Les ofrecemos esta divertida obra como regalo de navidad. No se la pierdan.

Escrito por:
María Elena Neira García
Edición de autor
© Arturo Martín Neira. 2020
Escuela de oradores
T e a t r o Juvenil.
(Entre irónico y absurdo)
Personajes.—
Maestro.— Don Bartolito.
Terencio.— Hijo de papá.
Etanisladita.— Alumna.
Panfleiteo,— Alumno.
Ursulina.— Alumna.
Jaramato,— Alumno.
Leocadiria,— Alumna.
Cesáreo.— Alumno.
Parapaichea. — Alumna.
Cachimirez.— Alumna.
Colegio a la antigua. Pupitres. Gran mesa con tarima. Encerado. Puntero.—Chasca. Una tribuna para discursos y exámenes.
Acción.—
Escenario vacío. Terencio en escena. Reflector sobre Terencio. Terencio se pasea, habla, gesticula, se impone. Expresividad.
Terencio.—
Respetable público: Me voy a presentar. Yo me llamo Terencio y soy hijo de papá.
¡Mi papá es Don Terencio! ¡Todos le conocéis! ¿Quien no conoce a Don Terencio? Bien, pues ahora voy a contaros cómo, cuando y por qué se me ocurrió montar la nueva Escuela de Oradores. Como a buenos amigos, quiero haceros mis confidencias. (Reverencia) Dicen los que dicen, que saben lo que dicen, que no hay nada más importante que “el por venir”, aunque ese “por llegar” sea la horripilante tumba fría. —¡Que miedo!— ¿Qué no estáis de acuerdo? ¡Bueno, pues yo, tampoco! Pero no se trata de eso. La gente lo dice así y cuando el río suena, tópicos y tópicos lleva! ¡Mi porvenir! ¡Pues señor, vaya conflicto! ¡Mi señor padre me quiere Doctor en medicina!. Cree que eso, puede garantizarle, su cómodo y vacío, tumbarse en su sillón de orejas. Mi señora madre, que es muy de “orden”, me prefiere Juez de Instrucción Pública. ¡No se por qué tengo yo que juzgar a nadie! Mi abuelito paterno, que todavía tiene un cucú, como reloj de pared, me prefiere picapedrero. Por lo visto es la única manera de que no se me desgasten los sesitos. ¡Y a los míos, los adora!. Mi abuelita materna, prefiere que sea marino, pues así soñó el amor su romántica juventud. ¡Amor de marino! ¡Y se casó con el prosaico comerciante de alpargatas, que fue el que nos enriqueció! ¡Cosas del mundo! Mi abuelita paterna — que es la práctica— con razones convincentes y palabras contundentes, me prefiere fontanero,— ¡que es lo que hoy más se cotiza!— Y mi abuelito materno con sus fracasitos, sus experiencias y su cachavita, está empeñado en que tengo que ser torero. ¡Y al ruedo! Pero después están mis tiitas solteras, que tienen una fuerza de reloj, sin cucú pero de repetición… Además tengo muchas, porque la tradición familiar no dio ninguna Mis, y no enamoraron. Mas ¡que lo vamos a hacer! (Reverencia y pausa).
Puestas así las cosas, no me quedaba otro camino, que ser, lo que dijera la vecina de enfrente, que en esas cuestiones…(y en otras) a fuerza de imponerse con su griterío, en patio de vecindad, lleva siempre la voz cantante. Y como grita la pobre!.(Toses)
Total: Que me he rebelado. ¡Me he rebelado sí, amigos, me he rebelado! ¿Acaso no puedo ser yo, protagonista y director de mi propia vida? ¡Que me dejen de una vez, pensar en mis asuntos! ¿Que a mi edad no se sabe lo que se quiere? ¡Muy cómodo argumento para manejarme! ¿Pues van a saber ellos mejor que yo lo que quiero? Y si me equivoco… ¡Que pasa! ¿Es que no tengo derecho a equivocarme también? ¡Pero hombre…! (Paseos)
En resumen: Que después de pensar, medir, cavilar, discernir, pensar el pro y el contra, la ventaja y la desventaja, he decidido ser orador. ¡He dicho orador! ¡Exactamente! ¿Estáis de acuerdo?
Voces.—
¡Siiiii!
¿Acaso no poseo cualidades? ¿Exceso de verborrea? ¿La mente llena de imágenes que convertir en palabras? ¡Sí o no! ¿Qué os parece?
Voces.—
¡Siiii!
Gracias continúo Así con estas y con las otras, una vez tomados a trallazo verborreico, padres, abuelos, tíos, primos y vecinos decidí hacer mi carrera en la gran Escuela de Oradores. Cosa sumamente complicada; porque después de recorrer la gran urbe, de cabo a rabo, no tuve más remedio que mandarme hacer, dicha escuela, a la medida, ¡Pero como ya sabéis que soy “hijo de papa” la cuestión se resolvió, con una exagerada facilidad, casi en el acto!. ¡Aquí está! ¡Ahora sólo me resta ofrecérosla, obsequiárosla! ¡A vuestra disposición: La necesaria urgente “Escuela de Oradores”
(Sale de debajo de la mesa, sacudiéndose el polvo y calándose las gafas, un pintoresco profesor con bigote, patillas, peluca, etc… Contempla la escuela, limpia el polvo de los pupitres, silba y sonríe satisfecho Entra un jovencito simpático y despierto.)
Panfleiteo —
¿La Escuela de oradores?
Maestro. —
¡Aquí mismo, caballerito! (Le mira con impertinencia)
Panfleiteo. —
¡Bien pues… Yo pretendo ingresar como alumno en esta escuela!
Maestro. —
Así que usted amiguito ¿se considera con cualidades suficientes pera cursar estudios en este digno y respetable centro?
Panfleiteo. —
¡Si señor! ¡Yo… Soy un parlanchín!
Maestro. —
¡Parlanchín, parlapipas, parlón…! ¡Bah! ¿Y pretende usted discursear por allí, discursear por allá, como futuro?
Panfleiteo. —
¡Si Señor, eso me place!
Maestro.-
Tendremos que probarle. ¡Un momento! (Entra otra)
Etanisladita
¿Se puede profesor?
Maestro.
¡Hay que niña tan guapa! ¡Dígame!
Etanisladita
¿Es usted Don Bartolito?
Maestro.
¡El mismo canelita en rama! ¿Que quiere usted?
Etanisladita
¡Yo quisiera señor maestro aprender eso de meterme donde no me llaman! ¡Soy lista! ¡Tengo cuarto de bachillerado con revalida que es yo creo que mucho tener, ganada a pulso no crea, y con bastantes suspensos!
Maestro
¡Canástoles, ya as algo! ¡Casi tanto cono una carrera de antaño! ¡Se valora, se valora!
Panfleiteo. —
Eso es cierto. Diplomático, caminos, navales!
Etanisladita
¡Gracias amable compañero! (Le tiende la mano) ¡Encantada…!
Ursulina.
¿Puedo pasar yo también? Don Bartolo, apúnteme por favor. ¡Está si llueve o no llueve ¡Si me mojo el pelo!
Maestro.
¿Pero usted también quiere ser oradora? ¿Con esa cara de ángel caído?
Ursulina
¡Siempre ha sido mi loca ilusión!
Maestro… (Al público)
¡Oh, los honorarios empiezan a crecer!
Jaramato.-
¿Se puede profe? ¡Cáspita, a lo mejor he llegado tarde! ¡También sería! ¡Me está bien empleado por vago y cafre!
Maestro.-
¡Pase amiguito, pase! ¡Aún no empecé a matricular!
Jaramato.-
¿Podré entrar? ¿Me hago ilusiones? ¿Hay esperanzas?
Maestro.-
¡Cuando aprenda jovencito! ¡Habrá de luchar por usted!
Cesáreo.- (Entra con Leocaidiria de la manita)
¿Y para nosotros habrá plaza profesor? ¡Somos muy simpáticos y abultamos por uno solo! ¿Verdad amorcito mío?
Leocaidiria.-
¡Y muy ocurrentes! ¡Y con mucha chispa! ¡Ya lo verá!
Maestro.-
Bien. Vengan ocupando sus lugares. Tenemos que hacer una primera prueba. Ustedes a su edad, creen sabérselas todas, pero yo, no puedo arriesgar a meter en la escuela una joven que carezca de cualidades. ¡Hagamos ejercicio de matrícula y quedarán admitidos los que demuestren dotes suficientes! ¿Conformes?
Todos.-
¡De acuerdo!
Parapaichea.-
¡Por favor… Un momento! ¿Llegamos tarde? ¡Que susto!
Cachimires.-
¡Llegamos a tiempo! ¡Es el destino!
Maestro.-
¡En este momento me disponía a cerrar el libro de matrículas! ¡Cuántos oradores! ¡No salgo de mi asombro! ¡A ver! ¿Preparados para la primera prueba?
Cesáreo.-
¿Tan pronto?
Maestro.-
¡Y usted el primero!
Cesáreo.-
¿Pero… Sobre que tema o asunto señor?
Maestro.-
¡Amiguitos, si tuviéramos asunto, tema o cuestión a tratar poco mérito tendría nuestra prueba! ¡Ya que aquí de lo que se trata como primera premisa, es de enseñar a hablar por hablar, ni más ni menos ni menos ni más!
Panfleiteo.-
¡Que desgracia! ¡Yo no estoy preparado para entenderlo!
Maestro.-
¡Me explicaré! (Se coloca detrás de la mesa) ¿Han visto ustedes esa pobre avalancha juvenil, de aprendices a cantantes, a futbolistas, a bailarines y demás estrambóticas designaciones de profesiones de la vagancia, que piden lo que no quieren y quieren lo que no piden, y dicen lo que no pueden y no dicen lo que tienen que decir porque no saben? ¿Han visto ustedes todos esos politiquillos nuevos del tres al cuarto, que gritan y protestan sin saber (…) la palabra?
Ursulina,—
¡Pues es verdad! ¡Parecen tontos!
Cesáreo.—
¡No saben mal hilvanar una frase!
Jaramato.—
¡Solamente dicen; osea, y entonces!
Maestro.—
¡Pues esa es la causa de que se pongan a gritar abajos y mueran y alavín y alaván y tararó y tararán! ¡Hay que hablar, caballeritos que se nos están enmoheciendo las sílabas! ¡No podemos dejar a un lado para siempre el hermoso don de la palabra! ¡Hay que hablar bellamente, elegantemente, persuasivamente, acaloradamente, sin una frase de menos, con riqueza de expresión!.
Jaramato.—
¡Bien, bien pero cuando uno habla, será porque algo tiene que decir ¿no? ¡Defender unas ideas, hacer proselitismo, ganar adeptos para una determinada causa…!
Panfleiteo.—
Cierto; habrá que hacer discursos, arengas, conferencia charlas, sermones…
Etanisladita.—
¡Y todo eso requiere un tema! ¡Y lo dificil es eso. Hallar el tema, la idea, el meollo de la cuestión!
Maestro.— (Dando con la chasca en la mesa)
¡Silencio! ¡Que absurda barbaridad de principiantes! ¡Eso seria estúpido! ¡Pero no voy a descubrir el secreto de esta profesión en una prueba selectiva a mis futuros alumnos. Lo único que pretendo es comprobar, com… Probar, si ustedes poseen o no, cualidades verborreicas. ¡Esta escuela no admite fracasos! ¡Los alumnos tienen que ser aptos, para recibir mis enseñanzas!
Parapaichea.—
¿Y cono lo va, D. Bartolo, a comprobar?
Maestro.—
De esta manera. Adelante jovencito Panfleiteo, suba a la tribuna de la derecha y ¡hable solo por hablar, pero hable!
Panfleiteo.—
¿Pero yo? ¿Ya? ¿Por hablar? ¿A lo que salga?
Maestro.-
¡Exactamente! ¡Con riqueza de palabras! ¡Vamos… Le estoy escuchando! ¿No le da confianza?
Panfleiteo.—
¡Todo lo contrario! (Sube a la tribuna) Yo… Yo…
Maestro.—
¡De ello depende su porvenir! ¡A ver, micrófono en regla!
Panfleiteo tose, bebe agua, respira hondo, etc. ¡A la una, a las dos y a las…!
Panfleiteo.—
¡Respetabilísimo auditorio: Jóvenes, viejos, niños y demás seres vivos que os encontréis en la sala! ¡Oídme con agrado y benevolencia, por ser la primera vez que a vosotros me dirijo!
Maestro.—
¡Venga niño que no se trata de ser sensato, sino de hablar!
Panfleiteo.—
Al comunicarme con vosotros, tan solo pretendo hablaros de la suprema contundencia, elegante, extralimitada y borrascosa, o tendenciosa… Que busca en las formas solemnes de elegidos vocablos, el impresionismo más el expresionismo, más el esnobismo y todos los demás ismos, configurados o desfigurados, que se fijan o se borran por doquier, tapizando el ambiente de matices inherentes o expelentes. Yo…
Maestro.—
¡Basta ya! ¡Y no me hable de sí mismo, pedantuelo! (A Etanisladita) ¡Suba usted monada!
Etanisladita.—
Gracias por lo de “monada” ¡Un momentín señor! (Se coloca, se prepara, se estira la ropa, tose y se lanza)
Maestro.—
¡Micrófono a punto! ¡Ánimo roca!
Etanisladita.-
“Los desbordantes catalizadores, encataclismados, de la bala enterrada en la rocosa mole montañosa que por las venas inflamadas del destino, sube, desde la guarida soterrada, hasta la más alta cumbre; para bajar después velozmente a visitar a Satanás a los abismos contumaces, desde su paleta de pintor barato, su baraja de jugador de póker, perdido en sus reencuentros constantes, y su plato de pescado congelado! ¡He dicho! ¿Vale?
Maestro.—
¡Puede usted retirarse y que suba este alumno. Señor Don Cesáreo…!
Cesáreo.— (Después de hacer gargarismos)
¡Atención amigos míos! Hoy pretendo hablaros tan sólo, de la borrasca incendiaria del sonoro cataplasma pulmonar, de los tiempos precursores al barbitúrico en dulce; elemento capaz de consolidar el gas letárgico sobre el pecho del atleta rubio, que hace expirar, las frases ahogadas, de los insignes pescadores de salmonetes del manzanares. ¡Así como recordaros la celebridad y el paroxismo de un ratón, así como la gracia de las Sirenas del Egeo! ¿He dicho?
Maestro.—
¡Basta Dos Cesáreo! ¡Es muy suficiente! ¡A ver, la otra monísima…! ¡Ursulinita! ¡Arriba! ¡A ver como nos lo dices tú!
Ursulina.- (Se coloca en la tribuna y coquetea)
“La espina… ¡Ay! Que rubor… La espina dorada de la nauseabunda puesta de la falsa (…) embalsamada con el tronco del elefante del museo de liliputienses, que hoy enorgullece a la humanidad. Y que, se encuentra ¡por fin! adornando la barandilla del volante del palacio de Cogollartino. Tarimandos, autor de la Utopía: “Nueva humanidad en marcha ”Esto nos viene a demostrar señoras y señores míos como una joven humanidad sin ventura ni posturas, camina, despanpanántemente, hacia el desiderato antialérgico y boyante.
(Aplausos)
Cesáreo.-
¡Que encanto!
Jaramato.-
¡Pero ¡que bien dices, lo que no dices, preciosidad!
Panfleiteo.-
¡Pero que muy divertido amigos!
Maestro.-
¡Suba usted encantadora Leocadiria! ¡Y no se haga ilusiones pues será en esta escuela donde se le llama a una dama encantadora por última vez! Vamos rica, hable… Escuchamos… Hable…!
Leocaidiria.- (Cimbreante y limpiándose una lágrima)
Señores… Voy a tratar de la chiringuncia de la pradera azul. Erase una vez, cuando los campos habían dejado de ser verdes, de tanto y tanto pasarse de la verde raya, con aquello de la canción: “Verde que te quiero verde” y”Aquellos ojos verdes” y “Que verde era mi valle” y “Aquél camino verde que va a la Ermita! Que de verde esmeralda, se volvió de azul marino. Y ya, sin esperanzas de llegar a ser canela en rama, se quedó para siempre estático y descolorido en espera de la llegada de los nuevos poetas. ¡Oh, los poetas maestro! ¡Que raza de antropólogos, de drogados colorines verborreicos, rimando siempre con la sana intención de no llegar a ser nunca comprendidos…!
Maestro.-
¡Señorita por favor! ¡Hay que ser mucho más oscura! ¡Que está diciendo cosas que se ven venir…! ¡No se trata de decir algo sino de hablar por hablar!
(Aplausos)
¡No… No…! ¡En el criterio mando yo! No se trata hoy, de decir mucho con pocas palabras, sino hablar mucho con oscuros conceptos indescifrables! ¡El caso es hablar que es lo que falta!
Jaramato.-
¡A sus órdenes profe! ¿Subo yo con mi elocuencia?
Maestro.-
Naturalmente. ¡Usted y su elocuencia! ¡Atención!
Jaramato.- (Después de prepararse con presunción y pedantería)
¡Veréis que bien lo hago yo! Bueno… A mi lado… Lo que se dice ninguno, nadie.
Voces.—
¡Que se vea!
Jaramato.—
“Pues señor; estamos llegando a la era de la desintegración integradora, de materiales de abismos insondables,-bien que para despistar- Porque amigos; ese cráter de color violeta que tenéis en vuestros frigoríficos está exhalando su primer suspiro de amor, del bueno, de acuerdo con todos los televisores de la vecindad a punto de estallar todos a una. Porque los que están sin estar, ahítos de ilusiones contemporáneas, enjabonadas y supuradas armonizan dulcemente, con las dialogantes y elegantes discrepancias. ¡Volvamos, volvamos, volvamos a hacer música con las tapaderas de nuestras cazuelas de aluminio si es que nos quedan—, para ser nuevamente rítmicos y melódicos, azules y transparentes. ¡Volvamos!
Varios.—
¡Viva la evolución!
Ursulina.—
¡Muy bueno el tío! ¿No? ¿Acaso no?
Etanisladita.—
¡Don Bartolito, hijo! ¿A que no se dice tío, sin razones consanguineas?
Maestro.—
¡Oh, vulgares y podridos latiguillos al uso! ¿A donde nos quieren llevar? ¡Nosotros acabaremos con todo eso amiguita! ¡Voy a hacer de ustedes, los magníficos oradores que requiere la era espacial! ¡Vamos a ver! ¿Quien realiza la prueba seguidamente? ¿Parapaichea? ¡Adelante pues!
Parapaichea.—
¡Amiguitos, disculpad…! ¡Un momentillo no más! Yo, como soy muy actual he decidido pasarme del nombre de Parapaichea, al de la señorita “O sea, Gozada de Alvarez y Tal” Me presento. Entonces, sería mi deseo, exponer mis ideas, idas y venidas, a la manera de como se expresa la linda juventud desgarrada, del presente. O sea; que yo, que eso, sí, que ya vale, porque la cosa es, que yo ¡exactamente, me entendéis! ¡Porque pretender que yo, que ellos ¡naturalmente! ¡Es que yo pienso, vamos, creo… Siento que de otra manera no podría llegar a ser, lo que en sí ya es. Por lo que siendo así, yo, convencida de que así debe ser. Bien ¡de sobra soy entendida! Todos sabéis de que estoy hablando, pues…
(Carcajadas)
Maestro.—
¡Que desastre de expresión! ¡He aquí una prueba del momento! ¡Así se expresan los notables y los famosos! ¡Espantoso!
Parapaichea.-
Pues me gustaría saber por que y de que se ríen mis hermanos, compañeros, camaradas y amiguetes. Por que me desprestigian con sus criticonas carcajadas, si ellos para hablar cuentan y dicen las mismas cosas y cosos. ¿Son vulgares mis palabras? ¿O es que me falta el ¿“que pasa”?
Maestro.-
En efecto. Lo suyo invade el ambiente señorica. Llamamoslo contraestilo. O para mejor ser entendidos, chabacanería supina
Parapaichea.-
¿Continúo, señor profe?
Maestro.-
¡Válgame el cielo, la que nos cayó encima! Echa el freno guapa. No exhale por doquier sus breberías. ¡Intente desgranar en nuestros oídos, alguna parrafada digna o lárguese al punto!
Parapaichea.- (A ellos)
El tipo se cree que no valgo ni chispa. Pues verá lo que es bueno. ( Toses, gargarismos) Evidentemente, consecuentemente y paulatinamente, de manera grata, digna y dulce; fuéronse grabando aquí en mi mente, lo que inconsciente o consecuente, realista o artificialmente. No radicalmente que es lo que se lleva mucho. Radicalmente habíamos sugerido argumentos, mientras dormía a cabello desbordado, por la almohada plastificada. Pues partiendo de la base, de un entendimiento más o menos asimilado y más o mucho común al vulgo vulgar, acorchado o expansionado, en el tapete se encontraba ya, y entre los múltiples barbitúricos y variantes de una convivencia frustrada y absurdizada, coexistente, pretendiente de coexistencias traumáticas en una sociedad, que nos la estamos buscando y haciendo así, por bestias. Porque amigos míos: ¿Hay algo más bestia hoy, que los procedimientos super complicados, que el hombre actual emplea para no entenderse y confundir creando los nuevos sucedáneos hacia la llegada del poder y el mando?
(Aplausos)
Maestro.-
¡Convencidos, convencidos…! ¡Pase que apunto! (Apunta) ¡Pero calle por piedad! ¡Usted ya pasa de la raya blanca! ¡Señores se trata de una condenada verborreica, que nos volverá antes y contantes locos de atar. Antes, digo… Para nuestra desgracia, que haya abandonado para siempre la endiablada tortura de los choques eléctricos, las adormideras y las paradisíacas maneras de pasar la frontera hacia el otro valle! ¡Tenemos que convencer a la humanidad de que así no llegaremos a ninguna meta lógica!
Cachimirez.-
Si no estoy equivocada creo, me parece, opino… Que falto yo, Don Bartolo.
Maestro.-
¡Pues por uno más… Que no se diga! ¡Adelante!
Cachimirez.-
¡Atención que empiezo! Yo… Yo… Soy una ambiciosa, pretendo… Pretendo llegar a los primeros puestos de esta escuela.
Maestro.-
Y eso, ¿Por qué razón?
Cachimirez.-
¡Porque de niña me enseñaron eso de que los últimos serán los primeros y los primeros los últimos! ¡Por lo que llego a todas partes siempre la última! ¡Y me va de perlas!
(Risas)
Maestro.-
No hable de sí misma. No sea pedante. Y no desgrane argumentos realistas.
Cachimirez.-
¡Pero si no tengo vicios, ni fumo ni bebo, ni me drogo, ni canto, ni pego…!
Maestro.-
¡A ésta si que hay que suprimirle vicios a mansalva!
Cachimirez.-
Hombre, no se enfade. Yo quisiera decir a todos….
Maestro.-
Hable por hablar y sin rodeos. Suprima necios artilugios y no hable nunca más de sí misma. ¿O se sueña mitineadora política? De eso tenemos minadito el país.
Jaramato.-
Nación, señor.
Panfleiteo.-
¡Se dice nacionalidad!
Cesáreo.-
Pero si estamos en una región. ¡Pues lo que pega es regionalidad!
Etanisladita.-
¿Y por qué no patria? ¿Acaso es un pecado?
Ursulina.-
Me parece que es un desfase. Lo decían los antepasados y están los pobres pasados.
Leocadiria.-
¡También decían los pobres aquello de los dominios donde no se ponía el sol…! ¡Muy romántico!
Jaramato.-
¡Y gloria a la Patria la tierra mía!
Maestro.-
¡Terror, terror!¡Lo que no consentiré yo nunca , es que rocemos para nada la política! Somos apolíticos ¿Se entiende?
Jaramato.-
¿Y por qué endiablada razón?
Maestro.-
¡Porque solamente no tomando parte en nada, podremos ser partícipes de todo, enjuiciando absurdamente, -que es la manera eficiente- todo cuanto ocurra a nuestro alrededor…
Todos.-
¡Sin entenderlo profesor!
Maestro.—
¡Es mejor que aprendáis sin entender, como se hace en un colegio cualquiera! ¡De momento por supuesto! ¡Es más complicado de lo que sus lindas cabecitas pueden alcanzar de momento! Poco a poco llegaremos a la meta!. ¡Ahora vamos a inscribir a los alumnos! ¡Sus gracias por favor! !Levántense uno por uno! ¡Señorita!
Etanisladita.—
¡Etanisladita de la Onda Rizada Despelujona!
Maestro.—
¡Usía!
Panfleiteo.—
¡Panfleiteo Irigolzalvez de la Truchilímpida!
Maestro.—
¡Nene!
Cesáreo.—
¡Cesáreo Roja, Rija, Pija Paja!
Maestro.—
¡Usted!
Jaramato.—
¡Jaramato Fantoche, Tremebundito Preponderado!
Maestro.—
¡Linda!
Ursulina.—
¡Ursulina Detractimónica de las Cuchilimpidas!
Maestro.—
¡La anteúltima!
Parapaichea.—
Parapaichea, Guayabita, Enroscada de Capiritillo!
Maestro.—
¡Maravilla de maravillas! ¡Y la última?
Cachimirez. —
¡Cachimirez, Verricotas, Variopintas, Verbenera!
Maestro.—
¡Matriculadas!
Ursulina.—
¿Cuales son sus honorarios profe?
Maestro.—
¡Cinco mil y pico piezas, más gajes del oficio!
Jaramato.—
¡Piezas ha dicho? ¿No serán pócimas?
Panfleiteo,—
¡Se refiere a calvas sin pelucas!
Cesáreo. —
¿No queda así como un tanto bárbaro, el precio?
Maestro.—
No sufra pues lo importante es el pico. La cuota puedo aplazarla, estirarla, anotarla, desdibujarla e incluso olvidarla o perdonarla. ¡El fundador de la Escuela es multimillonario y comprende perfectamente sus ansias expresionistas!
Ursulina.—
¡Pues a ello profesor mío, a ello!
Maestro.—
Preparen bolsos, carpetas, carteras, bloks, bolígrafos y rotuladores. Inicien la salida y preparen un futuro deslumbrante. ¡Hasta mañana! ¡Los versificadores ritmados pueden pensar en un himno. Necesitamos el engañoso artificio melódico que nos aúne e identifique. ¡Cubriremos las lagunas de la expresión…! ¡Porque, señores míos ¿para que se pide libertad de expresión cuando ya se ha perdido la facultad de expresarse?
(Aplausos y bajada de telón)
Con aplomo y seguridad llega a la escuela Terencio. El maestro le mira entre despectivo y alerta. Terencio observa la escuela detalladamente, juzgando y como cosa propia mientras silba. A D.Bartolito, le cae el niño bastante mal de momento.
Maestro.-
¿Se puede saber quién es usted, qué quiere y de quién se trata?
Terencio.-
¡Muy buenas…! Se les saluda. ¡Esto va “que chuta”! ¿Me matricula señor profesor de la escuela de oradores?
Maestro.- (Mirándole despectivamente de arriba abajo)
¡La escuela se reserva el derecho de admisión!
Terencio.-
¡Me place Don Bartolito!
Maestro.-
¡De confianzas nada! ¡Y no presumas de conocerme mientras no te conozca yo!
Terencio.- (Con guasa)
¡No me diga…! ¡Pero hombre, si yo soy el hijo de Don Terencio! ¡Repámpanos!
Maestro.-
Bueno ¿y a mí que me cuenta?
Terencio.-
¿Pues a quién se lo voy a contar? (Al público) Aquí hay un malentendido. ¡No sabe que soy el nene de mi papá. El nene vamos! (Tos) Mire usted señor, ¡yo soy el promotor de la escuela de oradores! ¡El de los cheques vamos!
Maestro.-
¡Disculpa chico! ¡Yo no estaba presente cuando naciste! ¡Ya ves, no soy tu padrino! ¡Y mucho menos tu primo! ¿Cómo voy a conocerte? ¡Yo solo te trato a través del banco!
Terencio.-
¿Y… Le parece poco?
Maestro.-
¡Y tan poco! ¡Insuficiente!
Terencio.-
¡Se explicará!
Maestro.-
¡Yo necesito aquí, alumnos destacados o destacables, por soterradas o afloradas cualidades de elocuencia positiva!
Terencio.-
Muy bien. Puede probarme. ¡Yo poseo todos los dones, todas las aptitudes, todas las gracias!
Maestro.
¡Muy super-todo el chache! ¿Y que más?
Terencio.-
¡La del dinerito fresco! ¡Que no es poco!
Todos.-
¡Que no es poco!
Maestro.-
¿Y que más?
Terencio.-
¡La de haber logrado todo cuanto me propuse desde que nací!
Todos.—
¡Desde que nació!
Maestro.—
¿Y que más?
Terencio.—
¡La de ser yo! ¡Terencio!
Todos.—
¿Se puede ser más?
Maestro.—
¡Pues no tiene defectos el niño! ¡Oiga amigo, aquí nadie es nadie, sino sus palabras! ¡A lo mejor con tantos dones, no sabe decir ni Ahhhhh!
Terencio.—
¡Muy bien elegido el profe! ¡Es apto para su misión! ¡Me congratulo!
Todos.—
¡Se congratula!
Maestro.—
¡Y no quiero enchufes ni paniaguancias!
Todos.—
¡Que no, que no!
Terencio.— (Muy divertido)
¿Entonces no me acepta el profe? (Ríe) ¡La que faltaba! ¿Pretende que mi padre me busque otro maestro? ¿No sabe que hacer conmigo?
Maestro.—
¡Un hijo de papa, será siempre un mal ejemplo para la Escuela de Oradores! ¡Me place la justicia!
Terencio.—
¡Oh, que maravilla! ¡Un hurra por Don Bartolito!
Todos.—
¡Hurra!
Terencio.—
Entonces matricúleme. ¡Le prometo ser el último en todo y sobre todo “no pitar”, no alardear, no sacar billetes…!
Maestro.—
¡No quiero distinciones, ni recomendaciones, ni paniaguancias, ni pingues ganancias! ¡Vivir de mi digno sueldecillo, y de los picos de los picos de los honorarios!
Todos.—
¡Que perfección!
Maestro.—
¡Solamente quiero hacer elocuentes a los de abajo, a los de arriba y a los de enmedio! ¡Quiero que prevalezca sobre la fotografía el don de la palabra! Esta escuela acabará con la gimnasia de músculos del cuello para leer un articulo pobre y amanerado.
Todos.—
¿Y que más?
Maestro.—
¡Esta escuela acabará con eso de que los listos escribáis las obras a los tontos, para que los tontos se lleven los premios y los aplausos
Terencio. (Aplaudiendo)
Bravo señor maestro. ¡Está usted bien elegido! ¡Pero que muy bien! ¡Está usted en su lugar, don Bartolito! (Al público) ¡Amigos, a la Escuela de Oradores!
(Aplausos)
Maestro.-
Bien; le matricularé. Pero usted no me hizo la prueba selectiva de entrada en la Escuela que es un requisito indispensable. ¡Suelte algunas palabras, para poder observar su léxico! ¡Suba usted a la tribuna y hable por favor!
Terencio.-
¡Pues no faltaba más! ¿Con coherencia o como salga?
Maestro.-
¡Como guste!
Terencio.-
¿No habéis pensado nunca compañeros en explotar un mercado de ideas para ponerlo al servicio de la humanidad? ¡Sería extremadamente útil y representaría un avance indiscutible! Podríamos buscar desde esta escuela y desde este momento, la verdad más escondida, en el más apartado rincón de cada cerebro, para sacarla a flote y lanzarla al mercado de nuevas ideas. saquémoslas compañeros, camaradas, amigos… ¡Con dorados y pulidos sacacorchos retorcidos! Hagámoslo desde un trabajo lento, detallado, paciente, para brindárselo al mundo, envuelta en papel de estaño, como un legado de la selección de cerebros que pasó por esta escuela. ¡Y no dejemos que vuelva a perderse jamás una sola idea, convertida ahora en millones de palabras ágiles, claras y hermosas, para la nueva humanidad que se avecina! ¡Y si para eso es preciso aparentar que somos locos y absurdos… adelante! ¡Adelante! ¡Por la Escuela de Oradores!
Todos.-
¡Adelante!
Maestro.-
¡Caracoles! ¡Un discurso digno de ser meditado! ¡Tomémoslo en cuenta! ¡Pues resulta que hasta piensa y todo! ¡Este joven no es de la época! ¡Este joven está completamente loco! ¡Aplaudirle por lo menos!
(Aplausos)

Alumnos nerviosos como preparados a prueba de examen. Se mueven y cambian de lugar tomando notas y hablando sin cesar. De vez en cuando uno se pone ante el público.
Etanisladita.-
Una exposición poco frecuente que comporta, que comprime, que comparte, que conlleva, que conforma, que consuela, que consolida las formas anémicas, endémica, escuálidas, extraordinarias, extraterrenas, que se adentran, que resultan, que taladran el súper-consciente, relevante, pictórico, trashumante… ¿Tendré bastantes palabras para hacer el juego del tema que se me avecina?
Ursulina.-
Porque señores míos: ¿Para qué se pide libertad de expresión cuando ya se ha perdido la facultad de expresarse?
Terencio.-
Calla. Mirar, yo voy a tratar del niño. ¡Oh, el niño! Veréis, veréis: Habréis podido observar que el niño nace ya condecorado. Condicionado, violentado por… Por la falta de dicción de su padre y de su madre, sus abuelos, sus parientes… Es lo que se dice, contorno, entorno, ambiente, decoración psíquica y ambiental. Contra esto, las palabras.
Jaramato.-
Nada de eso hombre. Hay que tomar dicho tema desde otro ángulo diferente. Yo diría que el niño nace educado. Pero que es la sociedad quien lo deseduca.
Leocaidiria.-
Siempre culpando de todo a la sociedad. Muy cómodo.
Jaramato.-
Para deseducar al niño se le lleva a una escuela donde cada cual irá por su camino y nadie por el del chaval. Y comienza su vivir encadenado a los absurdos modelos de una existencia que le va a exigir unas malditas pruebas escritas en un papelucho, que le volverán loco de atar.
Cesáreo.-
Yo que tu no me metería en el terreno de la psiquiatría porque te puedes resbalar. Mejor, mucho mejor es que trates de soltar parte de toda esa saña sobrante que te han insertado en el caletre. Con eso descansarás.
Etanisladita.
¿Pues de qué se compondrá tu examen?
Cesáreo.-
Yo pienso tocar mitos y misterios.
Cachimirez.—
A mi no me robéis mi arenga mitológica y sacerdotal
Parapaichea.—
Yo voy a tratar sobre el teatro del absurdo.
Cesáreo.— (Haciendo de Don Bartolo)
¡Basta basta, usted cree que vale porque entiende! ¿Pero a usted le entienden? Porque los locos señorita son los normales y los normales los que están locos.
Terencio.—
Es el colofón, es el colapso. Son los principios que mueren. Son las palabras muertas que resucitan para formar égoglas… ¡Don Bartolito! ¡Todos a su lugar!.
Don Bartolo,— (Sentándose detrás de la mesa)
Hemos sacado bastante provecho del curso. Creo que cualquiera de ustedes pueden aspirar a la tribuna, al púlpito, a la televisión, a los Ministerios, a los liderazgos políticos, a las Cortes…
Ahora no quisiera que les faltaran mis últimas observaciones de topo practico. Veamos si nos entendemos de una vez para siempre. ¿Hablo con claridad?
Todos.—
¡Con mucha claridad Don Bartolito!
Maestro.—
¡Para llegar a ser un orador necesitamos, o tener algo que ocultar o no tener nada que decir!
Todos.—
Exacto.
Maestro.—
¡Jamás debemos llevar un tema o guión en el bolsillo!
Todos.—
¡Jamás!
Maestro.—
Para hablar bella y persuasivamente ¿que se requiere?
Todos.—
¡Palabras!
Maestro.—
Explico: Si el auditorio sabe de lo que vamos a tratar y no entiende lo que le queremos decir, no escuchará ni se interesará.
Todos.—
¡Así es!
Maestro.—
Y si sabe de lo que vamos a tratar y si entiende, lo que le queremos decir, nos criticará y abucheará tal vez. ¿Por qué alumno Terencio?
Terencio.—
Porque habrá formado su opinión sin conocimiento de causa y estará convencido de todo lo contrario!
Maestro.—
Muy bien. ¿Y si os metéis en temas actuales, críticos, políticos o revolucionarios ¿que pasará? ¡Ursulina!
Ursulina.—
Sentirán necesidad de quemarnos vivos o nos tirarán tomates o frutos variados!.
Maestro.—
¿Qué es lo más importante para ser orador?
Todos.—
Saber hablar por hablar. ¡Tener exceso de palabras, razones, argumentos contradictorios y verborrea iluminada!
Maestro.—
¿De que materia se compondrá un buen orador?
Todos.—
¡Dureza facial! (Se tocan la cara)
Maestro.—
¿Que más?
Todos.—
¡Vanidad extralimitada!
Maestro.—
¿Y que más?
Todos.—
¡Énfasis de calidad superior!
Maestro.—
Sigan…
Todos.—
¡Sonoridad auditiva!
Maestro.—
¡Adelante!
Todos.—
¡Vocalización clara y mesurada!
Maestro.—
¡Más!
Todos.—
¡Gesticulación, persuasividad, vocalización, parsimonia!
Maestro.—
¿Mas…?
Todos.—
¡Abrir la voz hasta el grito para luego estrangularla hasta el sollozo!
Maestro.—
¡Más!
Todos.—
¡Sorprender con la frase enérgica y cortante! Ser agresivos y persuasivos simultáneamente. Confundir.
Maestro.—
¿Más?
Todos.—
Cuidar el aspecto. Ser pomposamente elegantes, extravagantes, cursis, llamativos, sorprendentes, ¡espeluznantes!
Maestro.—
¿Que defectos debemos extirpar?
Todos.—
La sensatez, la prudencia, la timidez, la vacilación y ¡los transudores!
Maestro.—
¿Conviene preparar el rollo?
Todos.— (Con su rollo en la mano)
No señor, jamás. ¡En ningún caso!
Maestro.—
¿Por qué razón Etanisladita?
Etanisladita.-
Los guiones, los recuerdos, la memorieta etc. ¡Anulan cualidades naturales, imaginativas, espontáneas y efectivas!.
Maestro.—
¿Qué puede suceder si se prepara el rollo Jaramato?
Jaramato.—
Que impide la concentración momentánea. ¡Huye la improvisación .y se vulgarizan las frases por rebuscarlas!
Maestro.—
¿Qué hacer señor Cesáreo para triunfar en regla?
Cesáreo.-
Subir a la tribuna borrachos de palabras, adjetivos y vocablos!
Maestro.—
¿Qué haría Cachimirez para empezar a abrir la atención?
Cachimirez.— ¡
¡Ay, yo, gesticular, y soltar mis argumentos como notas en espiral!
Maestro.—
Muy bien alumnos míos. Se percata vuestro talento. Ahora bien; ¿de que frases no debe adolecer vuestro léxico?
Terencio.—
¡De las frases más usuales del mundo en marcha!
Maestro.—
¿Por qué Parapaichea?
Parapaichea.—
¡Porque forman parte del ambiente!
Maestro.— (Señala con el punzón a Panfleiteo)
¡Dígame una amiguito!
Panfleiteo.— (Levantándose y sentándose)
¡Toma de conciencia, señor!.
Maestro.—
¡Otra usted barbilampiño!
(Apunta a Cesáreo)
Cesáreo.—
¡Importancia actual del diálogo!
Maestro.—
¿Algo más sobre el particular?
Cesáreo.-
¡Pss! Necesidad del diálogo. Urgencia del diálogo. Diálogo como base, como puente, como unión, como entendimiento.
(Carcajadas)
Maestro.—
¿Cree usted en el dialogo señor Jaramato?
Jaramato.—
¡Creo y adoro, la discusión y la pelea!
Maestro.—
¿Acaso no brota, la luz, de la discusión?
Jaramato.—
¡No señor. Yo no lo noto. ¡Brota la discrepancia, la desavenencia y ¡zas! El estacazo!
(Carcajadas)
Maestro.—
¿Qué opina Terencio?
Terencio.—
¡Que jamás convence una discusión al que piensa todo lo contrario y mucho menos al que no quiere pensar, por supuesto!
(Carcajadas)
Maestro.—
A ver Panfleiteo. ¿Qué palabras actuales oportunas se le ocurren?
Panfleiteo.—
Hombre, yo creo que todas las que empiezan por súper quedan muy bien. ¡Súper—hombre, súper—dotado, súper—listo, súper— rico, súper—cano, súper—tonto, súper—pobre, súper—endiablado!
Maestro.—
¿Y a usted monada Etanisladita?
Etanisladita.—
¡Pluriempleo señor! ¡Requetepluriempleo y de paso, su antagonista! ¡Pluriempleo como necesidad, como urgencia, como vicio de la sociedad, como desorden colectivo etc…
Maestro.—
¿Algo más?
Etanisladita.-
¡Para huir del miedo, del ocio, de las ideas, de la otra locura y de las trampas de juego!
Maestro.—
¡A ver Cachimirez! ¿Qué se le ocurre?
Cachimirez.—
Libertad. El mito de la libertad. Libertad en labios de autoritarios, libertad en labios de liberales, libertad para las máquinas perforadoras… Libertad en nombre de los poetas, de los cantantes, de los que no la comprenden ni la necesitan ni la conciben. ¡Libertad de libertades y manicomios!
Maestro.—
¿Y Parapaichea, que se cuenta?
Parapaichea.—
Democracia, ¡que está de moda y en el aire! Democracia para los burgueses, los capitalistas, los empresarios, los que no la profesan porque no la entienden, pero la comentan a todas horas!.
Maestro.—
No razonen… No razonen… Maldito vicio que no puedo extirpar de raíz… Vamos otra. Más deprisa. Etanisladita.
Etanisladita.—
Desarrollo. Consenso. Monopolio. Concurrencia.
Maestro.—
¡Rapidez! Leocadiria.
Leocadiria.—
Centralización y descentralización. Monopolios.
Maestro.—
Vamos Terencio.—
Terencio.—
¡Multinacionales! ¡Antipsiquiatría! ¡Nueva dialéctica!
Maestro.—
¡Ursulina!
Ursulina.—
Pluralidad. Impunidad. Agresividad. Mascarada.
Maestro.—
Jaramato.—
Eficacia. Apertura. Autonomía. Alternativa. Perspicacia.
Maestro.—
No bastan. Hay que sacarlas de los periódicos, que están desorbitados de palabras en boga, y buscar las más oscuras y complicadas, redondas, rimbombantes…
Jaramato.— “
¡Desglose de competencias!
Cesáreo.—
La.. “Mas—media”.
Leocadiria.—
El status-quo actual.
Varios.-
Represión. Violencia. Liberación.
Maestro.-
¡Vale! ¡Un buen discurseado, debe ir intercalando palabrejas de estas de uso corriente en la literatura., Entre sus imágenes del momento, y siempre quedará como magnífico. Pero por favor sin el papelito escrito bajo los ojos, que no tenemos un solo orador que improvise.
Terencio.-
¡Y no lo tendremos hasta después del examen final! ¡Pero allá vamos nosotros! ¡A utilizar nuestras frases redondas, nuestros párrafos cuadrados! ¡Nuestra manera de estilizar y perfilar la oratoria!
Maestro.-
¡Que así sea!
Etanisladita.-
¡Maestro! ¿Podemos intercalar un poquito de folclor, palabras golfas, trozos de folletín melodramático y demás subterfugios y zarandajas?
Maestro.-
¡Con esa linda cara, todo se puede hacer amiguita! ¡Pero haber como lo hacemos!
Etanisladita.-
¡Descuide profe, muy bien!
Maestro.-
Ahora vamos a intentar, resumir y repasar. ¿Atentos? Hablemos de indirectas maneras de entender a los demás.
Panfleiteo.-
¡Damos la razón a todo el mundo!
Cesáreo.-
¡Nunca presumimos de tener un mensaje!
Terencio.-
¡Pidamos gracia y disculpa para hablar, pero hablemos sin dejarlo! ¡Tomemos partido! ¡Seamos positivos!
Cachimirez.-
¡Representamos siempre un avance!
Parapaichea.-
¡Conseguimos la atención y el aplauso!
Etanisladita.-
¡Hablemos como inspirados! Como poseídos. Como desplazados. Pero hablemos y hablemos.
Jaramato.-
¡Seamos como el eco en la montaña! ¡Vibrantes!
Ursulina.-
¡Seamos ricos, rápidos, taladrantes, seguros!
Jaramato.-
¡No nos repitamos!
Terencio.-
¡No rectifiquemos! ¡No rectifiquemos!
Leocaidiria.-
¡No contradigamos! ¡Pero vayamos a la nuestra!
Estanisladita.-
¡Hablemos de la realidad como fantasía!
Ursulina.-
¡Y de la fantasía como realidad!
Panfleiteo.-
¡Seamos originales y radicales! ¡Orígenes y raíces!
Jaramato.-
¡Consigamos que cada grupo, cada escala social o cada ser, sienta y crea, que hablamos solamente para él!
Maestro.-
¡Vais aprendiendo!
Todos.-
¡Hemos aprendido las lecciones!
Maestro.- (Levantándose)
Y recordad que en la crítica, la alocución, la arenga, el discurso, la charla o el sermón… Lo que quiera que fuere, estáis abriendo de nuevo, la era de la expresión. La era de la palabra, del verbo, del lenguaje, del idioma, que se ha perdido.
Todos.-
La palabra hoy adulterada
Maestro.-
¡La palabra maltratada!
Todos.-
¡La palabra en decadencia!
Maestro.-
¡La palabra castigada por la incultura, la fotografía, el cine, la televisión. La palabra. ¡El más preciado don de la criatura humana!
Todos.-
¡La palabra en crisis! ¡La palabra!
Maestro.-
Recojan carpetas y papeles y prepárense para el examen final. ¡Y canten amiguitos! ¡Hasta después!
Todos.- (Cantando)
“Adelante arqueros de la palabra
alumbramos la era de la expresión
Reguemos los campos con ondas sonoras,
para que los trigos nos sepan mejor”
“Adelante arqueros de la palabra
Alumbramos la era de la expresión,
queremos palabras, sembramos palabras
para que los surcos, fecunden mejor”.
“Adelante arqueros de la palabra
alumbramos la era de la expresión.
Queremos palabras, hagamos palabras
para que los hombres, se entiendan mejor”.
¡Viva la escuela de oradores!
¡Viva!
Telón.
Salida y reverencia
FIN

Felicidades Arturo por la tarea de divulgación. El legado de tu madre siempre estará presente.
Un abrazo