Quique por Dios, eso no! ¡Tu no hiciste un verso jamás! (carcajada)
Enrique.—
De verdad recuerdo uno que decía…”Cuando pasen lo años y se encorven, hacia la tierra nuestros cuerpos”
Marta.—
¡Quique no sigas, que me conozco todas las antologías!
Enrique.- (Riendo)
¡Bueno esta era extranjera, pero lo sentí!
Marta.- (Sigue el verso)
(…) … te la estrecharé más fuertemente, y este amor que se pasa como un sueño…
Enrique.—
“Vivirá dentro de mi pecho siempre” (Carcajada)
Marta.- (Riendo también de buena gana)
¡Tu sabes que no es tuyo Enrique!
Enrique.—
¡Me lo habrán plagiado! Bueno dime de una vez que es lo que quieres. ¿Amar a otro?
Marta.—
No, no se… bueno no iba por eso la cosa… No se si un hombre que viviera mis afanes, que tuviera una vocación, que sintiera la necesidad de una entrega a algo… me entendería!
Enrique.-
¡Como que yo no te entiendo! ¡No te amaría tanto si no te comprendiera! ¡Quieres dedicar tu vida a escribir y eso es todo!. ¿Y yo no estoy de acuerdo?
Marta.—
Nunca lo he notado. Creía que te reías de mi afición…
Enrique.—
Contemporizaba con los tuyos, les daba coba.., pero yo nunca pensé negártelo. Incluso pensé ayudarte.
Marta (sorprendida)
¿Tu Enrique, tu? Nunca lo demostraste.
Enrique.-
Yo te amo tal y como eres. Y te amaré como seas o como creas que eres.
Marta.—
Como soy.
Enrique.—
¡Pero yo te veo primero como madre de mi hijo!
Marta.-
¿Ves? Me engañas. No eres este sino el que yo conozco. Moro y bien moro. Tu madre te sirvió de coronilla y la dejaste hacer… Casado como otro cualquiera, anularás la personalidad de tu mujer para ponerla a tu servicio.
Enrique.— (Riendo)
¡Pero que dices… tu que sabes…no afirmes! ¡Claro que un hijo, cuesta mucho de sacar adelante lavarlo, sostenerlo, educarlo.., pero incluso en esto te ayudare!. ¡Ya sabrás manera de hacer las dos cosas, escribir, crear y criar, publicar y educar… De todo!
Marta.—
¡No creí que pensaras así!
Enrique.— Jamás me meteré en si escribes o no. Tendrás plena libertad de acción y mira, para tu cumpleaños te regalo una máquina.
Marta.-
¿Una máquina de escribir…? ¡Que maravilla! No lo creo. Me desconciertas. Yo pensaba romper contigo para poder escribir. (…)
Es lo mío Enrique. Compréndelo. Tal vez mis amigas han echado leña al fuego y me han llevado a reconocer que aún puedo estar a tiempo. Por eso te decía que era época de decisiones.
Enrique.—
Yo te ayudaré. Seré tu agente. Llevaré tus cosas a editores o empresarios. Lucharé a tu lado y te daré todo mi sentido práctico para la lucha. Los soñadores proyectáis más que hacéis. Yo, yo te lo haré realidad…
Marta.-
¡Pero… que me dices si casi no me lo creo!
Enrique.-
Nos casamos, que ya va siendo hora ¿verdad? ¡Nos vamos a vivir a la casa de la carretera, y ya verás. Primero debes hacer obra y dejar ya de soñarla. Quiero ver folios y folios, y conforme lo vayamos viendo realizado, a colocarlo.
Marta.-
¡Algo me dice aquí dentro, que…!
Enrique.—
Asciendo el próximo mes, así que se acabaron las largas relaciones, te haré feliz! ¡Tendrás una preciosa casita muñecas, hijos, flores, pájaros, alegría y allí en la mejor habitaci6n, tu escritorio. ¿Vale?
Marta.—
Pero es que… yo necesitaré mucho tiempo.
Enrique.—
Y yo haré que te lo respeten los demás. Se acabó. Lo que tu quieras. Montaré una gran biblioteca para que te documentes, aunque me parece que lo tuyo es imaginación.
Marta.-
Creación, fantasía, sueños, sucesos, y pintar tipos. Eso me encanta. Adivinar la historia de cada cual por su tipo y semblante… Pero es
que… Ocurre… Había quedado con Filo.
Enrique.-
¡Tu sabrás manera de resolver papeletas. (No quiere enterarse) Una mujer como tu, sabe combinar a la perfección su destino personal, con el político, el social, el vocacional. ¡Pues claro…! ¡Siendo inteligente…!
Marta.-
No se… Te sale todo tan redondo… Lo mío es muy sencillo.
Enrique.—
¡Lo se y no me ofendas dudando! ¡Yo te quiero como siempre y como nunca! !Así que lo que quieras y como quieras tu! ¡Soy tu esclavo!
¿Qué más pides?
(Marta se deja llevar preocupada, indecisa, incrédula, pero a su vez, contenta y halagada.)
SEXTO CUADRO
Marta anda como ausente, ensimismada, lejana… Sobre la mesa hay unas cuartillas, donde anota ideas de vez en cuando Mientras
tanto limpia el polvo. Se para. Habla consigo misma. Lleva a su personaje dentro de sí misma con ciertas analogías con su persona.
Marta.—
Teme morir porque no quiere perderse. Hay en ella un terco anhelo de supervivencia. Se ama en esencia por encima de todo. Pero el cuerpo se vence, la enfermedad se lo lleva. ¡Y exclama! ¿,Donde volveré a encontrarme?¿Dónde nos hallaremos de nuevo alma mía, tu y yo? ¿Qué se hará de nuestra amigable compañía?.— (Marta lo escribe) ¿Tu burlándome desde la gasa de la nube más alta? ¿Mis pies ya presos por siempre del lodo del barrizal eterno? Ya no podré alcanzarte por mucho que me estire, porque estos brazos estarán secos, podridos ¿Y cuándo y donde me sentiré yo misma de nuevo? ¿En las alas de una mariposa? ¿En la corola de una flor? ¿En las patas del gusano? ¿O en la tarde de lluvia, filtrándome en la tierra lentamente?
Pero no siente el dolor corporal. ¿Olvidaría su yo profundo si el dolor la atenazase? Cuando el espíritu llora, no pueden reír los labios, pero cuando el espíritu es fuerte y quiere volar…
(Muy despacio entra la madre, en su sillón de ruedas. Pero Marta está alegre y confiada)
Marta.—
¡Hola madre! ¿Cómo te encuentras? Bonita tarde ¿verdad? Estoy loca, estoy contenta.., desde que se que voy a poder ser yo me siento como liberada de un gran peso. Mira estoy escribiendo. Mi imaginación se hace más fuerte, más vigorosa, más atrevida. Me atrevo con todo.
(La madre hace un gesto de desconsuelo y desengaño)
Marta.—
Aún no tengo lo que se dice un oficio, o una preparación, pero creo que voy a atreverme con todo, novela, teatro, poesía…
Rosa.—
¡Quique dice que ya no te vas con Filo!
Marta.—
Si me voy mamá. Pero vuelvo a casarme. Tengo que ver a mucha gente, hablar con unos y otros, hacer unos trabajos de colaboración que me han encargado a través de Laura… tengo muchos proyectos!
Madre.—
¡Y muy egoísta! ¡Aún no te has ido y ya no me ves…!
Marta.-
No madre, no me digas eso. ¿Quieres que te arregle y te saque un ratito al sol?
Rosa.-
¡Cierra la ventana! ¿No ves que estoy rilando? ¡No ves nada! ¡Si no estás en tu sano juicio!
Marta.- (Sorprendida)
¿Cómo? ¿Qué? ¿Te sientes mal?
Rosa.—
Mal es poco. Muy mal. Mira aquí, una punzada de dolor…
Marta.—
¿Es mucho, madre? ¿Llamo al medico? ¡Pura, Justa, Manolo!
Rosa.-
¡No te molestes que no hay nadie! ¡Estamos solas las dos!
Marta.-(Corre a teléfono)
¡El de urgencia viene volando!
Rosa.—
Yo no necesito nada. ¡Lo que tenga que ser, será.! Me quedé traspuesta y soñé. Me asustó mi sueño y desperté malísima.
Marta.—
Eso no es nada. Verás, te hago un poco de tila. Nervios. La comida que te sentó mal.
Rosa.—
No se me pasará me des lo que me des. ¡El mal no tiene remedio.
Marta..- (No obstante entra y sale con la tila al momento) ¡
Anda, bebe, tranquilízate y me lo cuentas!
Rosa.-
Miedo. Un presentimiento. Moría sola. Te llamaba y no acudías.
Marta.-
No te oiría.
Rosa.-
¿Cómo me ibas a oír si no estabas?
Marta,-
¡O sea, que soñabas!
Rosa.—
¡Y yo sola, sin poderme valer! ¡Y tu lejos, fuera…!
Marta.—
¡Tienes más hijos, nietos…!
Rosa –
Y da la casualidad que el único que yo necesito es a ti.
Marta.—
¡Es la vida madre, que le vamos a hacer!
Rosa.—
¡Si yo quiero que te vayas, que te hagas célebre pero… (llora) soy tan desgraciada!“
Marta.—
¡No empieces madre!
Rosa.—
Esta pobre vieja, esta pobre madre, ¿Qué hará sin su pequeña? ¿Quién puede ocupar tu lugar?
¡Si pudieras comprenderme!
Marta.—
De todas formas me vaya o no, me caso, igual te quedas sola.
Rosa.—
Ya lo he pensado. De momento viviréis con nosotros.
Marta.—
No se a que viene esto ahora. Quique habló de la casa de la carretera. Manolo dijo que tu lo deseabas.
Rosa.—
¡Dios Santo, que ceguera! ¿Pero es posible que no te des cuenta de que me acecha un grave mal? ¿Qué no notes que se me está acercando la hora?
Marta.—
¿La muerte? Que disparate. Un mareo a cualquiera le da. ¡Si estás muy bien, aparte de las piernas, no tienes nada!
Rosa.—
¡Eso lo dices tu y los médicos, pero no mi corazón ni mi cabeza! ¡Tengo unos dolores…unos choques nerviosos en el cerebro! Pierdo energías. Pierdo vista. Tengo una depresión. Y tus hermanos son torpes, indecisos, cobardones…
Marta.—
Egoístas y nada más. Muy comodones.
Rosa.—
No es eso. Es que… o se nace valiendo para todo como tu o no valiendo para nada.
Marta.—
¡Bueno, el caso es que estás ya mejor! Te llevaré a descansar un rato y luego hablamos en serio.
Rosa.— (Ñoñeando)
¡No se cree que estoy enferma, no se lo cree! Ya lo veo bien claro. Por encima de todo, ella se va de mi lado. Ella me abandona, ella me deja…
Marta.-
¡Madre!
Rosa.—
¡Pues no me volverás a encontrar! Ese será tu castigo! Yo se que tengo el fin próximo. Yo moriré sola como un perro, y tu vivirás tu vida. Pero luego… cuando ya no me encuentres…!
(Marta entra y la deja un rato mientras sale muy disgustada. Entonces la madre empieza a gritar)
Rosa.-
¡Pero no te irás sin que te grite todas las verdades! Tu estás loca. Fracasarás, llorarás ¿Quién te ha dicho que eres un genio? ¡Papelajos, escritajos, nobelerías! La culpa la tengo yo por haber dejado en tus manos tanto librajo. ¡Si te hubiera castigado cuando vi que te torcías…!
Marta.—
¡Papelajos, escritajos, que me torcía…!
Rosa.-
¡Si te hubiera puesto a trabajar y a ganarte la vida para nos fueras útil! ¡Bien la erramos contigo, bien!
Marta.- (Tapándose los oídos)
No lo merezco. No quiero oírlo…!
Rosa.—
Pero tu que sabes lo que es la vida. ¡Si has volado sobre ella como una mariposa, sin pisar la tierra… que sabes de la vida! ¡Ni del dolor…!
¡Aquí estaba tu madre, al frente de todo, enérgica y eficaz, quitando escollos de vuestro camino!
Marta.—
¡Mamá!
Rosa.-
¡Que vas a conseguir tu, desgraciada! Piensa, piensa ¿Quién te recomienda? ¿Quién te lleva de la mano? ¿Qué relaciones tienes? ¿Qué títulos acreditas? ¿Qué padrinos te bautizan? ¿Qué fortuna te sostiene? ¡Tu no harás nada de nada! ¡Es decir, harás el ridículo! Abandonas a tu madre, la dejas sola y total ¿para que? Para fracasar.
Marta.—
Pero madre, no hemos quedado en que se trata solamente de un ensayo, de hacer que me lean algunos editores, algunos empresarios, convencerme por mi misma, conocer otro ambiente. Que volveré y me casaré y todo será normal…
¿No hemos quedado en eso?
Rosa.—
¡Si, si, lo que es como te vayas…! ¡Y ese imbécil de Enrique que cree mejor política decirte a todo que bueno…!
Marta.—
¡Si yo no voy a hacer nada malo!
Rosa.—
Recapacita ¿Crees que es tan fácil meterse en un círculo literario? ¿Cómo vas a destacar? ¿Quién te ha enseñado? ¿Esas memas? ¿Esas frescas? Ellas no tienen novio. Ellas no tenían otro porvenir que hacerse chupatintas. Tienen que ganarse la vida. Y que no presuman de novios ni de trabajos serios, ni de importantes, ya las veo yo venir… lo que son es unas…
Marta.—
No las ofendas. Nada te han hecho a ti. Y nadie puede juzgar a nadie. Son buenas amigas, me quieren, se interesan por mis cosas… intentan ayudarme, eso es todo.
Rosa.—
¡Ay Señor… que mal me ha sentado acalorarme! ¡Que nervios! ¡Ahora si que me pongo peor…! En serio Marta ¡Tu madre esta muy malita… ay…ay…!
Marta.—
Un momento madre, no me asustes, ¿te llevo azahar? ¿Te pongo un calmante? ¿Qué sientes?
Rosa.—
¡Ay, me mareo, un médico, tus hermanos, la parroquia!
Marta.—
¡Calla por Dios…(Entra y sale, prepara una cucharada de azahar) No me asustes. Mira ya viene Pura y Justa. Justa, Justa vete a llamar al médico, rápida por favor… corre, corre!
Pura.—
¡Vaya por Dios! ¡Ya la has dado otro disgusto! ¡si la Estás matando! ¡Te has empeñado!
Marta.—
No digas absurdos, no he hecho nada, no he dicho una palabra.
Pura.—
¡Te vas, te vas tercamente…!
Marta.—
¡Y vuelvo, déjame hacer una prueba!
Pura.—
¡Idiota! ¡Como sabes que está enferma y te necesita…
(Pasa)
Anda mamá ven que te tumbo. Toma esto cielo… ya verás como no pasa nada, no llores, no te asustes… ¡Sabes que te necesita! ¡Está acostumbrada a ti, además su disgusto es ver que vas a hacer un disparate y ella no lo puede evitar. Te vas a perjudicar a ti y a los demás.
Marta.—
¿Un disparate? ¿Por que? No, no Marta, defiéndete, no pierdas tu ocasión. (Piensa) ¿Está enferma de verdad? ¿No será un artilugio para retenerme? ¡Oh, Señor, como puedo ser tan mala! ¡Como puedo pensar que tengo la culpa de su estado de nervios…!
Pura.- (Dentro)
¡Y la matas, y la matas!
Marta.—
¡Sal, Pura, por favor, un momento! ( sale) ¡No se trata le que eches leña al fuego, sino de que me ayudes! ¡Quítalo importancia, no voy a hacer nada malo, Enrique está de acuerdo… Me voy solo temporalmente. Vuelvo a casarme… ¿Qué más puedo hacer?
Rosa.- (Dentro)
Déjala hija, Pura, ven conmigo… Déjala… Que se vaya. Dame otra cucharadita de azahar. Es dura como una piedra. Pero… Pero… ¡Ay que mal me encuentro! ¡Pero… Para mí ha terminado! ¡No tengo esa hija… No… No…. Como si se hubiera muerto!
Marta.-
Yo me voy, me voy, y me voy. Pero ¡Dios mío! ¡Haz que sea cuento! ¡Haz que no esté enferma mi madre! ¡Haz que no me tenga que arrepentir!
INTERMEDIO
REACCIONES
Como todo casi, va a ser conversación telefónica, interesa cortar la escena y poner en un ángulo o como fuera de ella una cabina telefónica.
Habitación de una joven, teléfono en la mesilla, una maleta preparada y una gran carpeta llena de folios. Marta pasea muy preocupada por la habitación.
Marta.-
¿En realidad quien me ha dicho a mi que soy escritora? ¿De donde saco yo, que ese es mi destino? ¿Qué prueba que valgo? Sin duda que soy una gran egoísta, ni me importa mi madre, ni… ¡Oh tengo un disgusto…! ¡Una falta de seguridad en mí! ¡Tengo un fallo de voluntad… una falta de decisión…!(Suena teléfono)
Filo.—(Al otro lado de la cabina)
¡Hola encanto! ¡Qué, dispuesta ya ¿Dónde te espero? ¿Prefieres que te recoja en casa? ¿Sabes a la hora que sale el tren?
Marta,-
¡Deseaba y temía tu llamada! ¡Quería decirte…!
Filo.—
¡Ya tengo los billetes. Vamos a organizarnos. Diez minutos tardas de tu casa a la estación y cinco yo. Voy a tu casa. No me cuesta trabajo. ¡En esos cinco minutos llego!
Marta.—
¡Pero escucha Filo…!
Filo.— (Deja la maleta a sus pies)
Estoy contenta ¿sabes? Le dimos unas referencias tuyas formidables! ¡Te espera encantado!
Marta.-
¿Quien? ¿A quien? ¿Qué dices?
Filo.-.
De tu nuevo jefe niña, ¿de quien si no?
Marta.—
¡Sí… Bien, la cosa esta en que yo…!
Filo.—
¿Estas sola? ¡no parece que hablas con libertad!
Marta.-
¡Completamente!
Filo.—
¡Ya verás la alegría que te supone la libertad! ¡Depender de ti te da mucha seguridad! Hacerte a tu gusto las amistades, cambiar de costumbres… Conocer gentes nuevas…
Marta.—
¡Si embargo, no se si se lo que me hago, porque…
Filo.—
El cielo, el sol, el aire, la tierra, ser más tuyos. Será como salir de prisión. Correr, bailar, llegar a casa tarde, gritar si quieres, vivir sin que nadie te diga: eso si, eso no se hace.
Marta.-
De verdad que eres simpática y no sabes lo agradecida que estoy.
Filo.-
¡Renacerás en ti, serás la vieja, la nueva y la de mañana!
Marta.-
¿Es que no te das cuenta de lo que intento decirte? No ves que no puedo… no me hagas sufrir.
Filo,—
Querrás decir que vacilas, que te falta decisión…
Marta.—
¡Lo que me va faltando ya, es el aire para respirar!
Filo._
¿Ya te han hecho mella unos y otros? ¿O eres una veleta?
Marta.—
¡Si al menos tu Filo, pudieras comprender…!
Filo.—
¡Nos harías quedar muy mal, con el Jefe, con la Pensión, con.. Todo!
Marta.-
¡No lo quisiera! !No me gusta quedar mal…!
Filo.—
¡Venga tienes que ser valiente! ¡A la lucha niña! ¡A lo tuyo!
(Marta lucha desesperadamente consigo misma. Todo en ella son fuerzas contrarias)
Marta.—
¡Filo por piedad, ponte en mi caso, no sabes como padezco!
Filo.—
Rompe con todo. Fuera pesos muertos. ¿Sabes que te vamos a presentar una tertulia de artistas donde leerán tus cosas? ¡Gente imponentísima, pintores, poetas. Te relacionaremos. Tenemos unos planes… Vamos a poner más afán en tu triunfo que tu misma. ¿No te hace ilusión?
Marta.—
¡Si pero… No!
Filo.—
No nos defraudes. ¿No tienes voluntad? ¡Ya! (enfadada) ¡No puedes dejar ni a Quique, ni a Manolín, ni a la chacha, ni al pajarito verde.
Marta.-
¡No puedo dejar a mi madre! ¿Qué culpa tengo? ¿Y no es digno de alabar que sea capaz de renunciar a todo para ser buena?
Filo.—
Eso que dices apenas les sirve a ellos y a ti no te sirve para nada. Además ¿te digo la verdad.? ¡Son falsos, cobardes, retorcidos…!
Marta.—
¡Ganaré méritos para la eternidad!
Filo.—
Según como se mire, si Dios te dio un talento que no vas a utilizar por falta de valor y voluntad… ¡Te niegas a tu destino!
Marta.-
¡Quiero ser buena, quiero ser buena?
Filo.-
No ves que a nadie le importas tu, ¿Cómo va a importarles tu vocación, aficiones, talento…? ¡Marta, tu vida, tu obra, tu tiempo! Volverás a ti mil veces y ya no podrás hacer nada. ¡Te coaccionan te (…)
Marta.-
¡Como te pones! ¡Yo siento hacerte daño también a ti! Pero…!
Filo.-
¡Estoy tan furiosa, que si estuviera frente a ti, no se que haría! ¡Eres débil, blanda, irresoluta…!
Marta.-
No tanto. Espera, voy a demostrarte que te equivocas.
(Marta deja el teléfono y va hacia la carpeta llena de folios.)
¡Mira Filo, se acabó mi tontería, ya no estoy loca. Voy a curarme! Voy a purificar mis ideas y mis intenciones en el fuego!
¡Yo quiero ser una mujer buena y nada más! ¡Y esto es mi gran pecado de vanidad y soberbia!
Filo.-
¿Qué vas a hacer? ¿Te estás volviendo loca?
Marta.-
Ahora mismo voy a quemar todo lo que más amo. ¡Atiende! (Conforme va leyendo títulos va arrojando las obras al fuego.) “Los reflejos del Iris en mi alma” “Ilusión de amanecer” ¡Fuera, fuera tonterías! “Tuve un amor contrariado con Julieta” ¡Si será boba…”
Filo.-
¡Marta, un momento, espera, voy…!
Marta.-
“Al filo de la medianoche” “La plaza sin salida” “Los senderos prohibidos” “La madre del ovillo verde” “La otra voluntad” “Cuadros de mi niñez” “Adolescencia negada” “Romance de hoy” “Cuentos de mi niñez” “La campana de la torre vieja” “La vida en suspense” “Acción contra pensamiento” “En busca de unidad” “Renacer” “Al otro lado de la montaña” “La sirenita y el viejo” ”El príncipe de fuego” “Triste canción en la noche nevada” “La tierra mañana” “Los otros ideales” “Simplicidad poética” “Leyendas escenificadas” ¡Todo… Todo… Fuera todo! ¿Oyes el fuego? ¡Quiero ser cuerda, sensata, buena, normal…!
Filo.—
!Volverás a ti! ¡Te arrepentirás! ¡Las escribirás de nuevo y siempre te dolerá porque ya nunca volverá a ser lo mismo!
Marta.—
¡Dime ahora que no tengo voluntad! ¡He concluido! ¡Por mi madre y por mi hijo! ¡Me he vencido, me he vencido!
Filo.—
Me das pena. Volverás a ser la que eres, la misma, y no lo dejarás de ser, hasta que se fundan de nuevo las campanas de la torre vieja
Adiós (Grita) ¡Se me va el tren! ¡Mándame una copia de la próxima!
Marta, cansada, rendida… Cuelga el teléfono. Filo sale de la cabina con su maleta. Marta saca las ropas de la maleta y las tira, llena con ellas la habitación.
TELÓN
SÉPTIMO CUADRO
Estudio actual muy pequeño. Estanterías, mesa de despacho, mesita con máquina y tresillo sencillo y cómodo. Una Marta mayor, muy dulce y muy cansada (de 45 a 60 años) escribe a máquina con rapidez. De vez en cuando descansa la cabeza
sobre la palma de la mano. Hace un esfuerzo y continúa.
Llegan Filo y Laura, también con las huellas del tiempo transcurrido.
Filo.-
¿Se puede? ¿Interrumpimos?
Marta.-
Que alegría de veros por aquí. Ya veo que no me olvidáis del todo. No sabéis lo que para mí supone esta visita.
Laura.-
Ya… Proyectos gastados, recuerdos queridos, años perdidos.
Marta.-
¿Perdidos? Para unas cosas sí, para otras ganados.
Filo.-
Nada de lo que se vive se pierde. Se vive eso es todo.
Marta.-
¿Os sentáis un ratito?
Laura.-
Estaremos muy poco. Primero porque estamos llenas de apremios, segundo porque tu tiempo es oro… ¿No es eso?
Marta.-
Como me alegro de veros ¿cuánto tiempo hace Filo? ¿Desde entonces? Si alguna vez, …y como no-, con un triunfo cualquiera, de lo que en la vida se suele llamar triunfo, popularidad, ¿sabéis una de sus razones? Pues era creer que volverían las viejas amistades, sí, todos aquellos hombres y mujeres que encuentras en el camino, que te hacen mella y que luego se pierden en el tráfago del mundo. Gentes que no puedes ni quieres olvidar y que, sin embargo, no se sabe donde paran.
Laura.-
¿Volverían al reclamo de la publicidad? ¿Tu crees?
Marta.-
Digo yo. Me felicitarían, me llamarían, vendrían.
Filo.-
No lo creas, algunos, los demás serían gentes nuevas, sin recuerdos, sin envidias. Los otros pasarían al enemigo.
Marta.-
¡Me pones triste! ¿Queréis tomar algo?
Laura.-
No, no, si nos vamos, ¡en serio!
Marta.-
¡Todavía pienso a veces quien puede creer en mí!
Filo.-
¡Nosotras desde luego!
Marta.-
Que terca obsesión la mía. A veces me doy pena.
Filo.—
¿Escribes? ¿Copias? ¿Creas? No sonó tu nombre.
Marta.—
Ni sonará. Carezco de condiciones practicas para la vida. Los hay que escriben una obra y la colocan y cuando empieza a dar dinero se dedica a la otra. Yo tengo cerca de doscientas y ahí están. Claro que a todas les falta algo, han sido escritas burlando deberes, entre plancha y cocido… De todas formas espero ocuparme de la parte práctica alguna vez.
Laura.—
¡Hija es que todos tienen algún incondicional que vive por ellos! ¡Tu has vivido para los demás sin que haya surgido nunca ese incondicional!.
Filo.—
¿Y tus hijos?
Marta.—
Desde que se casó la nena, se independizaron. Ahora todos somos libres. ¡Es la moda! Nos reunimos a comer muchas veces en casa,
Nos vemos mucho. Tampoco entienden mucho esta obsesión mía. A veces, ni yo siquiera.
Filo.—
A ti te apremia algo que quieres decir, dejar, dar, comunicar, algo que te afirma y te sostiene a través de los tiempos. ¿Qué es Marta? ¿ lo puedes decir?
Marta.—
No se supongo,— y no voy a decir nada original— que aparte de desalojar el contenido del alma, que supongo abarca una temática muy diversa, debe haber en mi obra como una llamada, como un grito de alerta a la juventud. Porque algo se gana y algo se pierde que no se recuperará jamás. Y ese algo yo creo clama en mis argumentos; lo gritan mis personajes.
Laura.—
Desmaterializar y desmasificar…
Marta.-
Y salvar la individualidad. Devolver al hombre savia y constancia. Recrearle en su libertad. Pero esto lo han dicho mucho, está en el ambiente de contraste. Tiene sus defensores.
Filo.—
Pero cada cual lo da con arreglo a su personalidad. Sigue.
Marta.—
Quiero recordar al hombre que es uno, entre miles. Una inteligencia, una clarividencia y un dolor. Salvarle del falso progreso, de la uniformidad, la ciencia, la tecnocracia, la máquina, la disciplina.
Laura.— !
¡Todo lo que nos anula!
Filo.—
¿Y que escribes ahora, teatro, prosa?
Marta.-
Teatro. En el diálogo caben todas mis contradicciones, mis afirmaciones, mis preguntas sin respuesta, mis combates morales. Creo que es en el don de la palabra que se pierde donde reside la idea y la fuerza del hombre. Pero hablemos de vosotras, que gran egoísta soy. ¿Tu Filo?
Filo.—
Se casaron mis hijos y Paco sigue luchando con su salud, sin grandes enfermedades, nunca está bien. Tengo una nieta preciosa.
Marta.-
Me alegro de lo bueno y siento lo malo… ¿Y tu Laura?
Laura.-
Yo vivo felizmente mi soltería. Viajo, trabajo, me doy caprichos y así vamos tirando.
¿Qué hacías cuando llegamos?
Marta.-
Hago varias cosas a la vez, una me descansa de otra. Las nuevas creaciones siempre apasionan y entretienen más, pero hay que copiar, dar forma, adaptar, actualizar… No puedo perder todo cuanto tengo. Es… La vida entera. Piensa que yo sola, tengo que dar salida y forma a mis muñecos vivos y a mis sueños.
Filo.-
Leí hace poco, de una escritora del día, que la mujer no creaba, que todo cuanto escribía era en torno a su vida, recuerdos etc.
Marta.-
¡Absurdo! ¿Tu has visto algo más fantástico que una mujer fantástica? Pues imagínala con vocación y con oficio ¿creará o no? Lo que ocurre con la mujer es que nace condenada por el hombre y la sociedad. Pero eso lo sabemos todos.
Filo.-
¡Los tiempos cambian deprisa!
Marta.-
No tanto. Las feministas siguen en sus principios a pesar de toda la guerra que dan… (Bien)) Un grupo cada vez mayor se abrirá camino en la literatura, otro en la política, otro en el trabajo de responsabilidad… las demás no pueden con la “garra” que las sujeta. En todo caso cuando una va a rebelarse, con ponerla al cuidado de una cunita blanca… Pero de eso ya estoy liberada, sintiéndolo mucho.
Laura.-
Yo te voy a ayudar como siempre fue mi deseo. Prepárame trabajos organizados. Teatro aparte. Novela, cuento, lo que sea. Voy a hacer que se lea. En serio Marta, prepara, organiza…
Filo.-
Yo también me pongo a ello. Veamos ¿Qué escribes? ¿Qué tienes perfectamente preparado?
¿Qué no podemos llevar?
OCTAVO CUADRO
Despacho de la consulta del Doctor Rey. Se trata de un hombre de aspecto bondadoso. Sale con Marta de reconocimiento. La ofrece asiento.
Doctor.-
¡Siéntese Marta! ¿Tranquila! ¿Un pitillo?
Marta.-
Y bien Doctor ¿curaré pronto?
Doctor.-
¿Vive usted sola? ¿Tiene familia?
Marta.-
¡Tengo hijos! Viven su vida. ¿Pero eso qué?
Doctor.-
¡Me hubiera gustado hablar con uno de sus
hijos!
Marta.-
¿Y porqué? ¿Pues que ocurre? Soy yo la que ha venido a su consulta y debo saber a qué atenerme? No tema Doctor y si hay que operar opere, mientras no me quede ciega…
(Silencio)
Doctor.-
Es usted muy nerviosa. ¡No se hasta qué punto comprensiva y resignada!
Marta.-
¡Por favor, que me va a hacer poner en lo peor!
Doctor.-
Bueno, ¡Ya sabe usted que la medicina nunca tiene la última palabra! Por encima del diagnóstico médico hay otras de orden superior.
Marta.-
¡Los preámbulos me horrorizan. ¿Acaba de una vez? ¡Por favor!
Doctor.-
La naturaleza hace milagros asombrosos pero… ¿Y los que hace Dios? La ciencia se somete
muchas veces al milagro de cada día.
Marta.- (Levantándose)
¡Que espanto! ¿Con… con límite de tiempo?
Doctor.-
Es difícil determinar… Pero…
Marta.-
¡Tiempo, tiempo, necesito tiempo! ¡Solo pido tiempo!
Doctor.-
¿Trabaja? ¿En qué trabaja?
Marta.-
Escribo.
Doctor.-
¿Vive de lo que escribe?
Marta.-
¡Vivo por lo que escribo?
Doctor.-
Se de algunos escritores con defectos de visión, célebres. También hay buenos secretarios
que se entregan. Y ahora tenemos el casete, buen invento ¿verdad?
Marta.-
¡Lo que me está diciendo es francamente brutal!
Doctor.-
Pensé no decírselo. Quise llamar a un hijo. Pero… después de todo… dudé, ahora me alegro de que sepa cuanto antes la verdad.
Marta.-
¡Ni gafas… Ni tiempo… No es posible!
Doctor.-
Serénese. A poco que ayude la naturaleza y contribuya usted con su moral… Además lo mismo se queda de una mala meningitis.
Marta.-
¡Ciega? ¡Lo que se dice ciega! ¡Se trata de una mala pesadilla, despiérteme por caridad!
Doctor.-
¡No vaya tan deprisa! ¡Los médicos nos equivocamos! ¡De todas formas hay que luchar! ¡No es usted la única!
Marta.-
¡Que gran fracaso! ¡Si usted supiera doctor…!!
(Llora)
Doctor.-
¡Cuente hija, los médicos somos como los sacerdotes, verdaderos depósitos del dolor humano! ¡Desahóguese, cuente…!
Marta.-
¡He estado loca toda mi vida!
Doctor.-
A veces se requiere la locura para afrontar circunstancias.
Marta.-
¡He pasado el tiempo obsesionada! ¿He vivido realmente? ¿He sido yo de verdad? ¡Un anhelo de darme subjetivamente a quien quiera recibirme! ¡Un ansia de expansión, de comunicación plena! ¡Mucho sentimiento! ¡Incomprensión de infancia, sucesos que obligan a concentrarse y folios, folios, folios…
Doctor.-
¡Siga, siga, expláyese, no se detenga, la escucho con fervor, con respeto y cariño, no se detenga!
Marta.-
¡Aquél papel blanco representaba miles de almas en las que yo confiaba para salvarme y que a la vez me pedían que interviniera en sus vidas!
¡Una comunicación que partiera de mí! ¡Que consuelo! ¡Ello hacía que me sintiera alguien, importante…El mundo estaba lleno de almas gemelas que había que unir y ligar entre sí. Eso podía hacerlo yo. Por medio de aquél papel yo transmitiría ideas, consuelo, cauces, paz… Mi familia, las gentes de mi tierra, los pretendientes, se asustaban de mí. Barreras, diques… Despreciar y reírse de lo que tanto dolía y tanto amaba. Menospreciándolo. -¡Está loca! ¡Que se habrá llegado a figurar! ¡Que lave, planche y friegue, es lo suyo, ¿acaso no es mujer? Y desde siempre las monjas me detestaron y contra el prejuicio, el tópico, la intransigencia.
-La mujer debe ser exquisitamente femenina.
Debe amar a los niños, a los pájaros, a las flores, que sepa cocinar y llevar una casa. Que no pregunte ni incordie, que hable de sus cositas y tenga siempre la sonrisa en los labios. Y yo queriendo escribir… En aquella cárcel doméstica, vestidos, moda, labores, repostería… Sin poder saltar por encima de las barreras y las montañas… Sin poder expresarme o definirme…
Doctor.-
¡Pero los actos y las palabras responden por la hija sumisa y obediente… tal y como el egoísmo del hombre requiere y exige!
Marta.
¡La doma parte de la infancia! Las monjas trataron que pintara, que aprendiera música, que estudiara…! ¡Tenía que hacerme mujer, una verdadera mujer… Mágico resorte! Y, mientras tanto yo descubrí, que poseía la palabra para expresarme y un papel en blanco.
Doctor.-
¡Una maravilla!
Marta.-
No me creo ser con mensaje. Pero si Dios derrochó a puñados semilla sobre la tierra ¿Por qué no pudo alcanzarme a mí, una pequeñísima parte? ¿Soberbia? ¡No, porque quise donarlo y devolverlo! ¿Qué no podía decir nada nuevo? ¿Qué otros lo habían dicho ya todo mejor? Pero es que yo creo en el individuo y por ello se, que nadie más que yo puede dar de otra manera las mismas cosas recibidas! Porque yo al recibirlas las había transformado y recreado.
¡Me voy Doctor, estoy rota!
Doctor.-
¡La escucho complacido y afectado! ¡En este momento créame solamente deseo que me siga contando su vida! ¡Voy a iniciar con usted un tratamiento nuevo! ¿Irá a mi consulta particular cada día?
Marta.-
¡Sí Doctor, iré si usted me lo ordena, pero sin ninguna fe! ¡Estoy desesperada!
Doctor.-
Sea fuerte. La vida es tan corta para todos, que siempre nos falta tiempo para lo que quisimos hacer. Adiós. La espero.
Marta.-
¡La vida… La muerte… Que importa la muerte. ¡Es la vida de la mente del hombre lo que verdaderamente importa salvar! ¡Es su obra, la prueba de su existencia!
Doctor.-
¡Y sus hijos! ¡También son su obra!
Marta.-
¡Son otros! ¡Viven para sí mismos! ¡No han hecho ni harán jamás nada por mí, es decir por lo mío! ¡Porque a mi a lo mejor me conducen con un bastón a que tome el sol! (Risa triste)
Doctor.-
¿Me permite un consejo? Haga una sola obra, tranquila, cediendo al menor dolor de cabeza. Escriba su vida, salve su alma en ella. Una obra lograda, intensa y fuerte, vale más que cien diferentes.
Marta.-
O sea que mi vista puede durar, ¿con que una sola obra intensa y fuerte? Gracias Doctor. ¡Me ha consolado!
Recoge su chaqueta y se la pone.
Coge su bolso y como si hubiera envejecido diez años en un momento, va hacia la puerta.
Doctor.-
¡No, no, espere! ¡Hay obras que duran lo que una vida y vidas que duran lo que una larga obra!
Marta.-
¡Sí… Todo depende de la medida del tiempo! ¡He jugado a perder Doctor! Y ahora ¿Qué voy a hacer yo con mi vida hasta que llegue la muerte?
Doctor.-
¡Luche, no se hunda, la voy a ayudar. Alargaré su visión!
Marta.-
Todo es inútil Doctor. Está claro. ¡Un idealista puede morir por su ideal! ¡Un pintor puede morir pintando su última alborada! ¡Un poeta puede morir con el verso logrado en los labios!
Pero una mujer… Una mujer tiene que morir llorando por todo cuanto no pudo tener llevándose a la tumba su inútil contenido! ¡Una mujer, en esta civilización de hoy es una cosa, al uso de los que la rodean! ¡Adiós! (Sale)
Doctor.-
¡Cuántas vocaciones femeninas, cuántas inteligencias, hacemos que se pierdan en el tonto bregar de las cosas y las cositas que nos hacen fácil y cómoda la vida! ¿Es justo su sacrificio? ¿Quién hizo a la mujer esclava?¿Nuestra fuerza muscular? ¿O fue quién la consideró la reina del hogar?
Fin

1 comentario