
Escrito por:
María Elena Neira García
Edición de autor
© Arturo Martín Neira. 2020
LOS NIÑOS DE LOS DESVANES
Narrador.—
Hace algún tiempo, en una vieja ciudad castellana, donde todos los tejados eran iguales, con sus rojas tejas acanaladas, que daban la impresión de casas peinadas a tirabuzones tuvo lugar este episodio infantil.
Había, en el centro de cada tejado,— todos lo habéis visto aún en algún lugar—, unos ventanucos, por donde asomaban a la par que los gatos, pequeñas habitaciones abuhardilladas, abiertas a la luz del alba. Parecían ojos curiosos, cuya misión a su vez, era la de ocultar la verdad de la vida de los moradores, que en la calle, se mostraban afables, corteses y educados.
Dichos moradores utilizaban como desahogo de las viviendas, los desvanes. En ellos guardaban jirones rotos de su pasado. El desuso, la frustración, el desengaño. Cuánto se intenta olvidar y porque no se puede, se guarda, para poder volver a ello, de tarde en tarde! ¡Viejos cuadros, fotografías, espejos, libros, cofres con amarillentas cartas, disfraces, herramientas mohosas…! ¡Oh, desvanes vivos, soñadores y nostálgicos, propicios a montar ilusiones infantiles, a bordar sueños y quimeras con lecciones de pasado hacia el futuro incierto!
Y fue entonces cuando a las caprichosas señoras del lugar, les dio la vena de poner de moda, aquello de castigar a los niños mandándoles al desván.
Y los niños, nuestros protagonistas, que sabían que los niños sin historia, eran como casas sin desvanes, ante sus propias desventuras, decidieron dedicarse a buscar niños de tristes historias, con objeto de arreglar por su cuenta, el mundo infantil
Mas los niños pensativos, soñadores, traviesos, mágicos y lógicos, son tan solo una pregunta que quiere realizarse y la vida de cada niño, una terrible y hermosa aventura sin par…
Primer acto.—
Personajes:
Estela.—Rosita y Onix.
El escenario representa tres tejados de casas antiguas, unidos entre si. Tres ventanucos dan al exterior por los que asoman y desaparecen los tres niños que dan comienzo a esta obra.
Estela.—
¡Hola! ¡Os saludo! !Me llamo Estela! ¿Queréis que seamos amigos? ¿Rosita? ¿Que haces estas castigada?
Rosita.—
¡Buenos días a todos! !Estoy castigada, si, que pasa! ¡Alguien sube! ¡Silencio! (Se mete dentro)
Estela.—
¡Os voy a contar mis penas! (Al público) ¡Soy la niña más triste de todas las niñas! !Un destino burlón me retiene en un desván ¿No es triste? ¡Yo quisiera ir a la Feria, montar en los caballitos, ir a los títeres, jugar a civiles y ladrones! ¡Imposible!
Rosita.— (Saliendo)
Oye Estela. ¡Acaban de subir a Onix a empellones y tortazos! ¡Ese era el ruido! ¡Pobre chico! ¡Enseguida vuelvo!
Estela.— (Se encoge de hombros)
¡Paciencia! ¡Como os decía me gustaría reírme, pasármelo en grande, bailar en la Plaza Mayor, al son de la música que toca la Banda Popular. Pero en mi casa hay violencia, disgustos, gritos… ¡Están locos!. Y yo, unas veces por huir del castigo, otras por tener libertad para leer o pensar, me repliego en el desván. Y desde aquí me comunico con mis amigos y compañeros de tan negra suerte. A veces, andamos a gatas por los tejados e inventamos travesuras. Cuando no coincidimos, confío mis pesares al gran mago que me consuela y aconseja. (Se detiene y escucha) ¡Creí que me llamaban! ¡No es así, me olvidan! ¡No les hago falta!
Rosita.— (Asomándose)
¡Que quieres! ¡No se les ocurre pensar que sufres, que lloras, que sueñas, que quieres ser feliz…!
Onix.—
(Asomándose y saludando a todos con la mano) ¿Y como podrían intentar hacerla feliz si no lo son ellos?
Estela.—
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué no lo son?
Rosita.—
¡Te he dicho muchas veces que no seas una pregunta Estela! ¡Procura ser una respuesta! ¡Una pregunta sin respuesta a nada conduce! ¡Una respuesta propia te llevará lejos, a caballo de tú imaginación, por un mundo perfecto!
Estela.—
No puedo ser respuesta mientras no conozca las preguntas de todos los niños que sufren. ¿Os habéis dado cuenta de que todas las inconveniencias de los mayores ha de repercutir en los niños? ¿Es justo?
Rosita.—
¡Otra vez preguntas y preguntas! Debes decirte a ti misma: ¿Que lo vamos a hacer? ¡Yo no tengo la culpa!
Estela.—
¡No quiero ser egoísta sino generosa! ¡Que sufra yo, bueno! ¡Pero que sufran otros injustamente… ¡Decidme ¿por qué razón estáis castigados vosotros hoy?
Rosita.—
¡Y yo que sé! ¡Parece ser a a mi madre la falta voluntad para ser feliz! ¡No ríe jamás! ¡Y agranda los motivos que supone tener para ser muy desgraciada! ¡Y lo peor es que echa la culpa a cualquiera!
Onix.—
¡Desengáñate! ¡Solo son felices los que tienen condiciones para serlo! Estos ya pueden tener contrariedades y cosas malas, les da lo mismo. ¡Ni se enteran! ¡Son encantadores!
Estela.—
Mucho sabes. ¡Tú si que puedes ser una respuesta!
Rosita.-
Mi madre quiere que todo la salga bien, directo, redondo, a la medida… eso no es normal. Ayer tuvo un día de esos malos. Mi hermano se rompió los pantalones. A mi padre se le perdió la cartera. Yo rompí el espejo del cuarto de baño, las judías se pegaron y nos quedamos a medio comer. La modista la estropeó un vestido. Se puso tan insoportable que se la despidió la criada, cosa que la pone desesperadita. Para remate me pusieron un cero en matemáticas y se enteró por el chivato de Marianito. Bueno, que chaparrón de golpes se me vino encima. Tortas, golpes, azotes, pellizcos, tirones de pelo… Pagué todas las consecuencias… Y al desván a pan y agua hasta que amaine el temporal. Mejor no estar abajo.
Estela.—
¿Y que pasa porque una rompa un espejo?
Rosita.—
¡Que cuesta dinero y que es mala sombra! ¿No lo sabias?
Onix.-
¡No se debe creer en tonterías! En cuanto a lo del cero en matemáticas a ver quien es el mortal que no lo gana!
Estela.—
¿Y a ti Onix, que te pasó?
Onix.—
¡Oh, nada de particular! ¡Yo estoy castigado por casualidad!
Rosita.— (Riendo)
¡Es que tus días están llenos de casualidades!
Onix.—
¡Bien, pequeñas, os contaré la historia de mis desdichas! Yo tenía una construcción de plástico, un avión mecánico, un tren, un camión blindado y una caja de juegos reunidos. pues bien se me ocurrió hacerme con todo eso, un fuerte de vaqueros, un poblado indio, caminos y carreteras. Armé un tinglado de fichas, piezas, chismes, chapas y tornillos y me puse a trabajar de lo lindo. Yo era feliz con aquel desbarajuste. ¡Al fin se podía jugar con aquellos aburridos juguetes!. En el preciso momento en que ya me consideraba mecánico, constructor e ingeniero de caminos entró mi madre y se puso a dar unos gritos horripilantes. Luego me garantizó que si no estaban todos organizadamente en sus estuches y yo estudiando francés, me castigaría sin salir, ocho días encerrado en el desván. Imaginaos, con los gritos y las prisas el laberinto que se me armó. Entonces entró Azucena y se puso a ayudarme, pero estaba tan divertida que cada vez se liaba más el asunto, hasta que acabamos tirándonos todo aquello a la cabeza. En resumen que cobramos ambos, yo vine a este paraíso y ella fue a parar al de la abuela Paca.
Rosita.—
¡No te importe, allí se aburre el doble!
Onix.—
¡Pues no son los juguetes para que se entretengan los niños! ¡Suponer lo entretenido que yo me encontraba! ¡Además trabajando y aprendiendo varios oficios al mismo tiempo!
Estela.—
¡Bueno, tú tienes mucha imaginación, pero los mayores, no comprenden nada! ¡Quieren que el olmo de peras, que los niños nazcan viejos, que no riamos, que no manchemos, que llueva cuando hace sol…!
Rosita.— ¡
Son unos complicados! ¡Santa paciencia! ¿No dicen que esto es un valle de lágrimas?
Onix.—
¿Y por qué no puede ser un paraíso? ¡Será como lo hagamos, no?
Estela.—
¡Pues mi mago no está de acuerdo con lo del valle de lágrimas! Dice que la vida en la esperanza del cielo, tiene que ser, buena, bella, alegre y confiada. ¡Como si fuera la antesala del Paraíso!
Onix.—
¡Pues tu mago es encantador! ¡Me paso a sus ideas!
Rosita.—
¡Esas ideas no las pueden entender más que los niños! ¡Los mayores entienden las cosas a su manera! ¡Son más tontos!
Onix.—
¿Y lo variables que son? Ni aguantan siendo severos, ni siendo condescendientes, ¡Nos hacen listos y malos de tanto tener que pensar en lo extravagante de su conducta para con nosotros!
Rosita.—
¡Pues mi monja que es la única persona buena que he conocido, dice que los niños somos seres racionales, con mucha sensibilidad y que por tanto hay que llevarnos por el camino derecho, con corazón, bondad y entendimiento!
Onix.—
¡Suerte, porque mi maestro pega que es un gusto! ¡Y aún dice aquello de los bisabuelos de que la letra con sangre entra! ¡Si será bruto!
Estela.—
Dice mi mago, que tenemos que hacernos un mundo infantil mejor, antes de que sea tarde. Los mayores están enredando mucho las cosas y pronto no tendrán tiempo que dedicarnos. Nos dejarán crecer en unas instituciones, perfectamente organizadas, pero sin alma. Y todos recibiremos una educación exacta, rígida y absurda. El mundo será como una gran Inclusa y todos pareceremos el mismo.
Onix.—
¿Y no será mejor que esta incomprensión de los padres?
Estela.—
Mi mago dice; puede que si y puede que no. Pero entonces ya no se podrá hacer nada para evitarlo. Formaremos parte de ese adulto mundo de locos. Nos habremos vuelto como ellos y tendremos hijos que pagarán la consecuencias. Pero podemos hacer mucho por todos los niños que sufren. ¡Vamos, eso dice mi mago!.
Rosita.—
Eso es muy difícil. Casi imposible.
Onix.—
¡Lástima que sea un sueño loco de tu imaginación!
Estela.—
Entonces… ¿No estáis dispuestos?
Onix.—
¿Y que haríamos? ¿Una revolución infantil?
Estela.—
Algo parecido, pero aún no lo se. El mago decidirá.
Rosita.—
No delires niña. Yo opino que será mejor dejarnos llevar, hacer trampas, jugar y pasarlo lo mejor posible.
Estela.—
¡Hay muchos niños que no pueden jugar!.
Onix.—
¡Dejemos que Estela, la fantástica, siga soñando con un mundo feliz para los niños! ¡A nadie hacen daño los sueños!
Estela.—
¡Es que ya no sueño Onix! Ahora tan solo deseo poder realizar mis sueños. Hago planes a diario sobre la manera de llevarlo a cabo. ¡Si me ayudarais vosotros…! ¿Verdad que lo haréis?
Rosita.—
¡Pero no seas loca! ¿Como vamos a cambiar las cosas los niños?
Onix.—
¡Que bellos disparates!
Estela.—
¡Quien sabe! ¡No me digáis que no! ¡Venid, os invito a pasar a mi desván! ¡Os presentaré al gran mago! ¡Es muy inteligente y comprensivo!. ¡Venga, pasar, pasar!
Onix.—
Por mi, volando voy. ¡No sabes la curiosidad que tengo de conocerlo y con lo aburrido que estoy!
Rosita.—
¡Pues adelante que esto se anima! ¡Podemos pasarlo en grande con eso del señor mago! ¿Empezamos por la interesante prueba de hacer de gatos?
Estela.—
Pues claro. ¡Pero cuidado con las goteras, que me la cargo! ¡Procurar que no se corran las tejas!
Onix.— (Mientras pasa de tejado en tejado y de ventana a ventana)
¡Huy, que patino! ¡La verdad me gustaría patinar y quedar colgado de los alambres de la luz! ¡Creo que me sentiría pájaro y diría “pío, pío, pío…!
Rosita.—
¡Pues yo prefiero volar hacia arriba y llegar al cielo! ¡Pediría a los ángeles una estrella, para hacerme anillos, collares y pendientes! Luego bajaría lentamente, viendo un mundo chiquitito, lleno de valles, ríos, mares montañas…!
Estela.-
Yo prefiero gatear por todos los tejados del pueblo y hacer una llamada de amistad, a todos los niños que sufren. ¡Decirles que el Gran Mago les aguarda para curar sus penas y que sus problemas se han terminado! ¡Y trataría de darlos confianza, cariño, alegría…! ¡A lo mejor no se me daba bien o no podía… pero por intentarlo!
Rosita.—
¡Estás más loca!
Onix.-
¡Eres una altruista, chiquilla!
Estela.—
No tanto amigos. ¡Tengo unos planes que vamos a poner en práctica entre los tres! ¡Eso es todo! ¡Pasar y lo sabréis!
Canción.—
Felicidad, felicidad a todos los niños de la ciudad — cantar— ¡queremos jugar y bailar y nunca castigos que sientan muy mal!
Segundo acto
Personajes; Estela Rosita y Onix.
Interior de un desván con imaginación. Útiles y enseres muy diversos. Cajones, arcones, botes, libros y revistas, sillones desvencijados. Un maniquí vestido de mago, un muñeco de trapos, etc.
Estela.—
¡Pasar amigos! ¡Estáis en vuestra casa! ¡Adelante, adelante (Saltan por la ventana) ¿La encontráis elegante?
Onix—
¡Fabulosa! !Cuantas cosas! ¡Casi fantástica! ¡Si es un mundo!
Rosita.—
¡Jesús, que categoría de desván! ¡El mío, ni la mitad!
Onix.—
¡Aquí si que se puede jugar a todo! Oye; ¿y que haces con este maniquí tan importante? ¿Le estás vistiendo de príncipe?
Estela.—
¡Hasta hoy era mi mejor amigo! ¡Pero ya no me sirve!
Onix.—
¿No será el célebre mago del que tanto nos hablas? (Carcajada) ¡Que bueno! ¿Como es que ya no te sirve?
Estela.—
¡No habla ni pasma! ¡Me lo tengo yo que inventar todo! ¡Me inspira a veces.., Ahora creo que encontré otro mejor!
Rosita.—
¡Cuenta, explícate! ¡No hay quien te entienda!
Estela.—
Pues veréis; ¡Pensando y pensando, un día se me ocurrió que el mundo infantil, necesitaba algo así como un protector, un consejero, un guía, casi un mago, que pensara por todos y tuviera mucho poder!
Rosita.—
¡Y te le inventaste, claro! ¡Que original! ¿Y se puede saber de donde sacas estos elegantes trapos con que le vistes?
Estela.—
¡Del arcón de la bisabuela, que está lleno de disfraces! ¡Mirar… (Saca prendas diversas) mirar que preciosidades! (Rosita saca también collares y bisutería y juega con ello)
Onix.-
¡Tendrías que haberle puesto la cabeza lo primero! ¿Como podrá pensar y decidir por los niños si no tiene cabeza?
Estela.—
¿Y para que queremos la tuya niño? ¡Tan llena de ideas, tan fantástica y oportuna! ¡La cabeza ha de ser la tuya Onix!
Onix.—
¡O sea, que me vas a decapitar a mí, para ponerle cabeza al mago! (Saca una navaja) ¡Pues acabemos! ¡Toma, dame una muerte rápida y feliz! (Risas)
Rosita.—
¡Mas despacio! ¡No conozco ninguna cabeza que marche sin pies! ¡Te expones a que se le sequen los sesitos al gran mago y ya no te sirva para el caso! (Risas)
Onix.—
Crei que Estela sabía tanto de lo de los trasplantes de cerebros o lo de los cerebros robots y que ella misma ejecutaba las operaciones. ¿No es asi? ¡Pues que desilusión!
Estela.-
Atiende hombre. ¿Para que crees que te traje aquí? Pues sencillamente porque se me ocurrió que necesitaba tu cabeza para mis planes. Y la de Rosita como secretaria.
Rosita.—
Bien, pero se trataría de cabeza con pies. Es que los necesitará más de una vez, aunque solo para que la sujeten y la trasporten (Risas)
Estela .—
¡A mi me basta con la cabeza! ¡Los pies se los tendré que cubrir con telas de colorines! (Risas)
Onix.—
¡Hay un problema niñas! ¡Mi cabeza tiene una cara muy conocida. Por lo menos en el barrio, en el colegio… En mi calle…
Estela.—
¡Pero yo tengo muchas caretas ¡Mirar cuantas! (Saca caretas de un cajón viejo)
Rosita.-
Espera que busco una muy rara y muy fea. ¡En más serio!
Estela.-
¡Con cara de niño! Un mago para niños tiene que ser un niño; con cara de importante! Vamos Onix, siéntate que te voy a embellecer y vestir a ver como quedas!.
Rosita.-
¡Ven yo te ayudo. Me chifla eso de disfrazar a la gente! (Entre las dos niñas lo visten de manera graciosa y espectacular)
Onix.— (Mientras tanto)
¡Oh, que mágico destino el mío! (se coloca recto y engreído) ¡Señores yo y solo yo, por designio de la creadora del personaje, voy a verme convertido en el gran Mago de los tejados! Yo soy…Soy… oír… ¿Cómo me llamo?
Estela.-
Pues mira podrías llamarte… (Piensa)
Onix.—
¡Cuantos collares! ¡Que te excedes Rosita! ¿No parezco un Dios egipcio? ¿Que parezco? ¡Para mago necesitaré varita mágica!
Rosita.—
No te apurres se la quitamos al otro. (Coge la del maniquí)
Estela.—
¡Tienes que ponerle una estrella de plata al final!
Rosita.—
Ya está ¿Que tal queda?
Onix.— (Levantándose)
Exijo la verdad.. ¿Soy un rey, un mamarracho, un mago o un espantapájaros?
Estela.-
Tu eres el gran mago. ¡El padrino de la infancia maltratada! ¡Niños os le presento!
Rosita.-
Será mejor que no te pongas tan seria. ¡Se trata de jugar! ¿no es así?
Estela.-.
Bueno… es lo mismo. ¡Se puede hacer mucho por los demás también jugando!
Onix.-
¡Es posible! ¡Pero a mi este atuendo no me produce pensamientos elevados y altruistas, como los tuyos! ¡No me inspira!
Estela.-.
¡Ya te inspirará! ¡Tu serás lo que de ti espero! ¡Estoy convencida! ¡Los niños requieren atención, comprensión y amistad y tu se la vas a dar! ¡Ya lo verás!
Onix.-
¡Dios me libre! ¡Está loca! ¡Pero si yo no he valido nunca que para enredar, deshacer relojes, descerrajar puertas, destrozar juguetes para variarlos de forma! ¡Si dicen que soy lo peor de colegio! ¡Estelita por Dios, que te estás pasando!
Estela.-
¡Yo te he descubierto como los directores a las estrellas de cine! ¡Se que vales para el cargo porque eres diferente!
Rosita.—
¿Pero es que va en serio? ¿Cómo se te ocurrió?
Estela.-
Veréis; Hablaba yo un día medio llorosa con mi muñeco de trapo… Reflexionábamos los dos dolidos por a incomprensión que nos rodeaba cuando mirando al maniquí, llegó la idea luminosa ¡A ni hijo le pereció de perlas!
Rosita.—
¿Tu hijo? ¿Dónde esta tu hijo?
Estela..-
(Toma del sillón un feo muñeco hecho con trapos)
¡Este es! ¡Yo no tengo muñecos!
Rosita,— (Carcajada)
¿Y a eso le das tu conversación?
Estela.-
¡Pues yo le veo liadísimo! ¡Tiene carita de listo! ¡A mí me inspira mucho! ¡Son mis horas tan largas aquí!
Rosita.-
¿Y por que razón no estudias matemáticas, lengua y geografía?
Estela.—
Tengo tiempo para todo! Al principio esto era solo mi retiro, donde llorar penas, pero ahora es mi paraíso. Aquí, pienso, canto, leo, dibujo, me aprendo versos de memoria y a veces hasta estudio matemáticas y geografía. Sobre todo pienso mucho en los demás niños. Y en esos pobres galardonados cada año, condenados por sus desgracias a tener que hacer de héroes…!
Onix.-
Te comprendo, Por eso tiene mucho de ti, como tú tienes de esto. Se diría que tu alma se comunica con todos estos trastos viejos y los llena de vida y de ti. ¡Porque hasta parecen ideales!
Estela.—
Gracias. No lo merezco.
Rosita.—
Ahora tendrá que parecer de verdad, un lugar encantado. Tendremos que ponerlo bonito, interesante, fantástico!
Estela.—
Eso es bueno. si. Ahora tendré parte vuestra mía y de todos cuantos vengan a visitar al niño. ¡Que estupendo!
Onix.—
¿Y tú siempre estás aquí? ¿Nunca estás en casa?
Estela.—
¡Mi casa es un infierno! ¡Tengo dos tías sin hijos, fastidiando siempre! ¡Mi madre anda desesperada!
Onix.—
¡La tendrán envidia por lo de los hijos!
Estela.—
Tengo una criada tonta, porque las listas no nos aguantan. Mi padre se suele ir a que le mime su mami. Ella le entiende muy bien porque la interesa. Como la esta haciendo rica… Y mi madre, que quiere a su marido y a lo que gana, para ella y para sus hijos, no hace mas que llorar y rabiar. ¡Pero en vez de atraerle a lo que importa, en cuanto asoma la cabeza… la que se arma!
Rosita.—
Lo supongo. Gritos, quejas, lamentos, amenazas…
Estela.—
Entonces él se quiere suicidar. Saca un revolver precioso que guarda no se donde y grita: — ¡se acabó para siempre!—. Yo empiezo a pedir socorro abrazada a sus pantalones…
Onix.—
¡Me temo que eres una ingenua! ¿Tú no sabes que el que la dice no la hace?
Estela.—
No puedo evitar sufrir y asustarme. ¡Siempre creo que lo veo por última vez!
Onix.—
Encantador. Tu a llorar y él de nuevo a que le mime su mami. ¡Eso es teatro puro!.
Rosita.—
¡Caracoles! Pues eso no es nada para lo que pasa en casa de Piedrín. Su padre y su madre están siempre a la pelea con los vecinos. Andan de comisarias y juzgados. El piensa que se los han llevado a la cárcel y no puede dormir, ¡Ha cogido un complejo de guardias el pobre chico! Se pasa la vida huyendo y corriendo como un fugitivo, corno un malhechor. Que vida la suya! ¡Y que no hay quien le convenza de que con él no va la cosa! (Risas)
Onix:
—Pues mira que lo de Lucita… Que se empeñan en divorciarse los padres, porque andan siempre a la greña. ¡La dan cada susto! ¿Pero por que no lo pensaran bien antes de casarse digo yo! ¡Es para fastidiar a los niños, no creas!
Rosita.-.
¿Es que eres novio de Lucita?
Onix.-.
¡Yo soy novio de todas las niñas que lloran, porque soy un tierno, un blando, un flojucho! ¡Las enseño juegos, las cuento chistes y hasta que las hago reir!
Estela.—
¡Albricias! Ya sabía yo que valías para representar el papel! ¡Tendrás que disimular la voz cuando estés actuando! ¡Estrujar tus sesitos, pensar, razonar y resolver! ¡No te apures nosotras te soplaremos al oido nuestras buenas ideas! ¡Lo mismo me hace a mi mi muñeco de trapos!
Rosita.-
¿Y vendrán a contarnos penas todos los niños? ¡Que triste!
Estela.—
¡Los que quieran! ¡Los que nos necesiten!
Onix.—
¿Sabeis que me está gustando? ¡Pues bien, a ello! ¡Venga, bautizarme! ¡Ponerme un nombre adecuado!
Estela.—
Como le llamamos? ¿Merlín, Zabucho, Camatres, Tribolo, Telémaco..?
Rosita.—
¡Falandrio, Tiburcio, Calixto, Orfeo, Clodoveo, Plutón, Mercurio?
Onix.—
¡Hombre me gusta lo de Telémaco, porque era hijo de Ulises! ¡Muy importante! ¿no os parece?
Estela.-.
¿Telémaco? ¡Me parece bien! ¿Y a ti?
Rosita.—
De acuerdo. ¡Desde ahora eres el gran Telémaco. ¡Yo te bautizo con las aguas del Mar Caribe! (Hace como que le bautiza)
Estela.-
¡Y yo te ofrezco mi primera ovación emocionada gran Mago! (Al publico) ¡niños atención! ¡He aquí el Jefe de una gran organización, que nace en defensa de los niños que sufren! ¡Su voz ser un lenitivo para vuestras penas! ¡Y en su mente encontraremos solución a vuestros problemas! Él contestará a cuanto le preguntéis! Rosita.—
¡Como si fuera un sabio!
Estela.-
¡Buscará un remedio para vuestros males!
Rosita.—
¡Como si fuera un Mago!
Estela.—
¡Y nosotras y cuantos queráis, seremos sus brazos ejecutoras, los que andemos siempre de la Zeca a la Meca!
Rosita.—
¡Como Mahoma!
Estela.—
¡Y será un protector y un guardián!
Rosita.—
¡Como los ángeles!
Onix.— (En pie)
¡Un momento! ¡Me parece demasiados ¿Yo, voy a valer para todo eso? ¿Estáis convencidas?
Estela.—
¡El mismo cargo te dará categoría! ¡Es un milagro de la responsabilidad! ¡Eso es lo que dice el abuelo!
Rosita,—
¡Lo harás muy bien! ¡Ya verás cuando vengan los niños a ti!
Estela.-
¡Pronto tendremos una lista de héroes desconocidos y resignados! ¡Sí, de los que hacen cosas extraordinarias porque no les queda más remedio!
Rosita.—
¿Así que tú piensas que los niños desgraciados son los héroes infantiles?
Estela.-
¡Si, porque los niños solo quieren jugar y reir!
Onix.-
Vamos Estela. Habla. Queremos conocer bien tú plan.
Estela.—
A través de los problemas de los niños, estudiaremos los males generales. Haremos un informe y se lo mandaremos al señor Alcalde para que busquen el remedio. Y trataremos de ir buscando remedio a los males particulares, nosotros mismos y hasta donde podamos. Sobre la marcha nos organizaremos amigos.
Onix (En pie de nuevo).-
¡Yo; el gran Telémaco, en el día de mi bautizo y nombramiento, prometo solemnemente conceder a mis amigos los niños, todo cuanto necesiten para que vivan contentos y sean felices!
Rosita.—
¿Os parece que hagamos un himno o una canción que nos una?
Estela.-
Y un cartelón que diga: “El que quiera ser feliz que haga a otro niño feliz”
Onix.—
¡Vamos por partes. Escuchemos primero a los niños y dejemos cada cosa en su lugar. No hay que cometer tener equivocaciones ni injusticias.
Estela.-
¡Bravo, viva, ya sabia yo que valías para el caso!
Felicidad, felicidad a todos niños de la ciudad. Cantar queremos, reir y jugar y nunca castigos que sientan muy mal.— Nos han encerrado en este desván y andamos a gatas por no llorar. El gran Telémaco nos quiere ayudar porque es importante, alegre y jovial.
Tercer acto
Rosita.—Estela.—Perla.-Nievina. Yolanda. Pepe y Juanito.
El desván ha sido engalanado. Paredes llenas de posters, farolillos colgados del techo, cortinas floreadas con ramajes, sillones vertidos de rasos viejos y en el centro el trono del mago Telémaco. Onix está impresionante vestido de mago y revestido de su nueva autoridad. Estela y Rosita, llevan carpetonas bajo el brazo en las que apuntan detalles para mayor perfección en su labor y revisan cuidadosamente a cada momento. Llevan grandes gafas y ropas estrafalarias. Estela esta sentada cerca del mago. Rosita hace de introductora de niños. Los chicos entran por el ventanuco del desván.
Rosita.—
¡Pase usted señor! ¡Por aquí, por aquí! — He aquí al gran Puedelotodo sentado en su trono! (Cambio de tono) Niña, puedes sentarte y estarás más cómoda! ¡Si, sobre este cajón! Hablarás con confianza y sin temor! ¡Estás en tú casa, digo, en tú desván!
(La niña hace una gran reverencia y se sienta donde se la indica)
Telémaco.-
¡Hermosa y rubia niña de largos Cabellos! ¿Quieres darme la gracia de tú lindo nombre?
Perla.-
¡Yo me Llamo Perla!
Telémaco.-
¡Pues el nombre te viene de perlas! ¿Por casualidad tus ojos no lloran perlas?
Perla.—
No, que va… Mis ojos lloran de verdad!
Telémaco.-
¿Quieres contarme la causa de tu pesar? Soy tu mejor amigo.
Perla.— (Mimosa)
¡Soy una triste niña! ¡Mi madre está separada de mi padre y yo les quiero a los dos! ¡Me gustaría poder cantar y jugar tranquila, con la seguridad de que ellos se entendían!
Telémaco.-
¿Acaso tú nunca juegas?
Perla.—
¡Claro que juego! ¡Pero con una pena negra que no se calma! ¡Yo quiero tener un padre como las demás niñas!
Telémaco.—
¿Y sabe tú madre que no eres feliz por eso?
Perla.—
¡Mi madre hace como que no lo nota! ¡Me compra vestidos y juguetes! ¡Pero no es esto lo que me falta y deseo! Es un papá.
Telémaco.—
¿Alguien tiene la culpa de tal desatino?
Perla.—
La culpa es de todos. M!: abuelita le odia. No tenemos un piso propio. Mi padre bebe, no tiene coche, ni un chalet en Torremolinos.
Estela.—
¿Y que falta hace para ser padre lo del chalet en Torremolinos? ¡Que loca anda la gente!
Telémaco.-
¿Tu padre es un señor coco, avinagrado y feo?
Perla.— ¡
¡OH ,no! ¡Es encantador, cariñoso, jovial, juguetón!
Telémaco.—
¿Y bebe mucho?
Perla.—
No lo se. Yo nunca le he visto borracho y le veo muchas veces a escondidas.
Telémaco.—
¿Por que a escondidas?
Perla.—
¡Porque a mi abuela le da un ataque cuando se entera!
Telémaco.—
¿Tu padre es un señor coco, avinagrado y feo?
Perla.—
¡OH, no! ¡Es encantador, cariñoso, jovial, juguetón!
Telémaco.—
¿Y bebe mucho? Perla.—
No lo se. Yo nunca le he visto borracho y le veo muchas veces a escondidas.
Telémaco.—
¿Por que a escondidas?
Perla.—
¡Porque a mi abuela le da un ataque cuando se entera!
Telémaco.—
¿Y corno no va a beber estando en tierras del buen vinillo? No querrán que tome cosa—cola, digo yo! (Se queda muy pensativo) Incomprensible. ¿Que opina tu madre de todo esto?
Perla.—
¡Ella dice que son cosas de la vida! ¡Pero yo soy muy desgraciada! ¡Quiero a mi papá!
Telémaco.—
¡Apunta Estela! ¡Meter ratones en el piso de Perla para que se asuste y se vaya la vieja! ¡Escribirás una bella misiva al padre de la madre y a la madre del padre y les citarás a la entrada del pinar a media noche, para ver si se comunican y se entienden! ¡Niña haremos lo posible porque tengas padre, madre y un perrito que te ladre!
Perla.—
¡Gracias buen mago! ¡Te quiero mucho mucho, mucho! (Le tira besos y sale)
Rosita.- (A un niño que aparece en la ventana)
¡Muy buenas tardes chaval, adelante, adelante! ¿Que te trae por este lugar?
Pepe.— (Dando un salto)
¡A tus pies gran señor? ¡Hola guapas! (A él) ¡Me han hablado de tú meritoria labor! ¡Eres un grande!
Telémaco.—
¡Mira niño, evita la coba por lo de la cola! ¡Hay prisa! ¡Al grano nene!
Pepe.— ¡
Pues allá va! Bueno yo soy Pepe, ¿lo sabes, no?
Telémaco.—
¡Hombre por supuesto! ¡Pegas bastante fuerte chico! En fin, ¿Que es lo que quieres tu de mí pegando tan bien?
Pepe.—
¡Pues allá va! ¡Me aburro mucho, pero que mucho! ¡Muchísimo!
Telémaco.—
¡Grave cosa es! ¡Serás un aburrido!
Pepe.—
¡Jamás me dejaron jugar a divertirme! ¡Ni un solo pinito!
Telémaco.—
¿Y eso por que razón?
Pepe.—
¡Lo mismo me pregunto yo!
Telémaco.—
¿Cuáles son tus circunstancias?
Pepe.—
Te diré. Vivo con una abuela que manda mucho. ¡Que si manda! Tres tiítas solteras, que mandan mucho mas! ¡Una cocinera que guisa con una sal de verdadera rabia, una madre que es pan sin sal, pero bendito ¡la pobre! Un padre introvertido, que no habla ni pasma. ¡Cualquiera le adivina lo que lleva dentro! ¡Unas vecinas que en todo se meten! ¡Y un profesor particular, que me asesina!
Telémaco.—
O sea que para colmo de desdichas eres niño rico, ¡mala cosa! Así que no te dejan ni respirar. Colegio de frailes, clases especiales, educación tormentosa y machaca que te machaca! ¡válgame el cielo!
Estela.—
Te compadezco
.Pepe.—
Gracias. como al parecer mi padre de niño, -y hasta que lo desesperaron- era bueno, guapo, listo, sumiso, obediente, podéis imaginar los rollos que se me vienen encima, y los castiguitos que me gano a cada instante con eso de no parecerme él!
Rosita.-.
¡Que divertido!
Pepe.—
¡Vosotros diréis si puedo jugar, reír, cantar, ni saltar. Mi misión es poner una cara muy seria, estar calladito y no moverme. Y vivo inmóvil y con un libro siempre bajo lo ojos. ¡Y que no sea ni un cuento ni una novela, por supuesto!
Estela.—
¡La manoseada necedad de pensar que un libro hace daño al otro libro!
Pepe.—
Como imperiosa necesidad, soy de los peores y más revoltosos en el colegio. ¡En algún sitio tengo que explotar! ¡Y más castigos!
Telémaco.—
Estela, ocúpate de que busquen novio a las tías de Pepito, y a la abuela y la madre proporciónalas un trabajo aunque sea “de caridad” pacienzudo y detallado, ¡a ver si le olvidan un poquito y se desaburre un poco! ¡Nos ocuparemos amigo!
Pepe.—
Gracias gran mago. ¡Me gustaría ayudarte si es que me puedo liberar un poco!
Telémaco.—
Nosotros encantados. ¡Serías un buen elemento!
Estela.—
¡Te esperemos Pepe! ¡Adiós!
(Sale Pepe y Rosita introduce a una niña muy pequeña)
Rosita.—
¡Pasa encanto!
Nievina.—
¡Me da mucha vergüenzas ¡Tengo apuro! ¡Que mago tan guapísimo ¿Es bueno?
Rosita._
¡Atrévete linda! ¡Claro que es bueno! ¡Es algo así como un Pinocho muy grande y muy pequeño! ¡Igual que tú! ¡Habla!
Telémaco.—
¿Te asusto por los collares o por las narices? ¡Pues conste que se hacer chistes, tiro cohetes, enciendo fogatas, hago experimentos y regalo caramelos a los niños pequeños! ¡Toma! (Se los tira) ¿Te atreves ya?
Nievina.-
¡Es que soy tan tontina…! ¡No se leer ni escribir!
Telémaco.—
Eso esta muy mal! ¿No vas al Colegio?
Nievina.—
¡No porque hace frío y no tengo abrigo que ponerme!
Telémaco.—
Apunta Estela. ¡Media docena de abrigos de abrigo, para esta niña! ¿Y tú madre?
Nievina.—
¡Con la botella! ¿No me entiendes?
Telémaco.—
Casi no, ¿y tú padre?
Nievina.-
Solo va a casa a llevar la paga a mi madre. Se encierran en la habitación y se oyen gritos, golpes y llantos! ¡Lo paso mas mal! ¡Después él, se marcha de nuevo!
Telémaco.—
¿Por que os abandona? ¿Qué pasa entre ellos?
Nievina.—
¡Pues por eso. Por la botella!
Telémaco.—¡Explícate más claro niña!
Nievina.—
¡Es que tengo mucha vergüenza!
Estela.—
¡Tienes que decidirte! ¿Para eso has venido, no?
Nievina.—
¡Es que ella, todo se lo gasta en aguardiente y siempre está con la botella en la mano! ¡se pone más malita…!
Telémaco.—
¡Vaya por Dios! ¿No tienes hermanos?
Nievina.—
Si. Tengo uno tan pequeño como un pajarito. Llora mucho porque siempre esta malito. Mi madre no le hace caso. Yo tengo miedo de que se muera por la noche.
Telémaco.—
¿Y quien le da de comer?
Nievina.—
¡Yo le doy leche y. miguitas, como a un pajarito!
Telémaco.—
Tráenos a tu hermanito! ¡Lo cuidaremos aquí entre todos!
Mientras tanto veremos si podemos ponernos de acuerdo con tu padre y decidir lo que se ha de hacer.
Nievina.—
¡Que contenta estoy! Oye, ¿pero no haréis nada malo a mi madre?
Telémaco.—
¡Que cosas tienes! ¡Confía en mí y trae al niño!
(Sale Nievina y entra Juanito)
Rosita.—
¡Mizar que sorpresota! ¡Quien tenemos aquí! ¡Que alegría Juanito!
Telémaco.—
¡Hombre Don Juanín, me extrañaba que no vinieses, para cooperar, se entiende!
Juanito.—
¡Ni hablar para traerte mi tragedia, como uno de tantos!
Telémaco.—
¿Tu también? ¡No es posible! ¡Creí que tu vida estaría colmada de todo!
Juanito.—
¿De verdad que resuelves papeletas vestido de eso? ¡Yo bien se quien eres granuja¡ ¡Pero en fin, las buenas intencione…!
Telémaco.—
¡Las que buenamente puedo y a mi manera! Y ya voy siendo todo un pozo de experiencia. ¡Cada caso que se me presenta! Pero te escucho. ¡Tenemos ya poco tiempo de consulta!
Juanito.—
Pues bien no se si sabrás que yo, me paso la vida representando el papel de listo, de superdotado, de talentudo etc. y eso desde que tuve uso de razón! ¡Y ya estoy que no aguanto!
Telémaco.—
¡Quien te entienda…!
Juanito.—
Pues mira que no lo soy. Que soy un tardío, un lento, un distraído, un duro de mollera
Telémaco.—
¡Vamos anda…! ¡Si eres nada menos que el primero de la clase!
Estela.—
¡Es de los sobresalientes y las matriculas de honor!
Juanito.—
Claro… porque me obligan las circunstancias, los antecedentes, la historia de mis progenitores, los abuelos, los maestros, los vecinos, los amigos…! ¡la vida! ¡Pero ya no puedo más o me tienen que llevar al manicomio!
Estela.—
¡Pues yo no creí que se pudiera ser listo a la fuerza!
Juanito.—
¡Te equivocas monada! Por lo regular el talentazo, es el tipo obligado a serlo por la imposición de sus familiares, orgullo, medios, política de papis con muchas aspiraciones para su rrorró y una serie de imposiciones extrañas de las que soy víctima!
Telémaco.—
¡Pues me temo que por ese camino llegas a Ministro!
Juanito._
¡Toma y yo! ¡Pero temo que el día que me entreguen la cartera esa de ministro, lance los pies por alto, ande de coronilla por la habitación, juegue a la peonza, la tome con las chingoletas.
Telémaco.—
¡Que bueno, pero que bueno!
Estela.—
¡Ese día vas a defraudar a todo el mundo!
Rosita._
Ser lógica la necesidad del desquite!
Telémaco.—
Pensemos amigos, pensemos. ¿Y si consiguiéramos que todas esas fuerzas que le llevan directo a una meta triunfal, se disiparan y se desintegraran, para que este hombre pudiera llegar a ser, nada más y nada menos, que uno de tantos?
Juanito._
¡Oh, normal maravilla! ¿Qué haríais para eso?
Telémaco.—
¡Toma, buscar complicaciones a la familia! ¡Una inversión a base de propaganda machaca sexitos…!
Estela._
¿Y si regalaramos a la familia, cinco perritos de raza, muy bellos tiernos y delicados?
Rosita.—
¿Eso la libraría de la terca obsesión por el porvenir del nene?
Estela.—
¡Figúrate, alimentarlos, bañarlos, perfumarlos sacarlos a eso que sabéis…!
Juanito.—
¡Desde luego que sois simpáticos! ¡Veo mi casa repleta de animales y a toda mi familia enredada en su cuidado! ¡Si es verdad que con eso conseguis que me olviden…!
Telémaco.—
¡Pues claro, no ves tu que lo están necesitando? ¡En cuanto a tu viveza y preparación intelectual, piensa que puede necesitarla nuestra organización!
Juanito.—
¡A vuestras órdenes! ¡Me gustará el asuntillo! ¡Adiós!
Yolanda.— (Desde el tejado)
¿Puedo saltar?
Rosita.—
¡Espera que te ayudo! ¡No te mates!
Juanito.—
¡La bella Yolanda!
Yolanda.—
¡Que veo! ¡Pero también tu, Juanito, necesitas socorro?
Juanito.—
¡Quien diría que lo necesitas tu!
Yolanda.—
¡Oh, no ¡Yo lo presto! ¡Es mi degracia!
Juanito.—
¡Te tenia por muy fuerte!
Yolanda.—
¡Y yo por muy listo a ti!
Telémaco.—
¡Al parecer ambos os equivocáis! ¡Oigamos a Yolanda!
Yolanda._
¡Si me das ti venia gran mago… a ello voy!
Juanito.—
¿Permites que me quede para enterarme?
Yolanda.—
¿Ríe? ¡Desde luego! ¡Yo no tengo secretos!
Telémaco.—
¡Ardo en deseos de escucharte niña! ¡Puedes empezar!
Yolanda.-. (Se sienta y prestan todos atención)
¡Pues vereis! ¡A mi lo que más me gusta en este mundo es el teatro! (Risas)Juanito.-.
¡Pues no exagera…!
Yolanda.-.
¡No! ¡En mi colegio están preparando una obra y con tan buena suerte que la Directora se ha fijado en mí y me ha ofrecido un papel!
Juanito._
¡Y quien no se fija!
Telémaco.—
¡Por favor, no intervengas!
Yolanda._
Pero he tenido que decir que no puedo. Los ensayos son por la tarde. Mi madre trabaja por la tarde y yo tengo seis hermanillos que atender!
Telémaco.—
¿Y por que razón, tu?
(Silba Juanito. Rosa y Estela se llevan las manos a a la cabeza)
Yolanda.— ¡
Porque yo soy la mayor!
Juanito._
¡Y que culpa tienes de eso!
Telémaco.—
¿A esas horas no ha regresado tu padre del trabajo?
Yolanda._
Pero él dice que eso de los niños, no es cosa suya, porque él, es un hombre.
Estela.-.
¿Y por que supone él, que es cosa tuya?
Rosita.—
¡Que injusticias!
Telémaco.—
¿Y no tienes abuelas, tías, criadas…etc.?
Yolanda.—
Mis tías viven muy lejos y no quieren llantos ni cacas. ¡Mis abuelas est fuera de aquí! ¡Para criadas no dan los sueldos! ¡Yo tengo que hacerme cargo quiera o no quiera! ¡Pobrecitos! ¡Ayer llegué tarde y todos estaban llorando! ¡Me confesé porque me remordió la conciencia!
Rosita.—
¡A lo del teatro! ¡Veamos; ¿vives muy lejos?
Yolanda.—
En las afueras. Tengo que coger un autobús y siempre llevo conmigo a mis dos hermanas pequeñas. -¡Es un lío de vida!-
Estela.—
¡Indignante! ¿Os dais cuenta? ¡Es la madre a la fuerza, de sus hermanos! ¿Por que razón?
Telémaco.—
¡Tienes unos derechos de niña! ¿Lo piensan tus padres?
Rosita.—
O sea que les cuidas, les vistes, les lavas les das de comer…vas al cole, estudias.
Juanito.—
¿Y a que te la cargas cuando te descuidas?
Yolanda._
¡Si! ¡Pero yo lo daría todo por bueno con tal de hacer teatro!
Telémaco.—
¡Esto es excesivo! Tenemos que proponer a esta niña, héroe a la fuerza, para el premio Plus Ultra de este año!
Yolanda._
No se trata de premio, sino de tiempo libre para hacer teatro, ¡buen mago!
Telémaco.—
¿Y tú madre no podía resignarse a ganar menos y quedarse en casa a cuidar a sus hijos, sin cargarlo sobre tus espaldas?
Yolanda.—
Dice que no, porque el colegio es muy caro y ya vamos tres.
Telémaco.—
¡Hay colegios del Estado muy buenos, caracoles!
Yolanda.—
¡Ella dice que son malos porque son baratos!
Telémaco.—
Entonces resulta que es absurda, ciega y loca. ¡Pero tu no tienes la culpa de nada de eso! Escribe Estela. ¡Dila que Yolanda no tiene nada que ver en eso de los hijos de su madre! ¡Que la quite responsabilidades y vea la manera de arreglarse a su manera por su cuenta!
Yolanda.—
¡Es inútil, mago! ¡Ella no puede dejar de trabajar!
Telémaco.—
Presentaremos el informe al Sr. Alcalde! ¡Habrá que tomar partido en serio, porque habrá muchas en su caso! ¡Que la ayude el municipio, la iglesia, quien sea, pero que dejen libertad a la hija mayor, caracoles! ¡Nos ocuparemos de que puedas hacer teatro Yolanda! ¿Quedan muchos Rosita?
Rosita.—
Tan solo una niña pequeñita!
Telémaco,—
¡Hazla pasar y terminemos! ¡Tenemos mucho que deliberar!
Juanito.-
¡Vamos Yolanda, te acompaño!
Yolanda,—
¡De acuerdo! ¿Me contarás lo tuyo? ¡Hasta pronto! Adiós.
(Salen saludando Juanito y Yolanda)
Rosita._
¡Salta preciosidad! ¡Por aquí! ¡Anda, siéntate!
Flora.—
¿Aquí mismo?
Telémaco.—
¡Exactamente! ¡Habla que ya te escucho! ¡Cuenta tus penas!
Flora.—
¡Es que yo debo ser muy mala! ¡No quiero tener a la mamá que me ha tocado en suerte! ¡Yo quiero otra mamá diferente!
Telémaco.—
¡Santo cielo! ¡Eso es imposible! ¡Todo el mundo se conforma con lo que tiene! ¡Aunque lo critique, pero se aguanta!
Flora.—
¿Y por qué! ¿Habrá mujeres que deseen tener una niña y no la tengan. Entre éstas podíamos elegir la mejor!
(Risas)
Estela.-.
¡Y con exigencias!
Flora.—
¿A ti no te pegan verdad? ¿Tu no tienes que hacer la comida cuidar a los niños, hacer de mamá, pasar hambre, pagar el pato… (Llora) ¡Tengo otra hermana, pero cuida de mi abuela que tiene un cáncer! ¡Mi madre trabaja de asistenta!
Rosita.—
¿Cómo no va a tener mal humor? ¿Esta bien de salud?
Flora.-
Tiene ventoleras, porque tuvo meningitis mala, de niña!
Estela.—
¡Y se casa. Y tiene hijos!
Telémaco.——
¡Y además todo es verdad! ¡Sin cuento, sin teatro! ¿Y tú padre?
Flora.—
¡Siempre esta en la mar! ¡Es pescador! Pero no se acuerda de mandar dinero a casa. Vivimos de la caridad de los vecinos y de lo poco que consigue mi madre!.
Telémaco.—
¿Y tú crees que tu caso se puede remediar?
Flora._
¡Pues claro! ¡Yo quiero una mamá que tenga coche, que me lleve a la playa, que me compre juguetes, que me quiera mucho, que me ponga vestiditos bonitos! ¡bueno como a las demás! ¿No tengo derecho? ¡Que me lleve al cole, que me deje jugar…!
Telémaco.——
Esta da las soluciones! ¿Y de tús hermanos, qué?
Flora.—
¡Pues lo mismo, otra mamá! ¡Si a la mía no la importa, no tiene salud para aguantarnos! ¡Y si no la hay, colegios de internado. Así comerían por lo menos! ¡Bueno y lo demás, estudiarían…!
Estela.—
Cierto que no es tan difícil. De buscar la mamá yo me encargo Telémaco.
Telémaco.—
¡Nosotros buscaremos los colegios! ¡Vete tranquila!
Flora.—
Muchas gracias mago. ¡Bien se que lo haréis! ¡Por favor elige bien a mi mamá! Que sea buena, cariñosa, simpática, guapa.
Mientras Flora sale y nuestros amigos recogen, oiremos la canción de la obra
“Felicidad, felicidad, a todos los niños de la ciudad, cantar queremos, reír y jugar, y nunca castigos que saben muy mal” etc.
Cuarto acto.
Personajes:
Estela.— Rosita.— Yolanda— Onix.— Pepe.— Juan.
Asamblea de niños en el desván. Se oye una insistente campanilla.
Onix.—
¡Silencio amigos! (Se hace el silencio)
Varios.—
¡Habla, habla! ¡Que hable!
Onix.—
¡Como habéis visto, el mundo de los niños marcha muy mal! ¡Cada día se nos presentan a consulta, de seis a ocho niños con problemas, desgracias o incomprensiones!
Estela.—
¡Niños que se hacen preguntas que nadie responde!
Rosita.—
¡Niños que pagan consecuencias de los actos de los mayores!
Onix.—
¡Niños que heredan desventuras, que pagan equivocaciones, que son utilizados en provechos ajenos e intereses diferentes!
Yolanda,—
¡Niños que no pueden reír, jugar, hacer teatro!
Estela.—
¡Vivimos en un mundo absurdo, donde los hombres tienen que fingir que son diferentes de como son, para poder entenderse con los demás, que también son de mentira!
Rosita.—
Se trata de un mundo falso y mentiroso, donde no cabe la alegría, la verdad ni la bondad!
Onix.—
Cierto; un mundo donde cada cual va a la suya, despreciando o ignorando a los demás.
Estela.—
Y ese es el mundo que tratan de imponernos.
Rosita.—
¡Y esa es la causa de las injusticias con que se nos trata!
Juanito.— (Con énfasis)
¡Los imperativos que rigen a la sociedad, no parten de una verdad natural, que ya no existe, sino de verdades a medias, acomodaticias y convencionales!
Rosita.—
¡Que frase tan redonda!
Yolanda.—
¡Hijo, baja de tú pedestal, que aquí no somos tan sabios!
Juanito.—
¿Y que podeis hacer vosotros? Intentar cambiar el mundo con infantiles artimañas?
Onix.—
¡Si encontramos respuestas y soluciones a las preguntas de todos los niños, podríamos cambiar la situación!
Estela.—
¡Son preguntas ingenuas y sinceras, que los hombres no saben o no quieren entender!
Yolanda.—
Tal vez los ángeles nos puedan contestar! ¡Los hombres se vuelven gusanos de tanto arañar la tierra para guardar su producto!
Pepe.—
¡Debiéramos hacer algo!
Onix.—
¿Algo? ¡Tenemos que intentarlo todo!
Juanito.—
¡Vale! ¡Hay que hacerse oír! ¡Hay que exigir un cambio en la manera de tratar a los niños! ¡Hay que encontrar soluciones!
Pepe.—
¡Por supuesto! ¡Somos muchos! ¡Estamos todos unidos!
Yolanda.—
¡Cierto! ¡Escribamos el pliego de cargos, quejas, exigencias y pretensiones!
Rosita.—
¡Os repito que lo primero que hay que hacer, es tener respuestas propias, soluciones nuestras, o saber lo que queremos y lo que pedimos de antemano!
Onix,—
¡Cierto! ¡Rosita es muy inteligente! ¡No podernos irnos por las ramas! ¡Hay que pensar!
Estela.— (Abriendo su carpeta y leyendo)
¡Un momento, un momento! ¡Yo creo que ya tenemos respuestas y soluciones a cada problema! ¿Olvidáis que cada niño al exponer sus quejas, se daba a si mismo las soluciones? ¡Aquí las tenemos claras!
Onix.—
¡Pues entonces adelante! ¡Se trata de redactarlas ordenadamente y llevarlo dond sea preciso!
Estela.—
¿Y a quien lo dirigimos? ¿Al cura? ¿Al alcalde?
Onix.—
Veamos; (Piensa) ¡Como cristianos somos hijos de la parroquia, como futuros soldados pertenecemos al Estado, al Municipio.
Juanito.— ¡
Lo mejor que se puede hacer es utilizar multicopista y enviar a todo el mundo que interese. Al alcalde el primero y en comisión. Luego a los concejales, a los curas, a los padres.
Pepe.—
¡La que se va a armar! !Tal vez nos castiguen fuerte!
Yolanda.—
¡Eso me temo yo! ¡Por supuesto que si nos encierran ya no tendremos la suerte de que sea en los desvanes!
Onix.—
¡Amigos, la aventura bien merece la penal
Juanito.—
¡Desde luego! ¡Además tenemos fuerza! !Es unidos y somos muchos! ¡Nos tienen que hacer caso! ¡Hay que organizarse!
Rosita.—
¡A fin de cuentas es hermoso lo que nos proponemos! ¡Arreglar el mundo de los niños y lograr su felicidad!
Estela.—
¡Muy serio y muy importante! ¡Por nosotros y por los que vengan detrás! ¡Ánimo y adelante!
Yolanda.—
Si pero ¿que hacemos si las cosas se ponen en contra?
Onix._
¡Tenemos nuestras armas! ¡No comer! ¡No estudiar! ¡Decir a todo que no, todos de acuerdo y todos a una!
Pepe.—
Vale; entonces vosotros redactais el pliego y organizais el asunto. Yo estoy a vuestra disposición. ¿Que tengo que hacer?
Onix.—
¡Por de pronto comunicar a todos los chicos, los resultados de esta Asamblea para que están despiertos, unidos
y alerta!
Estela.—
¡Marcarme una fecha! ¿El dia uno, el quince?
Juanito.—
¡Pasado mañana hombre! ¡Lo que hay que hacer cuanto antes! ¡Hay que aprovechar estas pequeñas vacaciones!
Onix.—
Bueno Estela, tú puedes dedicarte a escribir. Tú la ayudaras.
Rosita.—
Pepe y Juanito se encargan de poner a la chiquillería, en marcha por los tejados! ¡Vosotras confeccionar carteles y banderines.— “Por un mundo m feliz” ”Queremos un niño feliz!” Etc.
Juanito.—
¡Vamos a ver! ¿Quien son los que formaran la comisión que visite al Sr Alcaide?
Onix.—
¡Nosotros mismos! ¡No es por presumir ni por mandar, es por evitar jaleos!
Estela.—
¡Lo importante por de pronto es avisar a todos, que todos lo sepan y todos estén de acuerdo!
Juanito.—
¡De eso nos encargaremos enseguida! ¡Ya sabes Pepe, citas y reuniones por desvanes, que sepan enseguida de lo que se trata!
Onix.—
¡Vale! ¡Sois unos buenos elementos! ¡Divulgareis también lo siguiente; ¡Si ondeamos bandera roja, todos deber salir de su casa y reunirse en los Almendrales! ¡Si veis bandera blanca, es que todo va sobre ruedas! Y por supuesto si veis bandera negra significa que debéis avanzar todos a uno, hacia el Ayuntamiento!.
Yolanda.—
¿En manifestación como los políticos?
Onix.—
¡Algo parecido…! (Risas) ¡Que no nos hubieran preparado tan requetebien con tanta peliculita y tanta televisión!
Yolanda.—
¡Y que no nos hubieran hecho sufrir y pensar más de la cuenta! “Queremos un mundo feliz para un niño feliz!
Estela.—
¡Y ya lo creo que tenemos respuestas! ¡Y ya lo creo que tenemos soluciones! ¡Sabemos bien lo que queremos! (Airea pliegos de papel de su carpeta) ¡Ya no somos los niños una pregunta sin respuesta Rosita! ¡Aquí, aquí están todas las respuestas que necesitamos para soluciones de todos nuestros problemas! ¡Por un niño feliz!
Todos.—
¡Por un niño feliz! (Cantan) Felicidad, felicidad a todos
Quinto acto.—
Personajes:
Estela,— Rosita,—Yolanda,,,Onix,—Pepe.—Juaníto
Un botones.
Despacho del Alcalde, Mesa de despacho, tresillo etc.
El Alcalde es muy suficiente y pedante. Peludo, barbudo y con gafas.
Botones.—
¡Señor…señor! ¡Una comisión de chiquilicuatros de la localidad, están empeñados en pasar a verle! ¡Son tan tercos y pesados, que no veo forma de impedir que pasen!
Alcalde.—
¿Chiquilicuatros dices? ¡Que jueguen a la peonza!
Botones.—
¡Imposible! ¡Ahora no se esttla y no las venden! ¿Pasan?
Alcalde.—
¡Déjate de simplezas minín! ¿No ves que tengo que pensar en los serios asuntos del Municipio? ¡Que se larguen!
Botones,—
¡Es que hablan de asaltar el Ayuntamiento entrando por las ventanas! ¡Son capaces de todo! ¡Mire que se lo digo yo, que les tengo muy conocidos!
Alcalde.—
¡Pero como! ¿Pretende que pierda con niños mi precioso tiempo? Tú sabes de lo que se trata, ¿verdad? Pues me lo dices tu y arreglado.
Botones.—
¡Es que yo no soy un chivato! Ellos tienen buenas razones. ¡Además vienen en son de paz! ¡Es un momento señor Alcalde!
Alcalde.—
¡También sería que vinieran en son de guerra! ¡Mocosos!
Botones.—
¡Que no se diga que no quiere usted
darles una oportunidad, tan solo porque son niños! ¡Que no se diga!
Alcalde.— (Pensativo y para sí)
¡Tal vez me convenga hacer como si les tomara en serio! (Mas alto) ¡Que pasen y procuren brevedad!
Botones.—
¡Pasar amigos, pasar! ¡Sin escandalera, eh? ¡Pasar! (Pasan nuestros amigos y se colocan todos alrededor de la mesa)
Todos.—
¡Buenos días tenga usted, competente autoridad!
Alcalde.—
¡Está bien! (Preocupado) ¿Y se puede saber que es lo que queréis? ¿Un parque, un jardín, un polideportivo?
Onix.—
¡Formamos parte de una organización infantil que trata de conseguir que todos los niños puedan jugar y reir y que dejen de tener motivos absurdos e injustificados para llorar!
Alcalde.—
¡Mas vale que penséis en estudiar! ¡Esas son sandeces!
Juanito.—
Le rogamos nos tome muy en serio porque nosotros hemos tenido que tomar la vida en serio antes de tiempo y venimos a cambiar la situación. ¿Entendido?
Alcalde.— (Verdaderamente asombrado)
¡Pero que situación ni que niño muerto! ¿Abrase visto? ¡Que osadía! ¡Que falta de vergüenza! ¡Los niños ahora…! ¡A donde estamos llegando!
Estela.—
No estamos de acuerdo con lo que ocurre en nuestro mundo. ¡Nadie entiende al niño, nadie le quiere entender! ¡Los mayores están materializados! ¡No piensan más que en el dinero!
Alcalde.—
¡Pero tú que dices! ¡Pero tú que sabes!
Yolanda.—
¡Es verdad! ¡Además se olvidan de que ellos fueron niños también una vez…! ¡No se quieren acordar!
Alcalde.—
¡Deliran! (A ellos) ¡Sois vosotros los que teneis que ser sumisos, buenos y dóciles! los que teneis que comprender y amar a vuestros mayores. Los que teneis que respetar y aprender.
Onix.—
¡Usted equivoca los términos señor Alcalde. Son ellos que fueron niños antes que nosotros, lo que tienen base para entendernos. ¿O se olvida el señor de que nosotros nunca fuimos mayores?
Alcalde. —
¡Oye nene! ¡A mi no me habla nadie en ese tono y menos tú mequetrefe! Yo soy la autoridad competente.
Onix._
¡Por eso hemos venido! ¡Por lo de la autoridad competente!
Varios.—
¡Que sea verdad!
Alcalde.—
Bueno vamos por partes. ¿Por que no estáis ahora en el colegio? ¿Que festejáis?
Juanito._
¡Mire buen hombre! ¡Cumplirnos órdenes del Mago Telémaco! ¡El gran Puedelotodo capaz de todo! ¡En su nombre venimos a pedir!
Todos.—
¡Un mundo feliz para niños felices?.
Alcalde.-
¡Esto no se puede consentir! ¿Quien creeis que sois? ¡Bobos necios, eso es lo que sois!
Onix.—
¡Listos señor, muy listos! ¡Nos hicieron listos a la fuerza! ¡Tuvimos que pensar más de la cuenta!
Alcalde._
¡Díscolos, indisciplinados, caprichosos!
Onix.
¡No nos grite por favor Sr. Alcalde! ¡Conteste a las razones que le damos! ¡No quede en tan mal lugar!
(El alcalde se seca el sudor)
Alcaide.—
¿Que razones? ¡Que razones! ¡Ve.. veamos!
Estela.—
¡Nosotros hemos venido, a acusar! ¡Aquí tiene nuestras quejas y conclusiones! ¡ Lea, lea, por favor!
Alcalde.—
¿Acusar? ¿El que? ¿A quien? ¿Por qué? ¡Canástoles! ¡Diantre! ¡Demonio! ¡A mi con estas ¡Que se larguen, que se vayan!
Botones.—
Demasiado tarde. Están empezando a caer piedras impacientes de los tejados! ¿No sería mejor escucharles señor? ¡Paciencia!
Todos.-
¡Hemos venido a acusar! ¡Hemos venido a acusar!
Alcalde.—
¿Pero con que derechos maleducados, indómitos ¿Quién os creéis que sois? ¡El último pero podrido de la banasta!
Onix.-. ¡Con nuestros derechos, con los derechos del niño, reconocidos un día y pisoteados todos los demás!
Varios.—
¡Queremos un mundo feliz! ¡Queremos un mundo feliz!
Alcalde,—
¡Bueno, bien…Os escucho! ¡No me queda más remedio! ¡Pero no os puedo prometer nada! ¡Hablar!
Onix.—
¡Acusamos a los maestros que nos tratan en pelotón, como si no fuéramos personas uno a uno. Y a los que por ahorrarse trabajo nos dejan en manos del niño mayor, del pelotillero enchufista, que no sabe dar a cada cual lo que merece!
Estela._
¡Acusamos a los padres injustos, que hacen pagar al hijo, el no haber sabido o podido llegar a ellos, al triunfo, o al dinero, exigiéndoles la meta que ellos no alcanzaron!
Rosita.—
¡Acusamos a los padres que han fracasado en el matrimonio y se lo hacen pagar al niño, que no tiene la culpa de nada!
Yolanda.—
¡Acusamos a los padres vanidosos y necios, que convierten al niño en un objeto para presumir, le ceban o le ponen elegantes trajecitos caros, con los que no se puede jugar ni en broma, porque se pueden estropear!
Rosita.—
¡Acusamos a las mujeres que tienen vicios, tabaco, drogas o bebidas porque son maniáticas obsesivas que no sirven para hacer feliz al hijo!
Yolanda.—
¡Acusamos a los que hacen trabajar a las hijas por ellas, alegando que lo hacen para enseñarlas para el dia de mañana!
Pepe.— ¡
Acusamos a los que dicen “quien bien te quiere te hará llorar” así como a los que dicen que hay que enderezar el árbol a fuerza de cintarazos, desde pequeño!.
Perla._
¡Acusamos a los que siempre pagan con los niños su mal humor!
Estela.—
Acusamos a los melosos y sensibleros, que monopolizan y esclavizan al hijo con la miel de su ternura, ablandándole y convirtiéndole en un guiñapo sin voluntad propia!
Yolanda.—
¡Acusamos a los que hacen comer al niño a la fuerza, mientras le cuentan cuentos de Caperucita y de los Tres Cerditos!
Onix.—
¡Acusamos a cuantos creen que el hijo es un articulo, de su propiedad y para su uso, como la lavadora o el coche, sin pensar para nada en su personalidad diferente!
Perla.—
Acusamos a los que gobiernan niños a guantazos!
Pepe._
Eso mismo. Acusamos a los que no se quieren enterar de que el niño a su manera, que es la buena, razona, piensa y decide y le tratan siempre como a retrasado mental.
Juanito._
¡Acusamos a los que detienen la imaginación y cualidades creativas del niño, para meterlas en moldes cerrados, que le convierten en necio, en vulgar o araña que teje y teje la misma tela!
Onix._
Acusamos a los que piensan que educar al niño es hacerle adulto antes de tiempo, prepararlo para que no moleste, y anularlo como ser que progresa y crece en todo, hasta que pueda rendir un papel de parásito ramplón que machaconamente gana para el coci.
Estela._
¡Acusamos a los que hacen planes de futuro con el niño, sin pensar para nada en las cualidades, aptitudes o aficiones del mismo!
Alcalde.—
¿Que es esto, pero que es esto…? ¡Silencio he dicho! (Grita) Enseguida, pronto… a mi guardias, serenos, bomberos, barrenderos, carceleros, polizontes…! ¡A mi, a mi! ¡Botones, botones! !A ver, que llamen al secretario, a los concejales, a los maestros a los padres, a los abuelos.., todos, todos a mi.. .—¡Pronto, pronto!
Botones.—
¡Demasiado tarde señor! ¡Está usted perdido!
Onix.—
¡Rapidez y decisión! ¡Esto se pone muy feo! Organizar la manifestación, amigos.
Alcalde.— (Grita)
¡Pronto, un centro disciplinario para estas criaturas! ¡Un correccional! ¡Que se los lleven a todos! ¡Que los dejen a pan y agua! ¡Que los den una soberana paliza!
Onix.—
¡Este tío está loco! ¡Es un lelo! ¡No entiende nada! ¡Tiene una mente cerrada y obtusa! ¡Çhaveas, vamos, atarle enseguida, que nos la juega!.— (Le atan al sillón obligándole a sentarse) ¡A Ver, un pañuelo en la boca, que no nos grite! ¡Venga, el pliego.., Que nos va a firmar cariñosamente lo que queramos el señor alcalde!
Estela.—
¡Un boli por favor!
Juanito.—
¡Vamos que tiene la derecha libre y esta en forma!
(Mientras tanto los demás ríen y dan chingoletas)
Onix.—
¡Vamos autoridad competente, escribe aquí tu bonito nombre, nada guapín, que te queremos mucho!
(El. Alcalde asustado y amordazado firma.)
Onix.—
Atender amigos. Voy a leeros el loable compromiso del señor Alcalde:
¡Prometo a todos los niños de la localidad, tomar en serio todos sus problemas y tratar de resolverlos uno por uno!
Prometo organizar la vida de los ciudadanos de una manera más justa y más inteligente, imponiendo leyes y exigiendo el fuerte pago de multas adecuadas, para que se respeten y cumplan por buenas o malas, los derechos del niño.
Los señores padres tendrán normas adecuadas a la cabecera de su cama, quedando obligados a respetarlas y cumplirlas bajo pesa de multas y castigos, que pueden llegar hasta el encarcelamiento.
Crearemos la escuela de padres donde estos recibirán las nuevas enseñanzas, para el mejor trato de los hijos. A esta escuela quedan obligados a asistir también, los jóvenes que se van a casar antes de la boda, no pudiendo pasar por el contrato matrimonial, aquellos que no tengan aprobados los cursos prácticos. Estos se llevarán a efecto. previa entrega de un niño huérfano o muy pobre y necesitado pudiendo y teniendo derecho la autoridad competente, el trato y comprensión que este reciba, para aprobar o suspender el curso.
Como Alcalde del lugar, doy la bienvenida a esta comisión infantil y prometo ocuparme de sus asuntos y atacar los males de raíz. También prometo redactar sus conclusiones y presentarlas al respeto de todos los demás pueblos de este triste mundo, que debe ser desde ahora un mundo sano, infantil, feliz, alegre y juguetón!
Todos.-.
¡Bravo! ¡Viva el alcalde! (Aplausos)
Onix.—
¿Estáis de acuerdo?
Juanito.—
De acuerdo y a cantar Telémaco. ¡Hay que alegrar al Alcalde!
(Todos cantan brincando y saltando)
“Piripituli, que tuli, tuli, hoy los niños mandamos aquí” (Bis” Gritos desde la calle.— ¡Por un mundo feliz!)
“Piripituli, que tuli, tuli, hoy los niños mandamos aquí! (Bis) (Desde fuera) Felicidad felicidad, a todos los niños de la ciudad.
Cantar queremos, reír y jugar y nunca castigos que saben muy mal. Nos han encerrado en este desván y andamos a gatas por no llorar. El mago Telémaco nos quiere ayudar porque es un muchacho alegre y jovial, que todo lo puede y lo quiere arreglar
Narrador.
“Y ahora ¿queréis saber el final de la rebelión infantil de Catarva de los Espindargos?
Pues bien; voy a relatárosla
De momento triunfaron los niños. Cantaron bailaron y lanzaron a la calle a toda la chiquillería. Gritaron sus verdades a padres, maestros y autoridades e hicieron soberbios planes para un futuro mejor! ¿Qué es lo que ocurrió después? ¿Cambiaron de proceder, se hicieron más justos y mejores? ¡Nada de eso amigos, nada de eso! Los padres incrementaron los castigos y se hicieron más tiránicos convencidos de que se habían equivocado en la educación.
Y dominaron de nuevo la situación a la fuerza, que era corno les habían enseñado sus progenitores. Y no supieron comprender al niño que tenía sus razones y motivos.
Las autoridades celebraron reuniones juntas y Asambleas en las que se decidió, abrir un internado gigante modelo. Y se propusieron hacerles humildes y dóciles a fuerza de castigos y trallazos. Volvieron los regímenes disciplinarios de las viejas Inclusas y se decidió cortar los nuevos adelantos que regalan al niño, viajes playas, campamentos, excursiones… Y el mundo al fin se convirtió en una gran Inclusa despersonalizadora. Una gran Inclusa de la que salieran acondicionados para hacer de chupatintas en los grandes Estados burocráticos.
FÍN