El niño que no quería nacer

El niño que no quería nacer

Escrita en 1970 Por María Elena NEIRA

Edición de autor.

Fantasía. Ironía. Humor

Isabel, una joven casadita, descubre ilusionada, que va a tener un niño.

Cámara a Isabel y al doctor que la visita.

Isabel.—

¡Gracias por la noticia Doctor! ¡Me hace usted… Tremendamente feliz, tercamente feliz. Como nunca lo fui. ¡Un niño! ¡Mi niñito!  ¡Cuánto se lo agradezco!

Doctor.—

¿A mi? ¡Que chiquilla esta! ¡Bueno… Me alegro mucho! Ahora a la consulta mensual a comer mucho, a cuidarte — que es cuidarle— y nada más.

 Isabel.—

 ¿Está usted seguro Doctor? Es que me muero si luego resulta que no es.

Doctor.—

¡Pues claro que lo estoy tonta! ¡Si es lo normal, lo sano, lo natural…!

Corte.

Isabel extiende un chal sobre sus hombros. Toma el bolsillo de mano y con un gesto ilusionado y feliz sale de casa.

Cámara a una vieja y gorda señora que se prueba ante un gran espejo un vestido mientras una mujer de rodillas ante ella prende alfileres.

Mamá.-

Oh… Laly.. .. ¡Que preciosidad! ¡Como me sienta! ¡Voy a dar el golpe! ¡Ay hija, que manos tiene usted! ¡Que boooniito!

Entra Isabel jadeante de tanto correr.

Isabel.—

¡Mamá… Mamita… Mamá!

Mamá.-

¡Que pasa hija! ¿Se quema el río?

Isabel.—

Mamá hay… No sabes… (Se sienta) ¿Pero otro vestido? ¡Como estás de tonta hija! ¿Cuantos llevas ya en la temporada? ¡Te da por presumir ahora?

Mamá (Besándola)

¡Hijita… Natural…! ¡Como que con tu boda me he quitado diez años de encima! ¡Diez, que se dice pronto! (Ríe feliz)

Laly.—

¡La queda que casar a Manolín!

Mamá.-

 ¡Bah… Los chicos no cuentan! ¡Allá su suegra se las entienda con él! (Ríe) Tarea la mando para aguantar a mi nene… Con lo mal que lo eduqué. (Ríe) Allá ella! ¿Te parece bonito mi vestido Isita?

Isabel.—

Mami. Yo venia a contarte una cosa importantísima para mí. ¡Algo magnifico!.

Mamá.-

 ¡Oh… No por Dios! ¡A tu maridito hija! ¡Para eso te casas! . Afortunadamente tienes un marido encantador. ¡A él cariño ¡Yo ya he terminado! ¡No quiero problemas ¡Tengo tanto y tanto que hacer…!

La vieja se mira al espejo. Isabel se cansa. Se levanta y grita.

Isabel.—

¡Pero no te has muerto, verdad! ¡Estás viva y bien viva! ¡Yo te necesito!

Laly.-

¡Y bien joven dirá usted! ¡Hay que ver como la sienta! (Parece que no cabe en él, está ridícula) ¡Ya quisieran muchas! ¡A ver si está usted de tan buen ver a mi edad

Mamá.-  ¡Claro que me cuido! ¡Me baño todo el año en la piscina. Hago gimnasia… Como con cuidadito..

Laly.-

¡Miren la vieja!  ¡Así se hace!

Isabel.— (Grita)

Mamá te estoy necesitando. ¡He venido por algo! ¿No? ¡No seas tan tonta,

 Mamá.-

 ¡Pelmaza de chica! ¡Y que no me deja sacudir el yugo! ¡Estamos listos! ¡Pero cuéntale a él tus cositas monada! ¡Te quiere tanto y cuanto!

Isabel.—

¡Me escuchas o me voy!.

Laly.-

¿Me retiro?

Mamá.-

 ¿Por qué? ¡Son cosas de niña mimada, voluntariosa, terquilla… Vamos suelta lo que sea! ¿Llegó tarde el niño anoche? ¿Bebió? ¿Se puso malito? ¡Te duele la cabeza!

Isabel.—

No se trata del niño ese sino del otro…, Del…. Mio… De ¡mi niño!

Mamá.-

¡No, no será verdad! ¡No puede ser! ¡Aclara! ¡No se lo que dices!

Isabel.—

¡Del que viene detrás mami! ¡No te hagas más la tonta!

Mamá.- (Rebelándose)

 No puede ser. Es horrible. ¡Ahora… Ahora no…! Te equivocas hija.

Isabel.-

¡Si me lo ha dicho el médico! ¡Y estoy loca de contenta! ¡Que alegría, verdad?

Mamá.-

 Es broma. Yo te aconsejé que esperaras

Laly.—

Esos consejos no valen para nada señora.

Isabel.—

¿Pero no te alegras?

Mamá.— (Contrariada) ¡

No…no! ¡Eres joven! ¡A tu edad y… que disparate! ¡Si lo se no te aviso!

Laly.-

 ¡Hay que bueno! ¡Que divertido! ¿Estarían muy enamorados ¿verdad nena?

Isabel.—

Si. ¡Porque es muy apuesto y muy simpático! . ¡A mamá también la gustaba, porque lo sabe ganar! ¡Y muy vividor! Y a papá porque sabe jugar al ajedrez. Y también porque convida mucho y lo lleva de caza. ¡A todos! Pero ahora no es él lo que importa sino el niño.

La madre se quita el vestido con verdadera rabia.

Mamá.-

¡Que asco! ¡La que faltaba! ¡Ahora que tenía proyectado el viaje a Paris! ¡Esta pelma de hija dando la lata lo echar todo a rodar! Nueve meses con el ay, ay,ay… y luego ¡que todo salga bien! ¡Por que no esperaste ser un poco, más sensata, mayor, avispada…

Isabel.—

 Hija, mamá… Que cosas más raras! (Llora) ¡Me quitas toda la ilusión!

Mamá.-

 ¡Con que ilusión! ¡Tontaina! ¡Que sabes tu de los peces de colores! ¡Un lloroncito meón que no deja parar a nadie ni de día ni de noche. Cacas, babitas, pises, calenturas… ¡Y tu atada a su cuna, llamando a tu madre a cada momento! (Fingiendo su voz) ¡Mami, mami… Que se me muere.., Ven.., ven

Isabel.—

¡No pienso necesitarte para criarle!

Mamá.—

¡Te lo has creído hija! ¡Eso dicen todas, pero luego…!

Isabel se toca el estómago porque se marea. Laly se ríe.

¡Gajes del oficio niña! Bueno usted exagera un poco. ¡Ya irá aprendiendo como las demás. No es la única. Y después de todo si la hace ilusión, suerte ¿no?

Mamá.-

 ¡Y que hacemos ahora, que hacemos!

Isabel.— (Carcajadas)

¡Quererle mucho, mucho… a mi niño… Mucho…!

Mamá.—

Anda tontaina. Vete a contárselo a chache todo y empieza a hacer patucos. Ya se lo diré yo al abuelo. ¡Abuelo! ¡Cuando decía que estaba envejeciendo…! Pero a mí, Laly me parte por el eje. ¡Por el eje! ¡Si puedo salvar mi viaje a París después de todo…

Isabel.—

¡Yo estoy muy malita…! Me duele todo. ¡Todo me duele! ¡Todo…todo…!

Mamá.-

Anda preciosa, vete y disimula. Toma mucho limón. Se te pasaré el mareito. Y haz patuquines. (La besa) Vamos… que me tienes a mí y a tu amorcito… A tu chache…

Isabel sale desilusionada y dando traspiés.

Oye. Disimula hasta última hora. Arréglate mejor. Sal con tu marido. Procura distraerte. Piensa que eso no es estar mala aunque lo parezca. Que ya llegara… Sin remedio.

(La empuja y cierra la puerta)

¡Luego dicen que es lista la juventud! ¡Unos panolis! ¡Si que ha disfrutado la luna de míel! ¡La bobita…!

Laly.-

¡Es la ley de la vida mujer! (Coge el vestido) ¡Para el jueves es en casa, señora!

Mamá.-

Gracias Laly, procuraré evadirme, pero no se si podré… ¡la que sobraba!

Corte.

En casa de Isabel. Pepe silba mientras prepara un maletín. Isabel da vueltas en torno a él, deseando confiarse.

Pepe.—

¡Nenita, muévete! ¡faltan corbatas, calcetines, pañuelos! (Silba)

Isabel.-

¡Estarás mucho tiempo fuera?

Pepe.— (Abrazándola)

¡No, mi alma! ¡Si ti no puedo vivir!

Isabel.—

¿Y por que no me llevas? Yo no conozco Toledo… tengo que decirte un cosa. Debo decirte una cosita…

Pepe.-

¡Que más quisiera yo que poder llevarte conmigo! ¡Bah… Tampoco interesa! ¡Juntas… Reuniones, compromisos, jaleos…! ¡No es para ti! ¡No podría hacerte ni caso, cuanto más mimarte como te mereces lucero!

Isabel.—

¡Es que… Tengo que decirte…!

Pepe.—

Si amorcito. Cuando venga me esperas con entradas para el teatro. La función que más te guste. ¿Paso? ¡Pues Paso! ¿Olmo? ¡Pues Olmo! ¡A tu gusto!.

Isabel.—

¡Tengo un secretillo, Pepe! ¡Para!

Pepe.-

¡Guárdalo! ¡A las mujeres os encantan los secretos! De verdad no hace ninguna falta que te quedes sin secreto. Con que me prometas solamente que algún día lo compartiremos, me conformo. Anda monadita, ayúdame. Tengo que estar a la una en Carabanchel, a las tres en casa del Director y a las cinco salgo para Toledo con los del Consejo de la estación de Atocha.

Isabel.—

¿No te llevas el coche?

Pepe.-

¡Te lo dejo para compras! ¿Contenta? ¡Ah…! ¡Toma! ¡Para que puedas hacerlas! ¿Contentina con tu chache? ¡No dirás que no me porto!

Isabel.—

¡Me engañas con caramelos!

Pepe.- (Sin pensar)

¿Caramelos? ¡Compra los que quieras mi vida, ¡los pañuelos cariñín!

Isabel.—

¡Hay si! ¡Que se va el tren…! ¡Vaya juergazo que te vas a correr!

Pepe.—

Ya… ¡Figúrate que faena! Con el ganso de López. ¡Por eso vamos en ferrocarril! . ¡Está uno de volante hasta la nuca! . ¡El chalado de Enrique que te partes con él. El verde viejales de Juárez… ¡Que tío!

Isabel.—

¡Que sucio! dirás. Y yo… Aquí… De vacaciones y con mi secreto a cuestas.

Pepe.— (Asustado)

 ¡Santo Dios! ¡Escenitas no, mi alma! ¡Por todos los santos de la corte celestial ¡los descanonizados y los nuevocanonizados… Todos! Ya sabes que me producen alergia tus suspiritos. Y el médico dice…

Isabel.—

¡No haberte casado conmigo! ¿Por que lo hiciste?

Pepe.— (Pensando con sensatez)

Mira ¡te voy a traer un broche toledano… el más bonito que encuentre. Y una caja de mazapanes y…

Isabel.—

Si, pero yo tengo un secreto y no te importa un bledo.

Pepe.

¡Un bledo si, hombre!  Parece un tango del ayer. Mira. (Canta) Yo tengo un secreto…

(…)

Pepe.- (Se asusta y grita)

¡No…No! ¡No puede ser! ¡Es imposible! ¡No quiero, no quiero… Ahora no ¡Tan pronto.. .Tan pronto… No quiero, no…!

Isabel.— (Espantada)

¿Te asustas? ¿Te da miedo? ¿No lo deseas como yo? ¿Y tu eres… Su padre?

Pepe.— (Recuperándose)

¡Tenia que ser! ¡Las consecuencias ¡No será porque no me lo advirtieron! Y ahora… a cargar con el mochuelo!

Isabel.—

¡Mochuelo! ¡Lo ha llamado mochuelo!

Pepe.—

¡Pues vaya faenón! ¡Hija… Vaya facilidad! ¡Yo no pensaba en eso… Ahora!

Isabel.—

¡Me estás matando!

Adiós tu cinturita, monada. Mira anotada en mi agenda para recuerdo. Veinte centímetros y medio. Perdí para siempre el talle más bonito. Lo perdí. Lo perdí….

Isabel.—

¡Yo me muero! ¡Me mareo… Me caigo… Me encuentro mal… Mal… Mal… ¡No, así no…!

Pepe.—

¡Ya empezamos, que gusto!

Pepe fastidiado la sienta en un sillón, la pone un cojín en la espalda, la coloca el ventilador junto a su cara, etc… Después coge el teléfono.

Pepe.—

¿Mamá? Si… Yo… Claro que me voy ¡de todas, todas! Estaría bueno.— Bueno calla que no puedo hablarte. Nunca me dejas…. Mira… Han surgido novedades. No-Ve-Da-Des. ¡Si… Eso… Que lista… Te pasas…! Oye:

(…)

Oye, yo me voy a Toledo. ¿Que lo deje?

Isabel abre los ojos y escucha lánguidamente.  

¡Que lo deje! ¡No estoy por esas! ¡Sabrás que pensamos pasarlo bomba!  Mira yo te la encomiendo. Acompáñala al médico y haz lo que sea. ¡Tu sabes mejor que yo! .— No, con su madre no quiero nada, es totalmente idiota la pobre. ¿Me puedo ir tranquilo? Ponte tu a sus órdenes o ella a las tuyas. ¡Es igual! ¡Que más tiene! ¡La pobre chica está mareadita! ¡Esas tenemos! ¡Con que… A jugar a los muñequitos! Yo me largo por de pronto y Dios dirá. ¡Un beso!

Cuelga y se acerca a la pobre.

¡Mi pobre nenita!.. ¡Eso de ser mujer…!

Corte.

La suegra de Isabel está conversando con una vecina. Es una señora culta y tiene una casa preciosa.

Llega Isabel, lánguida y triste.

Isabel.—

Buenas tardes. ¡Hola doña Pepita!

Suegra.-

¡Hijita… Cariño…! ¡Tan niña! (A la otra) ¡Llega con novedades, sabe?

Pepita.—

 ¡Que alegría mujer! ¡Siéntate aquí bonita ¿.Estás molesta ya?

Isabel.—

Yo…. Si… ¡Pero eso no importa!

 Suegra.—

Anda, toma un poquito de café, entona. (La sirve) Para que vayas aprendiendo hija ¡eso es el matrimonio! ¿Pues que te habías figurado? Una joven sana, alegre y guapa que de pronto se convierte en fea, tonta, dolorosa, antojadiza, desagradable.

Isabel.—

¡Por favor… Usted… También!

Pepita.—

¡No le diga eso, mujer! ¡La pobre! ¡Di que no, nenita! La verdad es que la maternidad pese a todo embellece! . Hay una renovación de células, sangre nueva, vigor y lozana blancura de tez, ojos brillantes, ilusión.

Suegra.—

¡Jesús que romántico! ¿Donde se lo aprendió vecina?

Paquita.—

Y se más. No hay nada que centre más a una mujer en su realidad y que agarre su vida más fuertemente a la tierra, que la maternidad. Raíz es eso. ¡Estás echando raíces!

Suegra.—

La literatura del caso. ¡Cada caso tiene la suya por supuesto!

Pepita.—

Además de ser verdad no se puede hablar de otra manera a una futura madre. Otra cosa seria… Crueldad.

Suegra.—

¿Crueldad? A mi eso no me va Pepita ¡siempre la traté y la comprendí mejor que su madre ¿no es cierto? Ella lo sabe bien. ¿Quién cree usted que va a volcarse en este caso? Yo, realmente. Y en cuanto al crío… Paciencia. La verdad no hacia maldita la falta en este valle de… Pero bien, si se empeña en venir se le recibirá.

Isabel. (Se levanta).-

¡No hacia falta… No, no hacía falta… Yo me vuelvo loca!

Pepita.—

¡Hija, paciencia, te queda mucho por pasar!

Suegra.-

Ya empezará a estar… Arrepentida.

Isabel.-

¡Eso nunca! ¡No! ¿Por qué razón? Me fastidia fastidiar a los demás con mi caso. Esto quiere decir que a nadie importo un bledo. Esto quiere decir que… Mi niñito…(Llora) ¡Mejor… Será sólo mío, mío!

Suegra.—

¡Te crees tu eso! Los hijos no son de los padres sino de sí mismos. Son los padres y sobre todo la madre, los que son de los hijos. El hijo… Cuando te necesite dirá: ¡madre!. Cuando le necesites dirá ¡déjame en paz!

Pepita.- (Ríe)

Bueno, eso si… ¡Pero nos engañan con tanto arte…!

Isabel.—

¡Y tanto con el matrimonio, y con la felicidad de amor y con la luna de miel y con la llegada del primer hijo…Cuento!

Suegra.—

¡Pero si son muchos ya en el mundo Isabelita…! ¡Para qué otro más! ¿No oyes que tendrá que alimentarse con píldoras… Que se está envenenando la atmósfera? Que existe la bomba atómica… Pues… ¿Para qué?

Pepita.—

Para venir a pasar enfermedades, sacrificios, privaciones, luchas, trabajos, y para remate tenerse que morir.

Isabel.—

¡La que quiero me quiero morir soy yo!

Suegra._

¡Y tu niño también se tendrá que morir! Es una ley que no esta escrita, pero que es bien de ley.

Isabel.— (Tomándo una decisión)

¡No me importa nada, nada de nada. Así que me voy!

Pepita.-

Y se enfada.

Suegra.- (En secreto)

¡Déjela! (En alto) Me alegro, porque vienen las de Lainez a merendar y las gorditas son un espectáculo. Te recogeré el lunes para llevarte a mi médico.

Isabel.—

¡Prefiero al mío! Y me sobra con él.

Isabel sale dando un portazo y la suegra se encoje de hombros.

Pepita.—

Pobre chica. ¡Que desilusión!

Suegra.-

¡Hay que abrirla los ojos un poco si no… con lo joven que se casó, nos trae diecisiete. ¡Imagínese usted! (Carcajada) Me alegro por mi consuegra. La rompe el viaje a París.

(Ríe de nuevo)

Corte.

Isabel se encuentra sola en su camilla haciendo patucos, jerséis, lazos, puntillas etc…

Sonríe y los besa a cada instante. Su cara tiene expresión de ilusionada dicha.

Música._

 Canción de cuna.

“A la nanita de aquel, que llevó el caballo al agua y lo trajo sin beber…”

De pronto una voz infantil la llama por su nombre. (De siete a diez años) No se le ve, solamente se le oye. Isabel se sobresalta mucho.

Niño.—

¡Isabel… Isabel!

Isabel.—

¿Me han llamado? Me había parecido que me llamaban.

Niño.—

¡Isabel… Isabel!

Isabel.- (Poniendose en pie)

¡Me, me ¿me llama alguien?

Niño.—

¡Pues claro! ¿quien va a ser? ¡Yo el niño!

Isabel.— (Muy nerviosa)

¿Que niño? ¿Que quieres? ¿Quien eres? ¿Que pasa?

Niño.—

¡Soy el niño, mujer, no temas!

Isabel.—

¡Pero que niño!

Niño.—

¡El tuyo demonio! ¿quien va a ser?

Isabel.— (Se abraza a si misma)

¡No lo entiendo!

Niño.—

 ¡No hace falta! ¡Que más da! ¡Hola! He venido a charlar contigo un rato.

Isabel.—

De que. ¿De qué?

Niño.-

¡De lo que surja! ¡De todo!

Isabel.- (Temblorosa)

Tu dirás

Niño.—

Con confianza racórcholis. . .Que soy el hijo de tu alma. ¡De tu alma!. Sin desmayarte.

Isabel.- (Abriendo mucho los ojos)

¡Estoy bien! ¡Si, estoy bien! (Cae en una silla rendida)

Niño.—

Mira: ¡no me gusta nada de cuanto me rodea!

Isabel.—

¡Lo suponía hijo mío!

Niño.—

 ¡Tenía que decírtelo a tiempo!

Isabel.—

 ¡A mi tampoco me gusta!

Niño.—

¡Ya! ¡Pero tu ya naciste y no te puedes arrepentir! ¡Haber sido más lista! ¡Yo estoy a tiempo!

Isabel.—

¡Tu ven, nene!  ¡Ya nos arreglaremos ¡Si vieras como te estoy esperando!

Niño.—

 ¡Lo siento! ¡La verdad es que eso de nacer no me hace la menor ilusión!

Isabel._ (Abriendo los brazos)

¡Hijo! ¡Tu madre te espera!

Niño.-

¿Y solo te voy a tener a ti? Nada de eso. Yo tengo más derechos. Tengo todos los derechos.

Isabel.—

¡No te faltará nada de nada!

Niño.—

¡No se trata de patucos. jersecitos o nanitas! ¡Ni hablar! ¡A mi me tienen que esperar todos! ¡Yo quiero ser el ombligo del mundo!

Isabel.—

¡No te basta con el gran amor de tu madre? ¿Es posible? (Llora)

Niño.—

¡Eso lo tiene cualquiera! Yo quiero más.

Isabel.—

¿Otro más a atormentarme? Entonces ¿como eres? ¿a quien te pareces? ¡Estoy arreglada!

Niño.—

¿Ya vas a empezar a reñirme? Pues me voy.

Isabel.— (Poniéndose en pie y corriendo tras la voz)

 ¡No mi niño! ¡Mi alma! ¡Mi sol! ¡No te vayas… Deja que te cuente, ven, ven….!

Corte.

Isabel coge el teléfono para llamar a una amiga y comunicar su noticia.

— ¡Estrella…! Estrella…!

— ¡Isa, Isita….! ¿Eres tu? ¡Me alegro horrores! ¿Como se encuentra la nueva casadita?

— Oye Estrella, ¿sabes que tengo novedades? ¡Estoy más contenta! ¡Voy a tener un nene!

— ¿Y te ilusiona? ¡Pues vaya faenón! ¡No, si casarse tan pronto, ya se sabe!

— ¡Ya estoy haciendo la canastilla! ¡Más rica!

—  (Carcajada) ¡Tu no sabes lo que es bueno!

— ¡Pues si eso no es bueno, tu dirás que hay bueno de verdad en la vida!

— ¡La vida es lo que se acabó para tí nena!

— ¿Por qué?

— ¿Crees que Pepe aguantará el latazo de tu gorda compañía? No te enfades chica, le conozco. ¡Ya sabes que fue mi novio! ¿Sabes lo que pasará? ¡Lo estoy viendo!. Él a volar y tu a tus comiditas, tu sagrado deber, tus muñequitos…

— ¡Que suerte, no?
 — ¿Suerte? ¿Andas bien de la cabeza? ¿Tu sabes lo que es Pepito volando?

— ¡No te entiendo! ¡Creí que me querías y ahora parece que me odias o me envidias!

— ¡No, si no te quisiera no te abriría los ojos! Te has casado muy joven y no sabes de la misa la media.

— ¡Tu como todos! ¡Nadie quiere alegrarse conmigo!  ¡Que habré hecho yo para merecer esto!

— ¡Piensa un poco por tu cuenta si es que puedes! Cuando este tenga añito y medio vendrá otro y luego otro, y luego una y luego otra. Y Pepe siempre solito de juerga, que no es muy hombre de su casa ¡que digamos! Y tu sola, triste, aburrida, abandonada.

— ¡Una madre no se aburre nunca!

— (Risitas) Ya. Harás hacendosita tu tarea e inventarás otras nuevas. Mas pronto te cansarás, te enrutinarás, te obsesionarás, te abandonarás ¿Irremediable!

— En mi caso hay millones.

— ¡Y millones de histéricas!

— (Enfadándose) Bueno, ¿suerte!

— Si tuvieras un escape. Una manera de poderte evadir por un tiempo entregándote a cosas diferentes para al menos desobsesionarte. Pero ¿que sabes hacer? ¿Para que vales?. No se, tu madre solo te preparó para la caza del oso y el oso es Pepe. ¡Que espanto!

— La vida tiene cosas nuevas, contingencias, apremios, sorpresas. No hay dos días iguales.

— No seas cocorito mujer. Piensa. La vida esa no es la vida tuya exclusiva. La vida esa es vivirla para la de los demás y dejarte llevar tontamente a su servicio.

— Seré feliz así. Yo soy buena.

— Imposible. Hasta las santas necesitaron un aparte para hacerse santas. Si no tienes vida propia nadie te dará nada y todos te exigirán todo. Por muy altruista que seas no puedes ser una cosa, una máquina al servicio de los demás y vivir vacía de ti misma.

— Ni te entiendo ni quiero. Es complicado, es absurdo ¿que está pasando en mi vida?

El teléfono se cae de sus manos.

Corte.

Isabel está en su cocinita bate que te bate con su lindo delantal de flores. Pepe asoma impaciente la cabeza.

Pepe.—

¡Monadita! ¿Cuando cogerás más práctica? ¿Cuando te darás cuenta que tu maridín vive a supervelocidad?. Tengo el tiempo cronometrado al segundo y tu bate que te bate!

Isabel.-

¡Me entretiene tanto el equipo de nene!

  Pepe.—

Cómpralo mujer. Ya nadie cose. Nadie para ahora en la vida. Vale más el tiempo que lo que cuesta.

Isabel.—

¡Y la ilusión de una madre de hacerle a su hijito todo por si misma?

Pepe.—

¡Ah, claro! No caía. ¡No: si ahoar me querrás menos! Encima de que viene el nene, haciendo estragos en tí, llega imponiéndose, mandando. ¡Vaya con el intruso! ¡No te dejará ni ocuparte de mi! ¡Muy mono!

Isabel.—

¡Hablas de una manera que hace daño! El vecino de arriba estaba loco de ilusión. El marido de Lucila también.

Pepe.—

La una una fea doble y la otra rematadamente tonta. ¡Si se convertía al menos en fábrica de rorros.! ¡Ya valía para algo! ¡Pero

tu que eras una preciosidad!

Isabel.—

¿Por que te casaste conmigo, Pepe?

Pepe.-

¡Hija, por tu tipito lindo! ¿Quieres más?

Isabel.—

¡Mucho más! ¡Hay en mi algo más importante que creí que habias visto! ¡Algo que la maternidad estimula y ennoblece!

Pepe.-

No te compliques vida. ¡Si yo paso por todo! ¡Ya ves, hasta por eso tan triste! (Señala su cintura,) ¡Que lástimita!

Isabel se marea. Deja la tortilla y siente nauseas.

Pepe.—

¿Lo ves? ¡El tiene la culpa y solo él! Yo sería incapaz de producirte el menor daño ¡y tu lo sabes! Él cuyo solo anuncio de su llegada te enferma! ¡Que será, cuando te obligue a pasar noches y noches en vela!

Isabel.—

¡Tu me ayudarás un poquito ¿verdad?

Pepe.-.

Si, claro, aunque ya sabes ¡mi trabajo exige las facultades bien despiertas!

Isabel queda paralizada y tristemente pensativa.

— ¡Mi tortilla monada! ¿O es que tengo que ir a que me la sirvan en el bar de enfrente?

Isabel.—

¡No puedo terminarla! ¡Es imposible! ¡Por favor toma! Háztela tu que me mareo.

Pepe.-

¿Yo? ¿Has dicho yo? ¡Que no bonita! ¡Que yo soy un hombre, todo un hombre y para eso y algunas cositas más me he casado! ¿Has dicho yo? Pues si, pronto. ¡Como me iba a poner el traje en tu linda cocinita! Además: ¡Vamos, me parece a mi que llevo bien puestos los pantalones! ¿no?. Pues eso, tu a lo tuyo y yo a lo mío, así no reñimos.

Isabel.—

Espera te la haré. ¡Ay….!

Pepe.—

Se trata de tortilla, no de churros Mira, es mejor que me vaya al bar. Te dejo con tu rorro muñeca, tu tortillita, tus patuquines, tu mareito. ¿Un besín? (La besa la nuca y sale)

Isabel.—

Esto es lo que dicen que siempre pasa. Algo marcha mal en el matrimonio.

¡Ay! Y yo sola y yo mala, y yo ¡Ay! ¡Hijo! ¡Mi niño!¡ ¡Solo te tengo a ti!

Isabel se sienta y mete su cabeza entre las prendas de la canastilla.

Niño.—

¡Isabel! ¡Isabel! ¿Como te encuentras?

Isabel.— (Con gesto nuevo y feliz)

¡Hijo! ¡Hola nene! ¡Que alergia poder oírte de nuevo!. Ya ves, un poco revuelta. Gajes del oficio. Y más que me pone Pepe.

Niño.—

Es que ese hombre es idiota.

Isabel.—

Respeto y consideración hijo. Mira, aunque yo diga lo que quiera tu no puedes tratar a tu padre con esa desaprensión. Piensa que es tu papito.

Niño.—

¡Sabes que no me gusta ese Pepe! Reniego de mi papito.

Isabel.—

¡Jesús, que disparate!

Niño.—

Es que pienso. Bueno no sé: O está un poco mal de la cabeza o anda mal de los pies.  ¡Como tiene que correr tanto!

El niño se pone a reír a carcajada.

Isabel.—

¡Por Dios nene, que te excedes!

Niño.—

¿Se puede saber adonde va tan deprisa? ¿Que carrera tiene que ganar?

Isabel.—

La del plurimpleo ¿sabes?

Niño.-

¿Y que diablos es eso del pluriempleo?

Isabel.—

Supertrabajo. Hoy todo es super. Yo te explicaré verás. Por ejemplo, un hombre tiene su empleo, la oficinita, lo que da para el coci, vamos. Luego se requiere otro trabajo para la tarde y con esto ya se tiene supercoci. Después hay horas de trabajo serio y horas de trabajo extra, con lo que ya se puede suprimir el coci. Luego vienen los negocios o negociejos, las contabilidades por partida doble, los gajes, las pagas extraordinarias. Total el coche, el veraneo, un chalet en la sierra a lo mejor ¿No está muy mal verdad?

Niño.-

¡Disparatado! ¡Eso es disparatado!

Isabel.—

¡Tu que entiendes! ¿Como vas a opinar si no has nacido todavía?

Niño.—

Tengo derecho y quiero.

Isabel.—

Bien, no te enfades. Ten paciencia.

Niño.—

Quiero saber ahora mismo el porqué de todo eso. El por que y el para que.

Isabel.—

Porque si. Fruto del tiempo y para ganar mucho dinero.

Niño.—

¿Para que sirve el dinero?

Isabel.—

Para gastar. Para poder comprar todo, tenerlo todo. ¡El dinero hace muchísima falta!

Niño.—

¡Si, pero para qué?

Isabel.—

Para, porque, hacen falta tantas cosas.

Niño.-

¿Para qué?

Isabel.—

Para que si. ¡Para tenerlas!

Niño.—

Y si no las tienes ¿que pasa?

Isabel.—

¡Es muy triste! ¡Mira: yo tengo de todo, superautomática, turmis, lavaplatos aspiradora, olla exprés, aire acondicionado, alfombras, cortinas, colowal, parquet. Máquinas, maquinitas, detalles, todo mono.

Niño.—

¡Horror…! ¡El trabajo que te dará todo eso!

Isabel.—

¡Si lo tengo para ahorrar trabajo!

Niño.—

No entiendo. ¡Tienes que cuidarlo, limpiarlo, mimarlo, brillarlo, ponerlo en marcha, esperar aburrida mirando el reloj a que te resuelva la papeleta. No despistarte nunca para que el chisme no se fastidie. ¡Me parece que no estás muy bien tu tampoco! ¡Me has puesto de mal genio! ¡Adiós!

Isabel limpia un poco fatigosa sus electrodomésticos. Sonríe. Quita el teléfono y cierra la puerta para encontrarse bien sola y atiende al menor ruido. Enseguida se oye la voz del niño.

Niño.—

¡Como estás Isabel!

Isabel.—

 ¡Ya me estoy acostumbrando a ti! Oye: ¿por que no me llamas mami o mamita o madre?

Niño.—

Porque no lo eres todavía. ¡Calma!

Isabel.-

El otro día me hablabas de tu padre. Me interesan mucho tus opiniones.

Niño.-

¡No me gusta nada!

Isabel.—

Lo comprendo. Bueno pues piensa en mi. Solo en mi: Yo toda tuya y tu mi nene.

Niño.—

¡Que pelmeria! Una madre que solo tiene sus tortillitas, sus electrodomésticos y su rorrito.¡La que me va a caer encima! Un amor absorto, exclusivo, absorbente, maniático, ¡inaguantable!

Isabel._

Me disgustas ¡Me haces llorar!

Niño.—

¡No seas cursi! ¡Sabes de sobra que en este mundo mortal nadie comprende a nadie!

Isabel.—

Mucho sabes tu.

Niño.—

Así podrás decir: “Nació sabiéndolo todo”.

Isabel.—

¡Si tu estás en el Limbo aún!

Niño.—

¿Y que es eso?

Isabel.—

¡Algo así como estar en Babia!

Niño.— 

¡Si en babia se está de perlas! ¡Si lo sabré yo! ¡Babia es un feliz reino de la imaginación. Se encuentra entre nebulosas, más allá de las nubes. Bueno, en otras nubes mejores y distintas que en vez de contener agua, están hechas de quimeras.

Isabel.—

Mira no divagues y vamos al grano. ¿Tu que quieres? ¿A que vienes a diario?

Niño.—

A preparar y organizar mi porvenir. Me gustaría tener un padre simpático, normal, que supiera jugar a todo, nadar, escalar montañas, bajar rodando por los precipicios, dormir en grutas o bajo los pinos, hacer cabriolas en el aire.

Isabel.- (Suspirando)

¡No se! Él tiene trabajar tanto tanto. Muchísimo.

Niño.—

¿Y por que? ¡yo no voy a comer jamón a diario!

Isabel.—

Ahora cuesta todo tanto como jamón. Y el jamón se come a diario. Los cerdos y los pollos por tontos han pasado de moda. De todas formas la vida está difícil.

Niño.—

Eso decía el abuelo y el bisabuelo y el tatarabuelo. ¡Que poco original!

Isabel.—

¿No te parece que estamos divagando? Sigue con lo de tu padre.

Isabel.—

¿Mi padre? No,no ¡que conste no estoy de acuerdo!  La verdad es que no se de que enamoraste.

Isabel.—

¡Me enfadas! ¡Eres un caradura!

Niño.—

Debiste buscar en él cualidades paternales. Las otras carecen de importancia. Ser novios, lo que se dice ser novios es una bobada. Jugar al amor es algo así como jugar a civiles y a ladrones. Total: nada. Pero padre del hijo solo puede haber uno y tiene que ser el mejor, el más adecuado. Hay que andar con pies de plomo en esto para que luego el niño esté de acuerdo con la elección.

Isabel.— (Asombrada)

¡Que quieres, no iba consultarte a tí cuando le dí el sí!

Niño.- (Enfadado)

¡Pues tenias que haber pensado lo primero en mí. Cuando de un amorcito se trata, como dicen que el amor es ciego y tal, pase. Pero cuando se busca un papá hay que hacerlo en toda regla. ¡Demonios!

Isabel.—

¡Que paciencia…! ¡Vamos a ver! ¿Que tienes contra él?

Niño.—

Entre otras cosas, engaña a mi futura madre, que tiene menos seso que un chorlito.

Isabel da un brinco asustada.

Isabel.—

¿Como que me engaña?

Niño.—

¡Que tontas son las mujeres! Creen que engañarlas es irse de “picos pardos” Nada de eso. Engañarte es estarse yendo siempre de negocios inapreciables, sin precio fijo. Engañarte es entregarte muy generoso el sueldo y a lo mejor el sobre sueldo, para gastarse él después el doble de los dos sueldos, extras, superextras, gages, beneficio y demás zarandajitas en juergas, viajes, comilonas, bebilonas, barras o serenatas. Y luego traerte flores, bombones y modelitos para que te calles. Ya sabes Isabel que hay dos tipos de hombres, el que las quiere tontas, para que todo le sea facilón y el que las hace tontas por pura conveniencia.

Isabel.—

¡Que horror! ¡Jamás me habían dicho cosas semejantes! ¡Eres un repipi y no te consiento una palabra más!

Niño.—

¡Y en cuanto a las abuelitas que me preparas, tus amistades, tu hermanito del alma ¡hay mucho que decir! ¡pero que mucho!

Isabel.— 

¡Vete insolente! Maleducado! ¡Malo!

Niño.—

¡Y no sigas desgastando tus ojitos con trapitos de color rosita, por si acaso. ¡Ese por si acaso ofende! ¡Prefiero ser chico aunque tenga que pasar por lo de los derechos de la mujer. Todavía nos queda mucho -aunque no lo parezca- para ser dueños y señores. ¡Y eso de que están monísimos los niños de color de rosita, que se lo cuenten a tita, esa que acaba de nacer arriba. A mi desde luego con esas, no y no y no.

Isabel.—

¡Quien me lo iba a decir! ¡Siendo hijo mío! ¿A quien saldrá este niño? Yo tan dócil, tan buena y obediente y él, terco, dominante, mandón ¡inflexible! (Lloriquea) ¡Hay que ver que cosas me pasan a mi!

Corte.

Isabel pone volantes a un lindo moisés. Lo admira. Sonríe. Reparte el vuelo. Prende alfileres, sueña.

Es el día de su cumpleaños y llega su madre llenando todo con su verbosidad y exuberancia de señora feliz y oronda.

Mamá (Entrando)

¡Niñutina! ¡Queridina! ¡Luz de mis ojos! ¿Trabajando tu, gloria, en día de tu cumpleaños? ¡Deshojándote tu! ¡Vamos, vamos, si tu mami te ha comprado de todo! En este día tu no das golpe. ¡Estaría bueno! Ya verás te he comprado montones de ricuras. ¡Todo, todo para el rorrito de la casa! ¡Todo para el rey guapitín…i

Y empieza a sacar paquetes y paquetes de una gran bolsa. Los rompe uno a una y saca vestidos y camisitas.

Isabel pone cara de susto a cada prenda que saca.

Isabel.—

¡Dios mio! ¡Todo rosa, rosita, que me va a decir ahora, rosa, rosita!

Mamá—

¡Clarito ¡Porque yo quiero una niña! ¡La voy a llevar de mona…! ¡Mira: así de cortita, así, y con muchos lacitos y botoncitos y unos gorritos de puntilla. ¡Un cielo! . ¿A que no sabes con quienes estuve anoche? ¡Con las de Ordoñez!

Isabel.—

¡Podías haber comprado algo blanco por lo menos! . ¡Rosita!

Mamá.— 

¡La enseñaremos canto y balet!

Se pone de puntillas y hace ridículos pinitos. Isabel esta desconsolada.

Observa la gracia de un vals. larala.

(Vals de las olas)

Isabel.—

¡Por Dios, ten formalidad! ¡Ya está bien de bobadas! ¿No? ¿Y papá?

Mamá.—

¿El abuelito? Hija, se convirtió pronto en abuelito. Yo no, yo la mamita mayor. Es más propio! . Salimos juntos pero llegará al amanecer de pasado mañana. Desde que se enteró empezó a caer para abajo, se arrugó se puso feo. ¡Una lastimita! Bueno: hablábamos de las de Ordoñez. ¡Tienen una envidia de tu matrimonio! No sabes. ¡Figúrate cuando nazca la niña!

Isabel.—

¡Y dale! ¡Lo que tendré que oír!

El padre llama a la puerta. Isabel sale deprisa. Entra con él de la mano.

Isabel.—

Siéntate y descansa. Nunca llegas. Y ya era hora de verte el pelo padre.

Abuelo.—

Ya. En tu casa nunca funciona el ascensor. ¡Vaya latita! ¡A mis años…!

Mamá.—

¿Ves que viejales? ¿No te dije?

Abuelo.—

Estoy de acuerdo con mi edad y mi destino, no como tu que quieres caminar a contrapelo. Mira lo que se da en el pelo hija ¡reflejos verdes!

Mamá.—

Calla carcamal. ¡Que sabes de moda!

Abuelo.—

¿Modas? ¡No conozco pelos verdes ¡Ni ojeras a colorines, todo falso, falso!

Isabel.—

No pelearos papa, por favor.

Abuelo.—

¡Ya no me importa ella ni nadie. ¡Ahora con mi nieto tendré bastante! Yo siempre con mi nieto. A todas partes con él. Yo le enseñaré cuanto a mí me enseñó la vida, que es mucho. Le daré mi experiencia — ya que no puedo volver a nacer para valerme de ella, para él. Y nada malo le ocurrirá que aquí está su abuelito…!

Isabel.—

Bueno ¡si está de acuerdo…!

Abuelo.—

¡Pues claro! ¡Si le voy a educar yo! . ¡Como nos lo vamos a pasar! . Jugaremos al peón a la píndora, al toma y daca, al veo veo, a los despropósitos, al dar y no dar que se murió mi tío Blas.

Isabel.—

¡Si le parece bien al niño…!

Mamá.—

¡Te decía Isita, que anoche estuve en el teatro con las de Ordoñez!

Isabel.—

¡Ya! ¡De estreno, si? ¿Que ponían?

Mamá-— 

¡Eso que importa! El caso es volver al teatro que está de nuevo en boga. ¡Lucirse, arreglarse, enjoyarse ¡el cine es tan oscuro…!

Isabel.—

¿Drama? ¿Cómica? ¿vanguardia?

Mamá.— 

¡Hay que pesada! Lo de siempre mujer. Ella dice que sí y él que no. Un criado habla para que sepamos lo que piensa la señora que no habla, antes del protagonista hubo otro protagonista mucho más protagonista. Cosas de esas.

Abuelo.—

¡No seas verde ante la niña Esmeralda!

Mamá.— 

¡Si ya está casada hijo!

Isabel.-

¡No puede gustarle nada de esto! Todo es feo, malo, bajo, pobre…

Mamá.—

¿A tu marido? ¡Bah, es mi enemigo mortal…! (Se encoge de hombros)

Isabel.—

No: a él tampoco le dan entradas para la fiesta.

Abuelo.—

¿Que fiesta? ¿que entradas? ¿Estamos jugando ya a los despropósitos?

Isabel._

Yo sólo hablo de mi niño.

Mamá.—

¡Esta niña se nos pone enferma!

Abuelo.-

¡Mi pobre nenita! Ahora vendré todos los días y te llevaré a pasear al retiro.

Mamá.—

¡No te metas, no te metas! Es Pepe quien la tiene que sacar, mimar y calmar antojos. Al cine, al fútbol, al hipódromo.

Abuelo.—

¿Y si ponemos musiquita, nena? ¡En que piensa mi niña triste! Anda, dale de beber.

Mamá.— 

¡En su caso no se puede beber retonto!

Abuelo.—

Esmeraldita, prepara el menú no sea hambre lo de la niña.

Mamá.— 

Si lo traigo todo preparado. En cuanto llegue Manolín y Pepe, a comer. ¿Hace mucho que no ves a tu hermano? ¿Oyes? Hablando del rey de Roma por la puerta asoma.

Manolo.— (Entra cantando)

“Ese vaso de chevecha”

Isabel.—

¡Manolo! (Se abrazan)

Manolo.—

¡Lo siento bonita, de verdad lo siento!

Isabel.—

¿El que?

Manolo.—

¡Que te acompaño en el sentimiento!

Isabel.—

¿Que sentimiento dices?

Manolo.—

¡Estás tan feíta preciosina tanto!

Isabel.—

¡Otro que tal baila! ¡El que faltaba!

Manolo.—

Culpo a mamá por tener tanta prisa en casarte. ¡Podíamos estar de juerga en Lloret todos, como solíamos antaño…! ¡Y ya ves!

Isabel.—

Ni me importa Lloret ni la juerga ni tu. Sólo mi niño.

Manolo._

¡Anda… si aún no existe!

Isabel.—

Para mi si. Todos los días me habla.

Manolo.—

¡Atiza! ¡Se nos esta quedando sin tornillos! Claro está enferma, no le sientan las comidas, se pone pesada, se aburre, a Pepe le gusta menos.

Isabel.—

¡Que Cosas tan disparatadas! ¡Arreglado estaría el mundo si eso fuera verdad!

Manolo.—

¿Y no lo es? ¡Menos cuento niña!

Isabel.—

¡Tampoco con este estará de acuerdo!

Manolo.—

¡Delira ya! ¡Con veintiún añito. En menudo lío la habéis metido. Y como la pobre esté sanita, puede tener la friolera de 15 a 16 niños. Uno cada año y medio. ¡Y si no que se lo diga al doctor Wander! ¡Yo no digo nada!

Isabel.—

¡No podías tomar en serio a mi hijo?

Manolo.—

¿Pues no lo estoy haciendo?

Isabel.— (Rompe a llorar)

Luego dicen que vienen al mundo tontos, deformes y atrasados mentales. ¡Como no! ¡Aunque solo sea para vengarse!

Manolo.—

¡Que dice padre! ¡Está muy mal!

Mamá.—

¡Monomanías, antojos. Voy a preparar comidita!

Y llega Pepe dando gritos y exagerando la nota en todo

Pepe.—

¡Buenos días familia! ¡Casi no llego ¡El pelmazo ese de Gonzalito! ¿Como se encuentra hoy mi homenajeada?. ¿Un besín?. Me escapé de la ofi para hacerte el regalito y una vez en los grandes almacenes, se me ocurrió que haría mas tilín algo para el rorró, que por supuesto ahora es el que chifla y cuando me estaban envolviendo el chal azul me puse todo celoso. Me entró rabieta y dije: ¡Rosita lo prefiero todo de color rosita! Porque tener una niña me parece bastante más aceptable. ¿Que os parece? ¡Mirar que preciosidad!

Isabel.— (Aterrada)

¡Ahora si que la hizo!

Mamá.—

Por primera vez tu y yo de acuerdo. Una, dos y tres: ¡Niña!

Manolo.—

Una, dos y tres: ¡Niño!

Pepe.-

Una dos y tres: ¡Niña! Y después me corto la coleta. ¡Se acabaron los rrorritos!

Isabel

¡Que barbaridad! ¡ Lo que manda Dios es muy serio! ¡Parecéis todos tontos!

Pepe.—

¡No te disgustes por eso ¿quieres diecinueve, pues diecinueve tendremos guapa!

Manolo.—

¡Te advierto que las cosas han cambiado. Ahora hasta la medicina tiene una moral diferente respecto al particular.

Isabel.— (Como quien repite una lección)

¡Una mujer es una mujer! ¡Tiene dotada la naturaleza para la maternidad! El matrimonio es un institución para tener hijos. La religión pide hijos para el cielo. Los hijos reparan desaciertos de amor. Solo los hijos normales pueden hacer cambiar a los padres tontos.

Pepe.—

¡Que discursazo! ¿A que viene esto?

Manolo.—

¡Pero se puede saber que mal te ha entrado chiquilla? ¡Esto es patológico!

Mamá.— (Entrando)

Disculpar que me meta. Mira hija, los hijos cuando se traigan a medias uno tu y otro él. ¡Mientras no sea así!

Abuelo.—

¿Como vas a enmendar la plana al Creador también?

Mamá. —

¡Eso es! ¡Que los traigan los hombres!

Isabel.— (Con su discurso)

Los hijos atan a la tierra y echan fuertes raíces en la vida de los padres. La vida recobra valor, los actos son justificables y las cosas tienen su verdadero sentido gracias a los hijos.

Mamá.—

¡Mirarla, ya delira de nuevo. Un médico Pepe, un médico!

Manolo.—

Se acabó. Eso es hambre. Bebamos y comamos y se la pasará.

Pepe.—

Isa ¿dime si tienes algo malo, Isita?

Isabel.—

¡No he pensado nunca. Nadie me enseñó a pensar. He vivido a lo tonto sin saber

por que ni para que. Nunca os he conocido ni juzgado. Tampoco a mi me gustáis.

Mamá.—

¡A comer! Cantar, distraerla, poner la tele! ¡Pepe, la comprarás vitaminas y le dirás al médico lo que ocurre ¿verdad?!

Isabel.—

¡A mi no me pasa nada! ¡Sois vosotros, todos los que sois idiotas, todos!

Abuelo.—

¡A comer, un disco, un copita!

Todos asombrados y alarmados se mueven sin saber que hacer. Isabel ríe a carcajadas.

Isabel oye música mientras piensa. Tiene los ojos cerrados. Entonces oye de nuevo la voz del niño.

Niño.—

¡Isabel…Isabel! ¿Duermes?

Isabel.-

¡No, mi niño bonito, no! ¿Que quieres?

Niño. —

Decirte que el único que me gusta un poco es el abuelo. ¡Sólo un poco pues para casarse con tu madre hay que tener buena dosis de necedad! Pero, en fin, como lo ha purgado tanto, le perdono.

Isabel.—

¡Es bueno! ¡Le haces mucha ilusión! ¡Te llevará a todas partes!

Niño.—

Si, él a mi si. ¿Pero adonde le llevo yo a él, jadeante y con su bastoncito?

Isabel.—

Olvídalos y piensa en mi. ¡Tengo un deseo de llegar a ese momento! Voy a ser tan feliz. ¡Todos los días te llevaré de paseo!

Niño.—

No mientas. El Retiro, Rosales o el parque de la Arganzuela te quedan lejos. Y tienes que hacer tus tortillitas, dar vueltas a mi papilla, tender mis braguitas al sol. Imposible.

Isabel.—

Los niños deben tomar el aire a diario, para que no se constipen.

Niño.—

Bueno, lo harás los primeros meses Cuando empiece a gustarme correr y jugar me mandarás al descansillo de la escalera con el vecino de enfrente. Piensa en tus electrodomésticos. ¡No puedes abandonarlos!  Nosotros nos escaparemos y aprenderemos a torear a los coches ¡que remedio! ¡Vaya porvenir! ¡Y con lo histéricas que se vuelven las mamás que viven solo para su hogar y sus electrodomésticos! ¡Lo que a los pobres niños nos faltaba!

Isabel.—

¡Hijo, si mi deseo es hacerte felíz!

Niño.—

¡Pues a mi me parece que no nazco! ¡Lo estoy pensando mucho!

Isabel.—

¡No digas eso! ¡No me desesperes niño! ¡Mira que te tengo sólo a ti! ¡Y tu a mí!

Niño.—

Pues mira vámonos a una Isla desierta y hacemos de Robinsones. O si no a un pueblecito pequeño, solitario. Allí simplificaremos como Adán y Eva y tendremos tiempo libre. Solo el tiempo vivido sin prisas nos hace sentirnos libres y personas.

¡Con esta loca carrera no se llega a ninguna parte, no se hace más que tropezar con los demás a quienes no se conoce nunca, nunca… Lograremos una cosa un día pequeñita, pero nuestra, hija de nuestros actos. Conoceremos de verdad a alguien, le querremos, nos querrá… Pensemos Isabel.

Isabel.—

La gente huye del campo y viene a capital.

Niño.—

A fracasar. A correr. A desesperar. ¡Son unos miserables y por eso vienen! Si. Miserables ¿que más da guardar dinero bajo una baldosa, que obligarse a tener todas las tonterías que salen al mercado con la mente repleta de propagandas, estímulos y coacciones falsas? ¡Y para eso tanto correr, tanto engañar, tanto luchar! . .. –

Isabel.—

¡Si los pueblos están casi vacíos!

Niño.-

¡Cierto! ¡Como que toda España se ha metido en las grandes capitales, para dejar sitio a los turistas! ¡Así de locos estamos!

Isabel.—

¡Eres un sabio! Pues bien, nos iremos también de turistas. Habrá algún rinconcito lleno de paz, donde no llegue apenas el ruido de los motores, donde la gente piense y no sea tan necia. Habrá. ¡Hijo! ¡Niño! ¿Te vas ya?

Niño.-

Si. Y ya no podré volver. Me estoy haciendo muy mayor para desplazarme. ¡Espérame tranquila, que yo sabré lo que tengo que hacer Y no sufras por nada. Cuídate mucho y aguanta un poco más. Adiós madre, madrecita, adiós…

Isabel.— (Loca de contenta)

 ¡Hijo, hijo! ¡Mi hijo! ¡Me ha llamado madre! ¡Madre al fin, madre!

Corte

Sala de espera de una clínica de maternidad. La madre de Isabel, la suegra, el abuelo, Manolo y Pepe. Todos muy impacientes y nerviosos en espera de la grata noticia. Se sientan se levantan fuman, se impacientan etc…

Mamá._

 ¡Pues a mí, la verdad me cayó mal la noticia! ¡Pero ahora tengo una ilusión! ¡No pienso en otra cosa! ¡Cuando conoceré a mi niñita!

Abuelo._

Lo estará pasando mal Isabelita?

Manolo.—

¡Como todas padre! ¡Ni que fuera la única!

Suegra.—

¡Será niño, nuestro niño! ¿Verdad Pepito? ¡Saben? Tengo grandes ambiciones para él. Quiero hacerle físico nuclear.

Abuelo.—

¡Que es eso! ¡Mi nieto será lo que yo quiera! ¿Se olvidan que soy su padre? ¡El padre de su madre, no se lo que digo!

Manolo.—

¿Futbolista? ¡Yo le haría cantante! ¡Más porvenir!

Abuelo.-

¿Y torero?

Manolo.—

No seas vulgar. Es una fiesta de capa caida y ni la tele la levanta ya. ¡Es más aburrido eso! ¡Cantante hombre!

Pepe.-

¡Será lo que yo quiera! Ahorrar opiniones que no hacen falta. Soy su padre. ¡Enfermera! ¡Enfermerita guapa! ¿Me pueden servir una tacita de tila! ¡Estoy nerviosísimo

Suegra.—

No se porqué. Ella es una chica sana y normal, pues todo normal.

Pepe.—

Estaba rara mamá. Ha pasado mal embarazo y andaba distraída. No se interesaba por nada. Estaba siempre en Babia.

Mamá._

Si es niña será bailarina y si es chico abogado criminalista ¡es tan interesante eso!

Pepe.—

¡Me están sacando de quicio! Lo que importa es que salga bien y no les ocurra nada.

Mamá.—

¡Y que va a ocurrir hombre!

Manolo.—

Ya no te importa que perdiera el tiempo. ¡Algo recuperará digo yo…!

Pepe.—

No seas idiota. Tu no puedes entender la maternidad. No está a tu altura.

Manolo.—

¿Y a la tuya desde cuando?

Una enfermera entra desencajada. Apenas puede hablar. Todos la rodean alarmados.

Mamá.—

Diga por favor, mi niña.

Abuelo.—

¡Hable por todos los santos del cielo!

Pepe.—

¡Diga o la estrangulo!

Manolo.—

¿Niño o niña? ¡Pronto, vamos!

Enfermera.—

¡Perdón, perdón! La noticia que voy a darles es descorazonadora. Es increíble.

Pepe.-

¿Como? ¿Que?

Enfermera.—

¡Ha desaparecido!

Manolo.—

¿Quien? ¿Como? ¿Cuando?

Enfermera.—

¡La madre del niño!

Abuelo.-

¡Y el niño, el niño!

Enfermera.—

¡Con ella, dentro…!

Mamá._

¡No!

Pepe.—

¡Está mal de la cabeza esta mujer! ¡Yo la he visto salir para el Quirófano! ¡Subía al ascensor entre dos enfermeras! ¡Si! ¡Nos dijimos adiós…! Iba la pobre.

Enfermera.—

Efectivamente. Venia lento y difícil ¡al fin primeriza! El Doctor Juarez temía tener que intervenir. Se la subió al Qurófano numero cinco y hasta aquí.

Pepe.— (Gritando)

¡Doctor. Doctor Juarez!

Doctor.- (Saliendo)

¡Calma por favor! ¡No podemos alborotar esta maternidad! Les digo que jamás se había dado semejante caso en nuestro establecimiento. La verdad no me lo explico. Me volví a preparar instrumental mientras la enfermera se disponía a inyectar. Quedó sola tan sólo unos minutos. Me volví y ya no estaba.

Enfermera.—

Yo misma ayudada del doctor la dejé en la cama. Cuando me di la vuelta para pinchar, no había nadie en la cama, ¡Como pudo!

Doctor._

Ella no podía moverse en semejantes condiciones.

Enfermera._

Hemos revisado todo el establecimiento, cocinas, terrazas, balcones.

Doctor.—

¡Hemos mandado primero cerrar las puertas y luego no hemos dejado títere con bolo! ¡Desaparecer en semejante estado! ¡Increíble!

Pepe.—

Deliran. Ocultan algo. ¡No puede ser! ¡Mi mujer tiene que estar en la casa!  Ella no podía moverse así.

Manolo.—

¡Vamos que no! ¿Nos va usted a meter en la testa que una parturienta se lanzó a carrera limpia por la casa, salió a la calle y se largó?

Abuelo.—

A no ser que la hayan raptado. Pero llevándosela a cuestas y todo.

Mamá._

¡Mi niñita! ¡Mi niñita! ¡No lo resistirá!

Suegra.—

Algún médico o matrona tiene que estar en el secreto.

Pepe.— (Gritando de nuevo)

¡Que la busquen! ¡Que la traigan! ¡Que no inventen! ¡Mi mujer! ¡Quiero mi mujer!

Manolo._

Armemos un escándalo. Rompamos los cristales. ¡Avisen a la policía! (Tira el encendedor y suenan cristales rotos)

Doctor.—

¡Mas valiera que ayudaran a desentrañar el misterio en vez de hacer locuras! ¡Me han robado una madre con niño!

Mamá._

¡Pobrecita mía! ¡Mira que si estuviera andando, cayéndose y levantándose a la intemperie. Mira que si estuviera muriéndose.

Abuelo.—

Calma. El niño ha nacido ya sea donde fuere. Acaba de nacer ahora mismo. Lo importante es saber si ella lo ha querido así o si somos engañados.

Mamá._

¿Por que razón lo iba a querer así y en un momento en que no podía con su cuerpo?

Abuelo._

¿Y quien sabe? Es todo tan raro.

Pepe.—

 ¡No puedo más! ¡Como no aparezca inmediatamente prendo fuego al edificio! ¡Mi mujer, mi mujer!

Manolo._

Mi hermana. ¡Nos la han robado! ¡Armemos escándalo . ¡Socorro…a mi…!

Doctor.—

Había que intervenir, puede estar muriéndose en este momento. Había que intervenir.

Todos van cayendo en las sillas rotos, destrozados, llorosos.

Mamá._

¡Mi niña! ¡Mi nietecina!

Suegra.—

¡Mi niño! ¡Mi nieto!

Abuelo.—

¡Que va a ser ahora de mi…!

Manolo.-

Podremos pedir responsabilidades ¿verdad doctor? ¡Que llamen a la policía!

Doctor.—

¡Que quiere que le diga caballero! Haga lo que considere oportuno. En todos los años que llevo ejerciendo jamás, jamás viví nada parecido. ¡Increíble, inexplicable, misterio!

Pepe.—

¡La policía, la policía. Mi mujer!

Doctor.—

Ya se ha puesto en su conocimiento. ¡Es todo cuanto les puedo decir!

Abuelo.—

¡Por qué, por que te fuiste sin mi… ¿Por qué…? ¿Que será de mi y de tí, criaturita… Sin mi… Sin ti…?

Corte final

Por Taifasa

Arturo Martín Neira está construyendo ésta página web para dar a conocer la obra literaria de su Madre. María Elena Neira, ya fallecida en el año 1989. Sin ánimo de lucro pero sí de resultados. Ya de momento ha sido suficiente para espolear mi afición de escribir y presentarles a ustedes los relatos de mi juventud. En esa sintonía esperamos agrupar por el interés literario a otras aventureras de la palabra.

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